En el Raval ya mandan los okupas. Y un tipo de okupas muy especial que no entra en los domicilios ajenos por sus problemas económicos o porque les han desahuciado de sus viviendas por impago. Nada de eso. Son okupas con intenciones delictivas. Más aún. Actúan como auténticas bandas organizadas que empuñan la amenaza como arma y hacen la vida imposible a los habitantes de los edificios en los que entran dando una patada en la puerta. El fenómeno va al alza y se está expandiendo por el barrio como un reguero de pólvora sin que nadie le intente poner remedio hasta ahora. Solo las víctimas.
Lo más triste de este drama no son solo el sufrimiento, el miedo y la angustia con los que viven las familias que tienen la mala suerte de que una banda de squaters se cuele en una escalera. Lo más triste es que los okupas actúan con total impunidad y nadie puede echarlos aunque los pillen in fraganti en el momento de reventar la cerradura. Cuando entran en un piso ya no salen. Se dedican a sus trapicheos y a incordiar al prójimo. Al contrario, intentan que el resto de los inquilinos del bloque huya despavorido y abandone sus viviendas para que así puedan ser okupadas por otros de sus compinches.
Cada día es un infierno en una edificio del Raval con okupas. Insultos, amenazas verbales y con armas blancas, empujones, violencia... Metropoli Abierta ha sido testigo directo de uno de estos lamentables episodios, en el que unos envalentonados okupas que se saben impunes machacan a sus convecinos. Es solo un ejemplo de lo que está pasando con el silencio complice de las autoridades municipales. “No nos ayudan. El ayuntamiento está obsesionado con los pisos turísticos y los persigue pero esto es mucho peor y no se hace nada para evitarlo”. “Estamos solos y abandonados” explican un grupo de vecinos del Raval Sur que desde hace dos días tienen a una panda de indeseables como inquilinos forzosos de la última planta.
DEPRESIONES, SUICIDIOS Y PASTILLAS
No es la primera vez que a la comunidad de este bloque le pasa esto pero tienen la suerte de que son valientes. Igualmente, la situación es insufrible. “Uno de los propietarios acabó suicidándose por culpa de la última okupación. Ya no pudo más”, denuncia el presidente de la comunidad de vecinos. Las depresiones y los ataques de ansiedad están a la orden del día en el Raval. “Lo dicen todos los médicos. Pregúntales”, sugieren. Quien más quien menos necesita algún tipo de pastilla para conciliar el sueño o para que no se le coman los nervios.
Los okupas saben lo que hacen. Actúan según un manual y buscan a las víctimas más débiles de cada escalera para cebarse con ellas y usarlas como vulnerables escudos humanos. Las víctimas más propiciatorias son las personas mayores y los numerosos homosexuales que están instalados en el barrio. “Nos ven más débiles y van a por nosotros porque saben que no vamos a ser violentos con ellos. Vivimos aterrados”, solloza un vecino casi entre lágrimas. “Son muy homófobos”, asegura. Por eso se plantean denunciarles “por un delito de odio,. A ver si así conseguimos que los echen”.
El relato que viene a continuación es solo un capítulo más de los que ocurren a diario y cada vez con mayor frecuencia en el Raval, pero no por eso deja de ser estremecedor.
"OS VAMOS A PARTIR LA CABEZA A TODOS"
El presidente de la escalera se acerca a la puerta del domicilio de los okupas, un cuchitril de poco más de 15 metros cuadrados situado en la azotea y que en su día fue la vivienda del portero. La puerta se abre con facilidad porque está abombada por la humedad. El vecino asoma la cabeza a ver si hay alguien dentro o si se ha producido un milagro y se han marchado.
Pero no se han marchado. Al escuchar como la puerta se abre de un golpe, los squaters (tres chicos y una chica bastante jóvenes) salen en tropel y se enfrentan enfurecidos al presidente y al grupo de vecinos que le acompañan.
- “Os vamos a partir la cabeza a todos. Y a ti al primero, viejo. Ya te pillaremos en la calle”, le dicen al presidente, quien les pide de muy buenas maneras que se vayan de la escalera. Pero no le hacen caso, el día de la okupación lo amenazaron con una navaja. Se mantiene firme y entonces el grupillo la emprende directamente con la pareja de vecinos homosexuales.
-"Maricones de mierda. Vamos abajo, a la calle, que os vamos a partir la cabeza, maricones".- También increpan a una vecina a la que vejan con insultos muy graves, mientras le recuerdan que ellos conocen sus derechos. Y la llama se enciende aún más cuando descubren que están siendo grabados.
-"El que va a pillar es el del móvil. ¡Vas a pillar! Te vamos a quitar el iPhone", le advierten.
Y el colmo de los colmos. Los okupas se consideran atacados por los vecinos y llaman a los Mossos d'Esquadra para que vengan a rescatarlos.Se identifican telefónicamente directamente como "los okupas", sin ningún reparo.
-"Lo que has hecho es un robo con fuerza. Te va ir a de aquí esposado, gilipollas",- le escupen al presidente. -"Hoy vas a dormir en Les Corts (la comisaría de los mossos) y nosotros en nuestra casa".
El presidente les responde que "de acuerdo", que llamen a los mossos.
-"Te vamos a tirar por la escalera".- le amenazan.
Un fragmento del enfrentamiento verbal entre okupas y vecinos de un edificio del Raval grabado en vídeo
LA POLICÍA NO PUEDE HACER NADA
La tensión crece. Pero nadie cede un ápice. Todo el mundo permanece inmóvil repartido entre el replano y los últimos escalones, a la espera de que lleguen los agentes, quienes al cabo de interminables minutos, aparecen. Identifican a los okupas, tranquilizan a los vecinos y poco más. Confirman que al menos uno de ellos tiene antecedentes, y se van. “No podemos hacer nada”, reconoce uno de los policías, que culpa a la despenalización de la okupación como raíz del mal. “Solo puede sacarlos de aquí un juez”.
Al irse los mossos, la situación se calma y cada vecino se encierra en su piso en busca de refugio o sale a la calle a respirar algo de aire. La experiencia ha sido muy dura, muy hiriente. Los okupas aseguran la cochambrosa puerta de su piso okupado para que no haya más vivitas inesperadas y se enclaustran. Es solo un punto y seguido. No es el punto final. Uno de los okupas todavía tiene la desfachatez de decirle al vecino homosexual que ellos okupan “porque Colau dice que tenemos derecho a la vivienda, tenemos derecho a okupar”. Tal vez ese sea el motivo por el que los okupas sigan impunes. Tal vez esa permisividad también sea el detonante de que el Raval se esté convirtiendo en una pesadilla para muchos de sus habitantes. Mal asunto.