Es un secreto a voces que tener un piso de propiedad en Barcelona es un lujo y que encontrar uno de alquiler a un precio razonable es una odisea que no está a la altura de cualquier bolsillo. Y si no, que se lo pregunten al Ratoncito Pérez, que ha cambiado ya de casa al menos tres veces en los últimos 5 años. Actualmente, reside en Guinardó, donde ha alquilado una pequeña madriguera en el desagüe a pie de calle de un edificio situado en la confluencia de la calle Sales i Farré con la rambla de la Muntanya, una espaciosa y tranquila esquina con vistas a la acera. Tiene salida directa a la calle, columpio, buzón y campanilla para llamar, aunque la puerta de entrada suele estar abierta de par en par. Es la puerta número 2 (lo pone sobre el dintel), pero por si hubiera alguna duda, una placa indica el nombre de su inquilino.
Hace más de un año que el Ratoncito Pérez llegó al barrio, pero su discreción le ha permitido pasar desapercibido. Quizá el escurridizo roedor buscaba recuperar intimidad, después de unos años en el punto de mira, desde que se instaló por todo lo alto en Barcelona, a finales de 2017. Lo hizo en el número 23 de la calle del Taquígraf Garriga, a pocos metros de la plaza de Comas, donde gozaba de todas las comodidades --acceso privado a la vivienda, parking, terraza..-- en una vía peatonal con otros vecinos famosos como Max, el gnomo de los chupetes.
Pero, algo debió pasar en la vida de Pérez, quizá su actividad económica basada en la recogida de dientecillos de leche, no daba para pagar tantos lujos, o quizá el propietario decidió subirle el alquiler. El caso es que, en septiembre de 2018, dejó esta vivienda y cruzó media ciudad para instalarse en el número 337 de la calle Gran de Sant Andreu, en la fachada de la tienda de juguetes Lovely Kids. Aunque modesta, esta nueva casa no tenía nada que envidiar a la anterior y tenía una ubicación perfecta, cerca de los niños y de una tienda de quesos. Pero, cuando Lovely Kids bajó la persiana, el contrato de alquiler del Ratoncito Pérez caducó y se vio obligado a buscar un nuevo hogar.
Parece que el pequeño roedor ha conseguido una casa de “protección vecinal”. Ya sabéis, si pasáis por allí, no olvidéis saludar a Pérez. La puerta de su casa está abierta para todos... excepto para los gatos.
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