En pleno corazón de Barcelona, rodeado por los hermosos jardines del Parc de la Ciutadella, se alza un castillo que parece sacado de un cuento de hadas: el Castillo de los Tres Dragones. A pesar de su imponente presencia y su aspecto medieval, este edificio fue construido a finales del siglo XIX con fines muy diferentes a los que uno podría imaginar. Originalmente concebido como un restaurante para la Exposición Universal de 1888, el castillo ha vivido múltiples transformaciones a lo largo de los años, hasta convertirse en un museo que, lamentablemente, hoy está cerrado al público.

Diseñado por el reconocido arquitecto modernista Lluís Domènech i Montaner, el castillo se construyó en un tiempo récord para poder abrir sus puertas a los miles de visitantes que acudieron a la exposición. Su aspecto neogótico, con detalles ornamentales que recuerdan a fortalezas medievales, ha hecho que sea confundido con un castillo real. Sin embargo, detrás de sus muros de ladrillo y hierro se esconde una historia mucho más singular, que lo vincula al mundo de la restauración y la ciencia.

De restaurante a museo de zoología

Aunque comenzó como un restaurante, el Castillo de los Tres Dragones no mantuvo esta función por mucho tiempo. Tras la Exposición Universal, el edificio fue adaptado para convertirse en un museo. En 1920, se transformó en el Museo de Zoología, un espacio dedicado a la exhibición de colecciones científicas y naturalistas. Durante décadas, el castillo fue uno de los epicentros culturales y educativos de la ciudad, atrayendo a estudiantes, investigadores y curiosos interesados en la fauna y la biodiversidad.

El castillo de los Tres Dragons FLICKR

El interior del castillo, con sus amplios salones y techos altos, era perfecto para albergar grandes exposiciones. Los visitantes podían admirar desde esqueletos de animales hasta ejemplares disecados y fósiles, lo que hizo del Museo de Zoología una de las instituciones más importantes de su tipo en España. Sin embargo, con el paso del tiempo, las instalaciones del castillo comenzaron a mostrar signos de deterioro, lo que llevó a su cierre definitivo en 2010.

Un museo cerrado y un futuro incierto

Desde que el museo cerró sus puertas, el Castillo de los Tres Dragones permanece en un estado de incertidumbre. Aunque su fachada sigue siendo un punto de referencia en el Parc de la Ciutadella, el edificio no está abierto al público, lo que ha generado una sensación de abandono entre los barceloneses que recuerdan su importancia histórica. A pesar de los rumores sobre posibles proyectos de rehabilitación, hasta la fecha no se ha concretado ningún plan para devolverle su antiguo esplendor.

El castillo sigue siendo una estructura fascinante, y aunque no es posible acceder a su interior, su valor arquitectónico y simbólico lo convierte en una de las joyas ocultas de Barcelona. La ciudad, rica en patrimonio modernista, cuenta con muchos edificios emblemáticos, pero pocos tienen una historia tan peculiar como la del Castillo de los Tres Dragones, que empezó como restaurante y terminó siendo un museo clausurado.

Un monumento en espera de nueva vida

El futuro del Castillo de los Tres Dragones sigue siendo incierto, pero su ubicación privilegiada y su historia lo hacen merecedor de un proyecto de restauración. Mientras tanto, continúa siendo uno de los lugares más curiosos y menos conocidos de Barcelona, testimonio de una época en la que la ciudad se transformaba para mostrarse al mundo. Con su característico estilo modernista y su singular trayectoria, el castillo aguarda pacientemente un nuevo capítulo en su historia.