El evento FNAC por la inauguración de su tienda en Las Ramblas
Mi FNAC
Siempre que entro en alguna sede de la FNAC en España, como la nueva en la Rambla de Barcelona, o en Francia, me embarco en un viaje al pasado y recuerdo cuando descubrí esa marca durante mi primer viaje a París en 1974, con dieciocho añitos de edad y en compañía de mi amigo Joan Navarro
Así es la nueva macrotienda de Fnac en las Ramblas: 3000 m2, cinco plantas y "vistas privilegiadas"
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Se inauguró recientemente la nueva sede de la FNAC en la Rambla, donde estuvo la legendaria Sastrería Modelo, en sustitución de la que estaba en la calle Vergara, esquina Rambla de Catalunya. Es algo más pequeña que la original, pero debo reconocer que apenas se nota y que -por lo menos, recién estrenada- da gusto verla.
Eso sí, como siempre que entro en alguna sede de la FNAC en España o en Francia, me embarco en un viaje al pasado y recuerdo cuando descubrí esa marca durante mi primer viaje a París en 1974, con dieciocho añitos de edad y en compañía de mi amigo Joan Navarro, un loco de los tebeos con el que posteriormente fundaríamos (1982) la revista Cairo, para reivindicar la línea clara de Hergé y chinchar un poco a José María Berenguer, que en paz descanse, editor del mensual El Víbora y adalid de la línea chunga.
En aquellos tiempos, en España, los cómics no le interesaban prácticamente a nadie, mientras que en Francia gozaban de un seguimiento más que notable, como pudimos comprobar cuando entramos en nuestra primera FNAC (la de la Rue de Rennes, número 136, en el corazón de Montparnasse) y vimos que en la sección dedicada a los tebeos había un montón de gente tirada por el suelo y con la mirada clavada en el álbum de su elección.
Dos emprendedores trotskistas
Además de cómics, en la FNAC había discos (de vinilo, claro), muchos discos, entre novedades que llegarían tarde a España y obras maestras que nunca habían sido editadas en nuestro país (durante esa primera visita pillé, si no recuerdo mal, el 1919 de John Cale). Y entre una cosa y otra, adoptamos la muy catalana figura del Pagés enlluernat (o campesino deslumbrado) que acaba de acceder a una prodigiosa cueva de Alí Babá llena de productos culturales largamente anhelados.
Sé que quedaría mejor diciendo que, nada más llegar a París, me propulsé a la sede de Ruedo Ibérico, pero no fue así: infantilón y americanizado que era uno.
Así es la nueva macrotienda de Fnac en las Ramblas
La FNAC de la calle Rennes se convirtió en MI FNAC. Visité otras en París, pero mi favorita siempre fue esa, probablemente porque el primer contacto tuvo ribetes de epifanía. Supongo que es difícil de entender esa sensación ahora que en España se puede encontrar de todo, pero es que en esa época no había ni Coca Cola en lata. El franquismo no solo perjudicó a los lectores de Ruido Ibérico, sino también a los consumidores de cómics devotos también de la música pop.
La FNAC se fundó en 1954 y sus siglas correspondían a Federation Nationale d´Achats de Cadres (Federación Nacional de Compras para Ejecutivos). La crearon dos emprendedores trotskistas llamados André Essel y Max Théret, que en su gloria proletaria estén. La idea inicial consistía en acercar la cultura a las clases populares, aunque por el camino esas buenas intenciones se fueron abollando un poco.
Esa antigualla, los discos
En 1994, la FNAC fue adquirida por el millonetis François Pinault, propietario de grandes almacenes. Y en 2016, la firma del señor Pinault se amplió para incluir al grupo Darty, potente mastodonte empresarial. Así pues, nada queda ya de las nobles ideas de los señores Essel y Théret, pero la FNAC sigue siendo un buen sitio en el que echar la mañana (y no precisamente a los cerdos) en busca de ordenadores, teléfonos móviles, videojuegos, televisores, libros, tebeos y (cada vez menos) discos, esa antigualla a la que algunos seguimos enganchados, como si quisiéramos demostrar que vivimos más en el siglo XX que en el XXI.
La primera sede en España fue la de Madrid, en 1993. Cinco años después llegaría la de Barcelona, que ahora inicia una vida en una nueva, aunque muy cercana, localización.
Reconozco que cada vez la frecuento menos, pero cuando me entra la nostalgia de los viejos descubrimientos culturales (cuando no sabía inglés, leía traducciones francesas de autores norteamericanos), me acerco a la conocida como FNAC de la plaza de Catalunya (equidistante de Vergara y de la Rambla) y recuerdo mi primera entrada en la sede de la Rue de Rennes y el contundente stendhalazo que me llevé.
Es lo malo de la edad: que ya no hay stendhalazos como los de antes.