Son un pequeño islote en el mar de edificios y asfalto de la avenida de la Mare de Déu de Monteserrat. Un conjunto de tres casas unifamiliares con patio delantero y jardín posterior que han sobrevivido al paso de los años hasta convertirse en ejemplares únicos de su especie en esta vía. Las viviendas que ocupan los números 187 y 189 de la avenida son de planta baja, se proyectaron en 1925 y tienen una ornamentación mínima. La tercera casa, la del 191, es de planta baja y piso, y destaca por una decoración más rica, con cenefas y esgrafiados florales de estilo “noucentista” y barandillas de piedra en el balcón y en la terraza superior, coronados con jarrones.

ZONA DE VERANEO

A finales del siglo XIX, esta avenida no era más que un camino más o menos ancho, según el tramo, que empezaba cerca de la Font Castellana y moría en la calle de Gènova (antes calle del Fonògraf) conocida por los vecinos como el camino de Gràcia. Entonces había unas 60 casas, en su mayoría de payés. La plaga de la filoxera, hacia 1881, afectó a las viñas, cultivo mayoritario de la zona, donde solo quedaron algarrobos, moreras, almendros, naranjos, limoneros y cultivos de cereales, hasta que empezó la fiebre constructora que convirtió la zona en un lugar de veraneo para rentistas y burgueses con poder adquisitivo. 

Cuando Salvador Riera y otros terratenientes de la zona compraron prácticamente todas las tierras del alto y del bajo Guinardó y empezaron a construir, la zona se fue llenando de pequeñas casas de uno o dos pisos como las del número 187 al 191. Estas casitas convivieron con otras más grandes como la Torre dels Pardals, el Castell de Macaró, Can Clos, Torre Garcini, Can Mascaró, Torre Vélez…

EDIFICACIÓN DE UNA IGLESIA

El caso es que, a finales de los años 20 del siglo XX, la avenida ya contaba con muchas casas y torres residenciales, y el Obispado decidió que debía edificarse una iglesia. Mientras esta tomaba forma, se levantó una capilla provisional que se convertiría después en la parroquia del barrio y que daría nombre a la avenida de la Mare de Déu de Montserrat. Con los años, la zona residencial y de veraneo se fue difuminando hasta dar lugar al barrio que es hoy y en el que casas como las que resisten en el número 187-191 de la avenida emergen como pequeñas islas para la memoria.

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