Es una casa pequeña, de una sola planta y con terraza en la parte superior. Encajada en la medianera entre dos edificios mucho más altos, en el número 74 bis de la Rambla del Poblenou, llama la atención por su peculiar fachada, cargada de decoraciones y molduras típicas del eclecticismo, y su barandilla calada con motivos vegetales. Sobre la puerta principal, flanqueada por dos ventanas, un escudo da la bienvenida a la sede social del Club Deportivo Monopol.

LA ÚLTIMA DE SUS SEDES

En realidad es la última de sus sedes, porque el Monopol nació en 1928 en otro pequeño local en una recóndita calle de la llamada ‘França Xica’, en el Poble Sec. Dicen que el alcohol y el deporte no son buenos compañeros, pero, curiosamente, esta asociación deportiva que desde sus inicios fomenta el fútbol base, debe su origen a la marca de vermut que donó el dinero para las primeras camisetas de los jugadores y de la que tomó su nombre.



Con la guerra civil, la actividad del club cesó, pero tras acabar el conflicto, en 1943, un Metropol refundado estrenó nueva sede en un local de la calle Bac de Roda. Años después, se trasladó a una cooperativa de la calle Llull, antes de instalarse definitivamente en su ubicación actual, a principios de los años 70 del siglo pasado.

El restaurante del Poblenou encajado entre dos edificios con alma futbolera y sabor a vermut Inma Santos

TRADICIÓN Y AMBIENTE FAMILIAR

Hace ya años que los equipos de diferentes categorías del Monopol entrenan en los campos de la C.E. Vila Olímpica y en el Agapito Fernández, pero su emblemática sede ha perdurado en el barrio y mantenido su esencia de local social, de manera que sigue proponiendo actividades variadas: noches de swing, espectáculos de claqué, torneos de futbolín, ajedrez, música en directo o DJ los fines de semana y vermuts musicales.

Ya no es solo para socios, sino que está abierto a todo el mundo como restaurante y dispone de un acogedor patio interior donde comer, disfrutar de un brunch los domingos o hacer unas tapas y vermutear. Pero nada de lujos, ostentación ni pijerío, aquí reina el ambiente familiar “de estar por casa” con una pátina de solera y aire de otros tiempos. Huele a fútbol de barrio obrero y vasito de vermut.