
María, dueña de la floristería más antigua de Barcelona Barcelona
María, la florista de toda la vida que sostiene un negocio centenario en Barcelona: "No necesitamos las redes sociales"
En este negocio en el corazón de la ciudad, con más de un siglo de historia, cada Sant Jordi se siente como un reto personal: una mezcla de presión, pasión y tradición
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En medio de la Rambla de Catalunya, donde el ruido del tráfico se mezcla con el murmullo de turistas y paseantes, hay un rincón detenido en el tiempo. No hace falta cartel para identificarlo: es uno de los grandes tesoros de Barcelona.
Basta con mirar hacia arriba: una buganvilla centenaria, de esas que han escuchado historias de todos los colores, se despliega en lo alto como un estandarte vegetal. Debajo, late el corazón de la floristería más antigua de la ciudad, fundada en 1920: María Ponsà Flors.

Exterior de la floristería María Ponsà Flors en Rambla Catalunya Barcelona
"Somos floristas, no solo vendemos flores"
Cuatro generaciones han recorrido los pasillos de este pequeño negocio familiar, que lleva más de un siglo funcionando a todo gas. “Somos floristas, no solo vendemos flores”, matiza María, la actual propietaria, en conversación con Metrópoli.
María, a pesar de llevar más de 30 años tras el mostrador, no se siente exactamente dueña: "Yo no me siento muy dueña del negocio, más bien lo describo como mi vida. Prácticamente, lo es", asegura.
Sant Jordi: el reto que vuelve cada año
El bullicio de Sant Jordi se siente en el aire mucho antes de que llegue el día. La ciudad se prepara para una de sus celebraciones más queridas, pero en esta floristería, con más de un siglo de historia, cada Diada representa un reto personal.
"Se prepara con muchísima ilusión, con muchísimo trabajo. Siempre es un auténtico reto", comenta la florista con orgullo.
A pesar de la emoción y la magia que rodean la jornada, también hay una sensación de presión que no se puede ignorar: "Aunque la cantidad de gente que viene puede angustiar, hace que este día sea muy especial," dice la propietaria.

Flores amarillas de la floristería María Ponsà Flors Barcelona
"Cuidado casi artesanal"
"Cada Sant Jordi se forma un tapón de gente. La gente espera horas a que le hagamos la rosa", añade.
Son muchos los motivos que llevan a las personas a comprar flores: "Aquí, cada rosa se elabora con un cuidado casi artesanal. No es solo una flor: es un mensaje", explica.
A su parecer, el secreto del éxito de su floristería es su capacidad de "captar a la persona para hacerle la flor que necesita".

Rosas de Sant Jordi de la floristería María Ponsà Flors Barcelona
Tradición y resistencia
Aunque los tiempos cambian, hay principios que permanecen. "Nosotros somos muy innovadores, pero a la vez muy tradicionales," dice la florista, resaltando la importancia de "respetar los métodos" que han hecho grande a este negocio.
Por ejemplo, nada de papel de plata. "Me negué desde el primer día," cuenta. En su lugar, usa materiales sencillos y respetuosos con el medio ambiente, como el papel reciclado y la tela de saco. ¿Su máxima preocupación? "Realzar la flor y que adquiera la belleza y el protagonismo que tiene que tener".

Interior de la floristería Maria Ponsà Flors de Rambla Catalunya Barcelona
"Clientes de varias generaciones"
Cada gesto aquí parece tener una raíz y un sentido. "Tratamos la flor como una obra de arte viva", cuenta. Y eso también se traslada al trato con la clientela, "fiel desde generaciones": "Tengo clientes que eran de mis abuelos, mis padres, y ahora vienen los hijos y los nietos", dice satisfecha.
A pesar de su longevidad y reconocimiento, su vocación sigue siendo la de un negocio pequeño, cercano y auténtico. “Tenemos vocación de lo sencillo. ¿Para qué crecer si ya no damos abasto?”, asegura la florista, destacando cómo prefieren mantenerse fieles a lo que les ha dado éxito: la calidad y el trato personal.

Maria Ponsá, dueña del negocio con Clara, florista, en la entrevista con Metrópoli Barcelona
Una tienda con historia
Aquí también vive la historia. Literalmente. Donde ahora trabaja Clara, su compañera, durante la guerra civil había una especie de refugio.
Su padre "escondía nacionales en territorio republicano y a republicanos cuando era territorio nacional". "La floristería es historia", sintetiza María.

Interior de la floristería Maria Ponsà Flors en Rambla Catalunya Barcelona
María fue amiga de los hermanos Espriu y compartieron muchas tardes en la floristería. Recuerda esa época con cariño, entre conversaciones y anécdotas de sus años de estudiante.
De hecho, el día que falleció Salvador Espriu María le llevó un clavel rojo al cementerio. "Esa flor tenía un significado especial para nosotros", dice.
"Nuestros seguidores son de carne y hueso"
En tiempos donde todo parece acelerado, donde el algoritmo dicta la belleza y la atención dura lo que un “scroll”, aún existen lugares donde el ritmo no lo marcan los clics. "Nuestro Instagram no funciona prácticamente. No lo necesitamos, nuestros seguidores son de carne y hueso", sentencia.

Interior de la floristería Maria Ponsa Flors de Rambla Catalunya Barcelona
Desde la floristería, según cuenta María, se alejan de la rueda de las redes sociales porque no quieren centrarse en las apariencias, sino "emocionar y poner la piel de gallina" con sus creaciones.
Sin catálogos ni ramos estándar
El vínculo entre las flores y las emociones es tan fuerte en esta floristería que incluso "el trabajo con novias se aleja de lo convencional".

Maria Ponsà, dueña de la floristería más antigua de Barcelona Barcelona
Aquí no hay catálogos cerrados ni ramos estándar. "Cada creación se construye en diálogo con la persona, desde su historia, sus gestos y hasta lo que no se dice".
Porque sí, cada flor tiene su momento. Y esta tienda parece conocerlos todos.