En el interior de una tienda de pastrami de Barcelona se encuentra la mejor coctelería del mundo, según el prestigioso The World's 50 Best Bars. ¿Pero qué es hoy Paradiso, un año después de recibir tan preciado galardón? Oasis de innovación, existencialismo etílico y templo de los amantes del buen beber, el espacio congrega a casi 200.000 personas al año, una cifra que, por cuestiones de espacio y tiempo, ya no puede aumentar.
Paradiso fue concebida por Enric Rebordosa y Lito Baldovinos en 2015, en un intento por "volver más pop el sector del cocktail". El clasicismo de los camareros con pajarita y la melodía suave de un piano de fondo se combinaron a la perfección con una pretendida modernidad de colores chillones, barmans malabaristas y bebidas humeantes.
ALTA CULTURA BARCELONESA
El local no tardó en convertirse en el favorito de la alta cultura barcelonesa, que en una zona infestada de brunch y bares de fritanga para turistas encontró un refugio. "Releemos compulsivamente El gran Gatsby hasta que el aroma de trufa blanca eclipsa el perfume de toda acompañante femenina", detallaba una crónica nostálgica del columnista Bernat Dedéu.
Cuando en noviembre del año pasado fue designado el mejor bar del mundo, un río de curiosos abarrotó Paradiso. Las colas daban la vuelta a varias manzanas y los amantes del bar lloraban por su templo perdido. Poco a poco, Paradiso fue quedando en manos del turista. Mientras, los lugareños miran con recelo a todo aquel que tiene éxito, ya saben que nadie es profeta en su tierra, y dejan lo mejor de la ciudad al extranjero.
Metrópoli ha concertado una cita con Giacomo Giannotti, el mago de los cócteles que se esconde detrás de la barra de Paradiso. Entre el repiqueteo de copas, las conversaciones entre camareros y los nerviosos tragos de los comensales (para algunos, "beber en Paradiso es como ver a La Mona Lisa"); se encuentra Gianotti, cabeza pensante y voz mandante de este imperio del arte etílico.
“Nosotros no hemos cambiado: somos los mismos. Si acaso alguien ha cambiado es el tipo de cliente, porque Barcelona es muy cosmopolita, donde se mezclan muchas culturas y clases”, señala Giannotti, quien considera este mestizaje en su local como “positivo”, ya que “es un reflejo de la ciudad”.
COLA VIRTUAL
Para luchar contra las largas hileras de gente, la coctelería ha instaurado la denominada “lista de espera virtual”. La alta demanda del local provocó colas de más de dos horas, que martirizaban a los vecinos por el ruido y a los clientes por el tiempo derrochado. Ahora, en la entrada de Paradiso reparten un número virtual que manda un SMS al teléfono móvil cuando llega el turno.
“Llegábamos a tener mucha más gente fuera que dentro, lo que era insostenible para la gente del barrio y para nosotros. Ahora, antes que estar de pie sin hacer nada, los clientes pueden comer algo o disfrutar de un buen paseo”, explica el coctelero. Sorprendentemente, es cierto que la cola virtual funciona bastante bien: frente a Paradiso no hay nadie esperando y, sin embargo, nunca deja de entrar gente.