El Poblenou conserva la puerta de un garaje histórico: contraste entre pasado y presente
Un viejo cartel en letras rojas y negras recuerda el aparcamiento levantado sobre los terrenos donde Rafael Saladrigas levantó su primera fábrica de blanqueo de tejidos
La calle del Ebre, en Poblenou, es un pequeño apéndice de escasos metros, un rinconcito acogedor al que se asoman dos casitas bajas pintadas de tonos claros y un par de grafitis artísticos.
Desde la esquina con Marià Aguiló parece un cul-de-sac, pero no, unos metros más adentro desemboca en una curiosa puerta abierta sobre la que puede leerse en letras mayúsculas rojas y negras: "Garaje Saladrigas. Pje. Saladrigas 4-6 Entrada peatonal".
Tras la puerta, el espacio se abre para dejar al descubierto un amplio interior de manzana, tranquilo y cuidado, donde no falta algo de vegetación, una zona de juegos y algún banco aquí y allá.
Zona residencial
Al recinto se asoman, los balcones y ventanas de viviendas nuevas y viejas, de diferentes alturas, que convergen en este espacio ganado al pasado industrial para la gente del barrio, con salida al pasaje Saladrigas y las calles de Llull, Bilbao y Marià Aguiló, a través de ese apéndice que hoy es la calle del Ebre.
Ahí donde la veis, esa puerta abierta, con su viejo cartel en letras rojas y negras, bien podría ser una pieza de museo integrada en el paisaje urbano, un testimonio para el recuerdo del pasado de este barrio.
Durante años y hasta su derribo definitivo en 2019, este era el acceso peatonal al parking Saladrigas, ubicado en el número 4-6 del pasaje del mismo nombre. La historia del garaje acabó con su cierre en 2017, que dio paso a un ambicioso proyecto de viviendas de obra nueva, que dio lugar a 37 viviendas y convirtió, como por arte de magia, un espacio gris en un espacio agradable de aire residencial. Un espacio con una nueva vida que, sin embargo, no está dispuesto a olvidar su pasado.
Pasado industrial
Que quede constancia, señores, de que aquí hubo un garaje. Y no un garaje cualquiera, uno levantado sobre terrenos del "Manchester" catalán, que en su día fue el Poblenou. Justamente ahí, entre las calles del Ebre y Marià Aguiló (antiguamente Atila y Sant Pere del Taulat, respectivamente), Rafael Saladrigas fundó una pequeña industria de blanqueo de tejidos que perduró en esta ubicación hasta que un incendio, en 1883, obligó a construir una nueva fábrica unos metros más abajo, en dirección al mar: Can Saladrigas.
Lo que empezó siendo una pequeña fábrica dio lugar a una sociedad integrada por hijos, hermanos y sobrinos, que se disolvió en 1903. En 1913, Manuel Saladrigas fundó una Sociedad Anónima de Servicios Industriales Saladrigas Freixa, que alquiló los diferentes espacios a otras empresas.
En 1998, gracias a la sensibilización vecinal de proteger el patrimonio industrial, el Ayuntamiento de Barcelona decidió salvar del derribo el edificio principal, convertido actualmente en centro cívico y biblioteca. Pero es otro episodio del que nos ocuparemos en otra ocasión.