El ojo seco es una de las patologías más frecuentes en oftalmología. La sensación de picor, arenilla, sequedad ocular, enrojecimiento, dificultad para abrir los ojos por las mañanas son los síntomas que manifiestan este trastorno.

El ojo seco suele estar vinculado a la disfunción de las glándulas de Meibomio, ubicadas en los párpados y que desempeñan un papel esencial en la formación de la capa lipídica de la película lagrimal, crucial para mantener la superficie ocular adecuadamente humidificada y lubricada. Cuando esta capa lipídica se ve alterada, la película lagrimal se rompe prematuramente, exponiendo la superficie ocular al aire y desencadenando un proceso inflamatorio que conduce a la enfermedad del ojo seco.

Causas y tratamiento

Las causas son diversas, y abarcan desde enfermedades autoinmunes hasta el uso intensivo de dispositivos electrónicos en la vida diaria. Aunque las lágrimas artificiales son la alternativa más utilizada, sabemos que es insuficiente para el tratamiento de este trastorno ocular. Debido a la variedad de factores implicados, la precisión diagnóstica se convierte en un aspecto crucial para ajustar los tratamientos de manera efectiva, casi personalizada para cada caso.

A pesar de los avances tecnológicos, las técnicas actuales aún no son completamente eficaces, especialmente en la evaluación del nivel de inflamación en la superficie ocular. Por ello, se exploran biomarcadores que puedan facilitar un diagnóstico más preciso.

Un estudio revelador

En los últimos años, innovadores métodos parecen sugerir una mejor fórmula para controlar esta patología y uno de ellos es el análisis de la lágrima, es decir, una biopsia líquida para ver los genes de la inflamación que están más activos (sobre expresados) y así poder establecer la pauta de tratamiento más efectiva, además de comprobar su evolución.

Un estudio pionero del Instituto Oftalmológico del Hospital Universitari Dexeus y el Laboratorio Pangaea Oncology ha arrojado luz sobre la utilidad de esta técnica molecular en casos de ojo seco vinculado a la disfunción de las glándulas de Meibomio.

El estudio incluyó a 27 pacientes con ojo seco y disfunción de las glándulas de Meibomio, así como a 22 sujetos sanos como grupo control. Los resultados fueron reveladores: 45 genes estaban sobre expresados en pacientes con ojo seco en comparación con el grupo control. Cinco de estos genes, identificados con una sensibilidad superior al 80%, formaron una ‘firma genética, que nos permite definir el tipo de ojo seco que tiene cada paciente y así ajustar mejor el tratamiento. Esta firma genética, posible gracias a técnicas de inteligencia artificial, simplificará los estudios y reducirá los costos de las pruebas, permitiendo una aplicación más rutinaria en pacientes con ojo seco.

Los autores del estudio, Ana Giménez y el doctor Carlos Verges, destacan que esta firma genética puede ayudar a los oftalmólogos en el diagnóstico y tratamiento del ojo seco, así como en la evaluación de la eficacia del tratamiento. Además, subrayan que este estudio ha sido el primero en abordar específicamente el ojo seco asociado a disfunción de las glándulas de Meibomio.

El doctor Carlos Verges y Ana Giménez, coautores del estudio QUIRÓNSALUD

“Hasta ahora, no se había publicado un estudio de biopsia líquida a partir de la lágrima para estudiar las características del ojo seco asociado a las glándulas de Meibomio. Este estudio tiene interés porque se ha realizado con pacientes que sufren este tipo de ojo seco, el más frecuente, que representa casi el 90% de todos los casos de ojo seco”, explica Ana Giménez, investigadora de Pangaea Oncology.

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