Al final de la calle Maquinista se levanta un gran arco por el que se accede a un espacio ocupado por varios edificios de viviendas. Es uno de los pocos vestigios que quedan, además del largo puente grúa y la chimenea de la histórica fábrica de La Maquinista Terrestre y Marítima. Fundada en 1855, fue una de las fábricas pioneras de la Revolución Industrial catalana y una de las factorías más emblemáticas del proceso de proletarización de la sociedad barcelonesa.
La Maquinista nació de la fusión de los talleres metalúrgicos Esparó y consocios y La Barcelonesa, un acuerdo en el que tomaron parte los magnates de la industria catalana Ramon Bonaplata −descendiente de los fundadores del Vapor Bonaplata, la primera fábrica barcelonesa que utilizó la máquina de vapor−, Josep Serra, José Antonio de Mendiguren y Joan Güell. Al principio, se estableció en el Raval, pero su crecimiento obligó a trasladarla a la Barceloneta. Así, en 1861, se inauguraron los nuevos talleres, considerados la primera factoría de la fábrica, entre las calles Maquinista, Sant Josep, Mina y Ginebra.
La Maquinista, emblema del crecimiento económico de la Barceloneta, ocupaba una superficie de 17.500 metros cuadrados y contaba con 1.200 trabajadores. La nueva factoría de La Maquinista permitió expandir la producción de la industria metalúrgica de la fabricación de piezas para maquinaria textil a obras de gran magnitud. Ahí va un ejemplo: en 1881, de esta fábrica salió el puente de hierro de Portugalete, diseñado por Antonio Palacios, una obra de infraestructura que aún hoy permite el paso de la ría con un original transbordador.
La demanda de obras metálicas, de maquinaria industrial, de motores de barcos o de locomotoras de vapor fue a más, tanto, que obligó a los inversores de La Maquinista a impulsar una segunda ampliación. Así, en 1917, se construyó una segunda fábrica ente los barrios de Sant Andreu del Palomar y el Bon Pastor, con más de 100.000 metros cuadrados y una plantilla de 3.000 trabajadores. No es de extrañar que La Maquinista fuera, hasta la dictadura franquista, uno de los principales focos de concienciación de la clase trabajadora y uno de los principales escenarios de reivindicación de los derechos del proletariado.
En 1965, la Maquinista seguía a pleno rendimiento en Sant Andreu, volcada en la fabricación del transporte marítimo y terrestre, pero se optó por desmantelar las instalaciones de la Barceloneta. La antigua factoría cerraba así la puerta a más de un siglo volcada en la fabricación de transporte terrestre y marítimo en la Barceloneta, pero abría una ventana en el barrio hacia una segunda vida: sobre los terrenos de la antigua factoría, se levantaron 252 pisos y dos institutos de bachillerato y formación profesional que ocuparon parte de sus viejos edificios. Una isla de la Barceloneta a la que se puede acceder por la antigua principal de La Maquinista Terrestre y Marítima.