Oculta a los ojos de la mayoría de transeúntes, muy cerca de plaza de Catalunya, se encuentra la iglesia y el antiguo monasterio de Santa Anna, vinculado a los Canónigos Regulares del Santo Sepulcro desde el siglo XII. El conjunto, que mezcla de románico y gótico, constituye un pequeño remanso de paz al que se accede por la calle de Santa Anna y, por supuesto, es visita recomendada. 

Pero no os voy a hablar de esta parte. Quiero llevaros a la parte de atrás. Por eso, vamos a desandar el camino: saldremos por la verja de Santa Anna a la calle del mismo nombre y tomaremos Portal de l’Àngel en dirección plaza de Catalunya; doblaremos la esquina bordeando la antigua sede del Banco de España y seguiremos por esta acera hasta la calle Rivadeneyra, entre el Hard Rock Café y el Primark. 

Ahí, justo ahí, al fondo, en el número 3, entre dos insulsos y grises edificios modernos, emerge un tercero que guarda entre sus paredes más de 125 años de historia: la casa parroquial de Santa Anna. En este punto, Camil Oliveras Gensana proyectó en 1888 la nueva iglesia –la antigua había sido declarada monumento nacional en 1881--, junto al primitivo cenobio de Santa Anna, y la casa parroquial. 

El edificio sigue el estilo neogótico de Oliveras –aunque tras su muerte, en 1898, tomó el relevo Josep Font Gumà--, como puede observarse en el diseño de puertas y ventanas, y en la decoración de la fachada, de ladrillo visto y rematada con piedra en las esquinas y alrededor de las ventanas. Es una construcción sobria que concentra toda la atención en un solo punto: un único balconcillo, que sobresale en la esquina del segundo piso. 

¿Y la nueva iglesia?, os preguntaréis. Pues no os molestéis en buscarla. El pórtico de entrada debía estar en esta misma calle de entrada a la casa parroquial, en el transepto, que tenía que coronarse con un altísimo cimborio, pero nunca llegó a levantarse. En 1938, durante la guerra civil, todo quedó parado. Entre 1940 y 1957, Francesc Folguera Grassi se centró en la reconstrucción de la antigua iglesia y en la ampliación de la rectoría. Y, a finales de los 60, se levantó un edificio en el espacio del presbiterio de la iglesia nueva, de la que solo quedan algunas paredes.

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