El metro de Barcelona es uno de los más antiguos de toda España. Inaugurado enun 30 de diciembre de 1924, en sus inicios conectó cuatro estaciones: Lesseps, Diagonal, Aragó (la actual paseo de Gràcia) y Catalunya. Con el paso de los años, el suburbano se ha ido expandiendo hasta llegar a unir toda la ciudad en lo que se describe como una de las mejores redes de metro de Europa. Y el próximo año cumplirá un siglo de vida.
AMPLIACIÓN DE LA LÍNEA
Poco después, en 1925, la capital catalana llevaría a cabo su primera ampliación de la línea. El 1 de mayo de ese año vería la luz la estación de Fontana, que se adentraba en la zona alta de la ciudad. El 5 de julio, la línea se ampliaba en la dirección contraria, pues se estrenaba la estación de Liceu. De facto, esta primera línea significaba una conexión directa entre una de las zonas más pudientes de la ciudad y el gran teatro de ópera.
La inauguración de una segunda línea de metro se retrasó debido a la abundancia de aguas subterráneas y por la construcción de la estación de Jaume I, ya que el Ayuntamiento de Barcelona no permitía parar la circulación de Via Laietana. El primer tramo de esta línea se inauguró en diciembre de 1926, entre Aragó y Jaume I, con una tercera estación a Urquinaona. La ampliación de esta segunda línea hasta Correos no se inauguró hasta bastantes años más tarde (1934).
La empresa Gran Metro -oficialmente Gran Metropolitano de Barcelona, SA-, que data de 1921, fue la primera empresa en explotar el primer ferrocarril metropolitano de la ciudad, aunque la primera empresa que se constituyó fue la sociedad Ferrocarril Metropolità de Barcelona, SA, conocida como Transversal.
INTENTOS FRACASADOS
Años antes, en 1912, el ingeniero Fernando Reyes ya había puesto un proyecto sobre la mesa para comenzar los trabajos en el suburbano. El primer boceto trazaba una ruta que conectaba los distritos de Sant Martí con Sants, pero finalmente quedaron descartados debido a la falta de presupuesto. Este tampoco fue el primer intento ya que, en 1907, los ingenieros Pau Müller y Octavio Zaragoza pidieron una concesión de ferrocarril subterráneo que debía unir la Ciutadella con la Bonanova. De nuevo, la falta de financiación terminó con el sueño del metropolitano antes de que despegara.