Niños correteando, dueños paseando a sus perros, gente mayor de tertulia en los bancos al sol… Ambiente de barrio, en la plaza de la Palmera. Pero este espacio público, abierto y al aire libre pensado para el disfrute de sus vecinos, no siempre ha sido así. Los campos de cultivo cubrieron esta zona hasta que, a partir del siglo XIX, tomaron el relevo las fábricas textiles y químicas –-la Española de Blanco de Zinc, Tintes y Aprestos de Viuda de Domingo Mas...--, los vertederos industriales y las casas de las cooperativas.
Así, poco a poco, creció este polígono de Sant Martí que, en el último cuarto del siglo XX, quedó en desuso. Varias promotoras inmobiliarias compraron entonces las fábricas para crear 400 viviendas, pero sus planes chocaron de frente con la negativa de los vecinos. Las reivindicaciones fueron de tal magnitud que, en 1977, el Ayuntamiento se vio obligado a pactar la compra de este espacio.
Así, en 1984, se inauguró la plaza de la Palmera. De su pasado solo quedaba la vieja chimenea, recuerdo de la fábrica textil original, sustituida por Bidones Ballester, y la palmera canaria a la que debe su nombre, un ejemplar centenario y protegido, que presidió la plaza hasta su tala en 2016: lo que el tiempo no pudo derribar, lo consiguió una plaga de escarabajo picudo rojo. Seis meses después, el ayuntamiento plantó una nueva palmera –de la especie Butia capitata, resistente al insecto invasor-- en el mismo punto que la anterior, justo tras el tesoro menos conocido que guarda esta plaza: ‘El Muro’, la enorme escultura de Richard Serra, premio Príncipe de Asturias.
Formada por dos bloques de hormigón blanco de 53 metros de largo y tres de alto, ‘El Muro’ tiene una estructura curva que crea dos atmósferas diferenciadas a cada lado. Esta primera obra pública del artista estadounidense es un símbolo de bienvenida que, junto con la palmera, sintetiza el espíritu acogedor del barrio de la Verneda. O así lo interpretan los expertos porque, durante mucho tiempo, los vecinos no vieron en ella más que un improvisado lavabo público y un atractivo reclamo al incivismo. Dicen que para entenderla hay que verla desde lo alto… quizá sea eso.
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