En sus 103 años de historia, la sombrerería Mil ha resistido a revueltas, dictaduras y a la Guerra Civil. Ahora, la pandemia amenaza con cerrar este emblemático negocio del Gòtic barcelonés. Núria Arnau (61 años), la cuarta generación de este negocio, es el reflejo de la incertidumbre que viven centenares de tenderos. Los comercios reclaman un plan de choque "inmediato" para evitar una posible sangría de cierres antes de finalizar 2020. De momento, según datos de la Federación de comercios Barna Centre, 200 comercios del barrio de Ciutat Vella han bajado la persiana de manera definitiva desde el pasado 14 de marzo cuando el Gobierno proclamó el estado de alarma,

"La situación es alarmante. Ahora mismo no sabemos si estos locales volverán a abrir, cambiarán de licencia o están cerrados definitivamente. O, lo que es peor, si esa cifra va en aumento", lamenta Teresa Llordes, la presidenta de esta entidad que agrupa a unos 600 comercios. El Gran Café es el último local histórico que ha echado el cierre víctima de la crisis de la Covid-19. Mercè Vins, una popular tasca que sirvió comidas durante 40 años, anunciaba recientemente su adiós definitivo planificado, en principio, para junio de 2021.

CAÍDA DE LA FACTURACIÓN

El escenario de cierres es desolador en el centro de Barcelona. Una de cada tres empresas asociadas a Barna Centre ha terminado su trayectoria ahogada por la falta de clientes. La poca presencia de turistas ha supuesto un duro golpe a los ingresos, que no se ha visto amortiguado durante este verano. Los cierres provisionales en el Gòtic ascienden hasta el 40% de los 600 negocios agrupados bajo la federación.

Arnau emplea a ocho personas, en estos momentos en un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE). La facturación en la tienda de la calle Fontanella ha caído entre un 70% y un 80% desde marzo. Los clientes, que un sábado habitual se cifraban en una treintena, ahora apenas se cuentan con los dedos de una mano. La empresaria destina la mitad de la caja mensual a pagar los 6.500 euros de alquiler del local, el mayor lastre para los comercios.

Locales cerrados en el barrio del Gòtic de Barcelona / G.A



"Yo me veía capaz de ir aguantando, creía que podría asumir mínimamente la situación, pero ha sido terrible", relata.  En los primeros meses de pandemia, una empresa del IBEX aplicó una rebaja en el alquiler a la propietaria del local de 80 metros cuadrados de superficie. Desde julio ya no le perdona un euro. Si el comercio no remonta en los próximos meses, sobrevivir hasta 2021 supondrá una quimera para esta comerciante.

ALQUILER DE LOCAL

Desde Barna Centre explican que los pequeños propietarios son más flexibles y se amoldan al actual panorama económico. "Son los que más se ponen en nuestra piel. Se dan cuenta del sufrimiento de los comerciantes. Es fácil comprobar que no hay clientes. Es difícil pedirle a un comerciante que te pague un alquiler elevado en esta situación", señala la representante de las tiendas del Gòtic, que ve una oportunidad en la actual coyuntura. "Es el momento de darle la vuelta y atraer otra vez al público del área metropolitana y de la ciudad. La pandemia nos ha enseñado que el modelo actual, enfocado al turismo, no ha funcionado", observa.

Los comercios denuncian la "suciedad" de las calles del casco antiguo de Barcelona. Esta semana, la entidad pedirá en una reunión al Ayuntamiento de Barcelona que "se ponga las pilas" en la limpieza. "Al final todo suma", insiste. A pesar de las dificultades, Arnau se muestra optimista de cara a la campaña de Navidad que podría ser "buena". "A ver qué tal va, la gente tiene ganas de consumir", afirma.

CALLES DESIERTAS

La histórica sombrerería, cuyo negocio empezó hace 163 años, afronta el problema añadido que conlleva la moda. "Nosotros compramos el género con 10 y 12 meses de antelación. He pagado un género que ya no venderé", describe Arnau, que acaba de adquirir los sombreros y boinas para el próximo verano, un pedido que apenas llega a la décima parte de lo que adquirió el año pasado.

Fachada del Palau de la Música, en el Gòtic, en una imagen durante la pandemia / G.A



La pandemia también ha hecho más visible aún la marcha de los vecinos del barrio de los últimos años provocada por la subida de los alquileres. El resultado, con una ciudad sin turistas, clientela crucial hasta ahora en el centro de Barcelona, dibuja unas calles del Gòtic desiertas que hacen insostenible que muchas tiendas sobrevivan a la parálisis económica.

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