Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona

Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona LAIA GARRIGA

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"Ser padre me ha permitido acceder a emociones que como hombres nos han sido arrebatadas"

Roger Coma, conocido por su papel en 'Porca Misèria', 'Los Protegidos' o 'Gran Hotel', protagonizó en Barcelona ‘Un menú tancat’, una obra que cuestiona las masculinidades clásicas

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A estas alturas queda claro que a Roger Coma no le gusta ponerse límites. Ya sea sobre el escenario de un teatro, en el rodaje de una película o de una serie o ejerciendo de presentador, a lo largo de los años ha acumulado experiencias interpretativas que le han otorgado una perspectiva completa del sector artístico.

Desde su papel en la inolvidable producción televisiva Porca Misèria a la participación en proyectos de carácter nacional como Los Protegidos, Gran Hotel o Amar es para siempre, ha demostrado que no hay reto que se le resista.

Hace de locutor de radio, interviene en programas de entretenimiento e incluso ha explotado otras facetas como la de escritor, productor y guionista.

Pero sus trabajos más recientes delatan que existe un ámbito por el que siente debilidad: la cocina. En esta entrevista con Metrópoli profundiza al respecto con motivo de la obra que representó hace poco en la Sala Villaroel de BarcelonaUn menú tancat.

Pregunta: Primero fue Una teràpia integral, luego participaste en el concurso Cuina com puguis y ahora llega el turno de Un menú tancat. ¿Todo esto es casualidad o sientes cierta predilección por la cocina?

Me gusta mucho cocinar, pero esta última ocasión ha sido más accidental, todo ha venido rodado. También es fruto de un momento en que la gastronomía ocupa un lugar muy importante en nuestras vidas. Creo que funciona porque en el sector de la hostelería hay unas jerarquías muy antiguas, muy construidas y muy anquilosadas que sirven para explicar este mundo clásico de masculinidades.

Precisamente, uno de los temas más polémicos que trata la obra es la capacidad o la incapacidad de expresar abiertamente nuestros sentimientos delante de los demás. ¿Cuál es tu experiencia personal sobre ello?

He hecho dos viajes respecto al tema de la emoción. Uno tiene que ver con el trabajo de actor, donde estás muy expuesto al tratar ciertos temas y a la vez estás protegido. No lo tocas de forma muy personal, pero te acercas a las emociones de una manera abstracta y ese es el material con el que trabajamos. El otro tiene que ver con la paternidad, ser padre me ha permitido acceder a determinadas emociones que como hombres nos han sido arrebatadas. No tenemos derecho a acceder a la ternura o a la tristeza y desde esta paternidad posmoderna nos piden que seamos personas más sentimentales. Lo he disfrutado mucho.

¿Consideras que, de algún modo, has roto esa barrera impuesta externamente para dejarte llevar?

Supongo que sí. En mi hijo Roger, de dieciséis años, veo a alguien que no dejaba de bromear porque era incapaz de identificar lo que sentía en cada momento y ahora con la edad ha adquirido cierta deconstrucción. 

Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona

Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona LAIA GARRIGA

¿Si pudieras crear un plato que te retornara a un momento concreto de tu vida, a dónde volverías?

Me acuerdo mucho de la casa de mis primos en Aguilar de Segarra. Allí comíamos unas butifarras que no he vuelto a comer nunca más, parecidas a la butifarra de Calaf. Si me las comiera ahora probablemente se me caería una lágrima. 

Eduard, tu personaje en Un menú tancat, ni siquiera se planteaba la opción de ir al psicólogo cuando es evidente que lo necesita. ¿Qué opinas de la poca importancia que damos como sociedad a la salud mental, considerándola incluso un tema tabú?

Somos producto de una manera de funcionar adaptada a un medio. Somos máquinas que actúan dentro de un contexto y ahora la maquinaria del momento pide un contexto mucho más expresivo. Se valora que tengamos opinión, pero al mismo tiempo nos someten a un nivel de presión altísimo. Se nos pide una opinión, pero se juzga de forma productiva porque tenemos que dar un rendimiento. La salud mental es un tema que ha colgado de un hilo. Ahora se visibiliza, pero depende del contexto, aún continúa siendo algo muy complejo, más en ámbitos como el que se explica en la obra: directivos de banca, ámbitos muy clásicos… sigue siendo un tema tabú hoy en día.

¿Has recibido alguna opinión por parte de los espectadores que han visto la obra que te haya sorprendido? 

Nunca había hecho una función en que los espectadores tuvieran la necesidad de agradecer mirándote a los ojos, de una forma incluso exagerada en algunos casos, dejando claro que la historia les ha llegado. ¡Y hombres! Generalmente, a los hombres les gustan las piezas teatrales, pero no tienen facilidad para expresar el valor desde lo afectivo o lo emocional. Aquí se sienten tan interpelados y forzados a hacer una aproximación emocional que a menudo los encuentro descolocados pero muy agradecidos.

¿Prefieres interpretar personajes con los que empatizas o te parecen más interesantes aquellos que son opuestos a ti?

Puedes llegar a empatizar con muchísima gente, aunque técnicamente dirías que esa persona es violenta, nefasta o tiene un gran desconocimiento de sí misma. Creo que esos personajes son mucho más interesantes porque todos tenemos arquetipos en la cabeza con los que hemos convivido y el teatro da mucho juego. Te ríes y a la vez colocas a esos personajes en situaciones de peligro, lo cual es muy enriquecedor para la audiencia.

Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona

Roger Coma en la Sala Villarroel de Barcelona LAIA GARRIGA

Presentaste el programa Caigut del Cel, hace unos años publicaste novelas y actualmente te atreves con el monólogo No ho hauria de fer. ¿Hay algún género o proyecto que tengas pendiente y que aún no te haya surgido la oportunidad de explotar? 

Estoy muy contento con el monólogo porque es como una variación, el primo del mundo del actor. Lo que hago no es exactamente un stand-up, pero sí que hay un diálogo de una persona sola construyendo un discurso. El tema del monólogo interior, el diario personal, la autoficción, eso es algo que siempre me ha interesado, a medio camino entre la verdad y la construcción narrativa. El teatro me gusta, pero tiene un artilugio muy grande, en cambio, trabajar con estos mínimos me excita mucho. En este momento si hay algo que me pone nervioso es hacer los monólogos. 

¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de tu profesión?

El teatro tiene un elemento muy repetitivo que a veces se hace cuesta arriba, pero al mismo tiempo te permite realizar una especie de revisión personal, no tan emocional o psicológica, sino de ti mismo como instrumento. Ejerces de canal comunicador. En la comedia que estoy haciendo ahora tiene una reacción muy inmediata y es excitante descubrir qué está funcionando y qué no y ver que cada día está vivo. Esa es una de las cosas más seductoras del teatro.

Llama mucho la atención la forma poco convencional en que utilizas las redes sociales, siempre desde un tono crítico o humorístico. ¿Las consideras una buena herramienta o más bien un peligro?

Me horripila que la gente las utilice solo para hacer marketing, pero me fascinan como vía expresiva, como galería de arte humano, con una libertad absoluta y que se renueva continuamente. Me siento siempre anticuado. La utilización mercantilista es tóxica, como lo es la publicidad en todas partes. 

¿La gente se toma demasiado a la ligera la posibilidad de opinar acerca de todo?

Totalmente, pero también tenemos la piel más fina que nunca. Está muy bien ofrecer, herir y ofenderse, no hace falta darle tanta importancia. Es una vía de expresión muy necesaria, muy útil y muy inteligente, aunque se tiene que saber valorar.