En el número 4 de la calle Sant Carles de la Barceloneta, mantiene el tipo una casa que, pese a las reformas que ha sufrido, con el añadido de una casa lateral y la remonta de un segundo piso, aún permite distinguir la tipología original de las construcciones “setcentistes” de la Barceloneta, de planta baja y el primer piso. Claro que, a diferencia de su vecina del número 6, la Casa de la Barceloneta, esta no es conocida por su arquitectura, sino por lo que se cuece a fuego lento en su interior: 120 años de cocina marinera y tradicional catalana.

Can Solé es el restaurante más antiguo del barrio de la Òstia que ha funcionado de manera ininterrumpida desde su fundación. Nació en 1903 como una taberna de pescadores de la mano de Josep Homs, quien conservó el nombre del antiguo establecimiento, una tienda de aceites, jabones y alimentos propiedad de Gregorio Solé. De sus inicios como taberna conserva los grifos para lavar el pescado, las baldosas de las paredes y las mesas de mármol.

Calle en la que se encuentra el restaurante más antiguo de la Barceloneta INMA SANTOS

REFORMAS DEL RESTAURANTE

Tras la guerra civil, en 1939, reabrió como Restaurant Antiga Casa Solé. Su mayor reforma data de 1947, cuando, siguiendo el proyecto del arquitecto Marià Romaní, el local ganó el segundo piso. De esta reforma son también las pinturas de Alexandre Cifici escritor y profesor de diseño, que sobreviven en el primer piso del restaurante.

Siempre despuntó en la zona por su cocina, aunque fue en los años 50 y 60 del siglo pasado cuando la fama de Can Solé se consolidó entre las mejores marisquerías de Barcelona. Ya en 1995, Josep María García --miembro de la Chaîne des Rostisseurs y de la Cofradía de l’Arròs del País Valencià--, que había disfrutado de joven como comensal en el restaurante, se hizo con el timón de este barco que siguió navegando viento en popa a toda vela hacia la excelencia, en un homenaje diario a la cocina marinera, mediterránea y catalana.

'PEDACITO DE HISTORIA' EN EL BARRIO

Por sus mesas desfilan a diario especialidades en marisco, pescado y arroces, platos fuertes de una carta que planta cara a las pasajeras modas culinarias y que sigue apostando fielmente por una cocina de antaño elaborada con técnicas tradicionales. Por dentro y por fuera… un sabroso pedacito de historia del barrio.