El salón del Cómic de Barcelona, en una edición anterior / EUROPA PRESS

El salón del Cómic de Barcelona, en una edición anterior / EUROPA PRESS

Vivir en Barcelona

Vuelve el Salón del Cómic de Barcelona

Las últimas ediciones del evento ratifican el triunfo del manga japonés y el superhéroe americano frente al tebeo de autor español

28 marzo, 2023 00:00

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Los días 31 de marzo y 1 y 2 de abril tendrá lugar en el recinto ferial de la plaza de España la nueva edición del Salón del Comic de Barcelona. Concretamente, la que luce el número 42 (o 40, si descontamos los dos años en que no se celebró el Salón por problemas económicos, 1986 y 1987). Hagamos un poco de historia: el Salón barcelonés nació en 1981, de manera algo insegura y desorganizada al principio (hubo autores que denunciaron el robo de sus originales, entre otras desgracias), y yo diría, sin que me ciegue la amistad, que se consolidó entre 1988 y 1994, cuando lo dirigió el incansable Joan Navarro, con el que habíamos creado la revista Cairo en 1982, abanderada de la llamada Línea Clara en homenaje a Hergé y su legado. El Víbora, nacida en 1980, se inventó la Línea Chunga para llevarnos la contraria en una involuntaria pugna seudo ideológica que nos divirtió mucho a los que la protagonizamos, aunque no nos la tomáramos tan en serio como el aficionado de a pie.

En esa época, uno andaba muy metido en los asuntos del cómic y circulaba por el Salón como Pedro por su casa, saludando a colegas, amigos y conocidos y creyendo, pobre de mí, que los tebeos habían alcanzado por fin el estatus de respetabilidad cultural y viabilidad comercial al que aspirábamos a principios de los 80, cuando El Víbora y Cairo contribuyeron notablemente a dicho espejismo. Con el paso del tiempo, lamentablemente, uno ha ido viendo que el período álgido de los comics de autor en España se acababa, como se acaban tantas cosas, y todo volvía, lamentablemente, a su lugar.

DOMINIO EXTRANJERO

Actualmente, el mercado se lo reparten los súper héroes norteamericanos y los manga japoneses y el tebeo de autor, aunque se edite más que nunca gracias a unas cuantas bienaventuradas editoriales independientes, vende poquísimo en comparación con los grandes éxitos de los géneros recién citados (uno de esos editores independientes me comentó en cierta ocasión que las ventas medias de un cómic español de autor podía quedarse en los 300 o 400 ejemplares, a no ser que abordara un tema social de cierto peso).

Hace años que no me paseo por el Salón del Cómic de Barcelona como Pedro por su casa porque me he ido alejando del medio, apenas conozco a nadie de la gente con la que me cruzo y me doy cuenta de que mi tiempo ha pasado. Nada que objetar, todos envejecemos. Lo importante (o no) es que sigo paseándome por el Salón como el asesino que vuelve al lugar del crimen, recreándome en la nostalgia de cuando aquello era un hogar (no muy) lejos del hogar, aunque recordando a todos los camaradas que se me han ido quedando por el camino (el año pasado, sin ir más lejos, Gallardo y Mediavilla, los papás de Makoki y su cuadrilla). La sensación es agridulce. Los dibujantes de mi generación, por regla general, o se han medio jubilado o sobreviven como pueden en un mercado que no se porta demasiado bien con ellos. Me pasa lo que al personaje de aquella zarzuela que cantaba lo de Hace días que vengo al taller y no sé a qué vengo. Cada visita al Salón es para mí un recordatorio de mi paulatina decrepitud y la constatación, en el fondo, de un fracaso: lo que intentamos en los años 80, no lo hemos conseguido. Por eso, tras cruzar algunas palabras con viejos amigos o dibujantes con los que trabajé en diversos álbumes, suelo salir del recinto ferial haciéndome la firme promesa de no volver jamás a ese Salón que, por cuestiones de edad y de decepción, ya no siento como mío.

Dos asistentes disfrazados en el Salón del Cómic | HUGO FERNÁNDEZ

Dos asistentes disfrazados en el Salón del Cómic | HUGO FERNÁNDEZ

Pero al año siguiente vuelve el Salón y vuelvo a visitarlo sin saber muy bien por qué. Intentaré no hacerlo entre el 31 de marzo y el 2 de abril, pues cada vez se impone más la tristeza a la diversión, pero no sé si lo lograré. Por otra parte, seguiré comprando comics. Cada vez menos, pues pocas son las novedades que me interpelan (de momento, espero que llegue octubre para adquirir el nuevo libro de Daniel Clowes publicado por la editorial norteamericana Fantagraphics). Una serie de circunstancias sobre las que no me extenderé ha hecho que me sienta (juro que no intento ponerme melodramático) expulsado de un mundo en el que fui muy feliz y al que me hago la ilusión de volver cada vez que visito el Salón de Barcelona, pero nada es como (yo creía que) era en mi juventud. Ha llegado el momento de aceptar estoicamente el final de una etapa de mi vida, y lo primero que debo hacer para ello es dejar de acercarme al recinto ferial de la plaza de España cuando se celebra el Salón del Comic. A ver si lo consigo este año. Deséenme suerte.