Oh là là! Si la casa ubicada en el número 54 de la Rambla de Sant Andreu hablara (pura fantasía, lo sé, pero la imaginación es libre), estoy segura de que lo haría en catalán, aunque con un suave acento parisino, a juego con el carácter afrancesado de los elementos decorativos de su fachada, los mismos que me han hecho detenerme frente a ella.
Es una casa entre medianeras, encajada entre dos edificios de mayor altura. Un pedacito de otra época condensado en una pequeña residencia unifamiliar de planta baja, piso, desván y terraza superior. Modesta, pero coqueta y con encanto. En la fachada destacan los guardapolvos y permódulos que soportan el voladizo de la cornisa, con llamativas decoraciones de estuco.
DECORACIONES
En la primera planta, el balcón corrido se convierte en un espacio común al que tienen salida tres aperturas, todas ellas enmarcadas por dos columnas corintias cuadradas con motivos florales en los capiteles, que simulan sostener los tres dinteles. En el central, una joven dama esculpida de semblante dulce y sereno me advierte desde el interior de su medallón que el toque afrancesado es solo eso, un detalle más en esta casa catalogada como de estilo ecléctico.
Un poco más arriba, el coronamiento, con el frontón redondeado y elementos decorativos de temática vegetal le dan la razón con aire modernista. Ruge el león protector de la casa, desde el punto más alto, sobre la fecha de construcción tamaño XXL en el timpanofrontón redondeado, que me ayuda a situarme en el tiempo: 1899.
HISTORIA
A ver, a ver... tiro de archivo. La Rambla de Fabra i Puig fue creada a finales del siglo XIX con la intención de unir el barrio de Sant Andreu de Palomar y el casco antiguo de Santa Eulàlia de Vilapicina. Convertida desde entonces en un lugar emblemático para residentes y visitantes de Barcelona, la rambla contaba en su origen con casas de una sola planta y jardines individuales, que aún se conservan en la actualidad.
Además, la centralidad de la avenida atrajo a la burguesía de la zona, lo que propició la construcción de viviendas modernistas en esos años. Et voilà, encaja a la perfección. La Casa Castellà es, por la fecha de construcción, una de esas casas de la época. Poco o nada sabemos acerca de la autoría del edificio ni de sus propietarios originales, pero todo en ella indica que fue un encargo de algún burgués que, aunque tal vez de fortuna modesta, quiso que su residencia familiar no pasara desapercibida.