La plaza del mercado de la Barceloneta / GUILLEM ANDRÉS

La plaza del mercado de la Barceloneta / GUILLEM ANDRÉS

Ciutat vella

Los grandes problemas de la Barceloneta: robos violentos y mafias de la okupación

El barrio de Ciutat Vella sufre el incivismo en forma de botellones y fiestas ilegales

18 febrero, 2021 00:00

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Entre las 19.00 y 20.00 horas, Laura Odriozola cierra la persiana de su farmacia y pasa a atender a sus clientes por los agujeros de la ventanilla de guardia. Es su escudo particular, una medida de seguridad que ha implementado para protegerse de los robos que sufre su local, en la calle Maquinista de la Barceloneta. Los cinco atracos violentos sufridos en los últimos cuatro meses en este negocio reflejan una preocupación por la inseguridad denunciada por vecinos, comerciantes y dos partidos políticos de la oposición (ERC y Ciudadanos). También la corrobora la Asociación de Vecinos de la Barceloneta: crece la violencia en los asaltos en comercios, y también contra personas. L’Ostia, la otra entidad vecinal del barrio rebaja la situación, aunque admite la existencia de puntos negros. El Ayuntamiento de Barcelona ha evitado responder a las preguntas de este medio.

Hace un par de semanas un grupo de ladrones asaltó a una pareja, lanzándola al suelo y propinándoles patadas. La pandemia ha obligado a los rateros a desviar su diana hacia los ciudadanos locales, más atentos a cualquier robo, lo que conlleva que ofrezcan más resistencia. En el barrio de Ciutat Vella también usan patinetes eléctricos, desde los que efectúan los clásicos tirones. “Ahora atracan a los nacionales y la cosa se complica porque estamos más espabilados”, comenta la farmacéutica.

VIOLENCIA

Odriozola invirtió hace un año en una costosa máquina donde guarda el dinero en efectivo sin la necesidad de tener una caja que se abre y cierra. Es una especie de caja fuerte anclada al suelo, imposible de mover. Una garantía antirrobo que hace unos meses provocó la ira de un atracador que llegó al local en patinete y entró amenazando con un cuchillo de grandes dimensiones. Impotente, lanzó contra el suelo el ordenador que controla el dispositivo, valorado en 1.200 euros. En 12 años, dice, fue la primera vez que la atracaban con una arma. En otro episodio reciente, el atacante lanzó al suelo a una mujer embarazada destrozando algunas estanterías.

Lourdes López, en la esquina donde vende cupones de la lotería, el pasado jueves / G.A

Lourdes López, en la esquina donde vende cupones de la lotería, el pasado jueves / G.A



 

Esta farmacéutica está acostumbrada a los hurtos de los consumidores de drogas habituales de la zona. Dice llevarlo con “mucha dignidad” y se apaña manejando a estos clientes que acuden para comprar jeringuillas (más de 3.000 al año). Cuando intentan llevarse algo les recrimina su actitud y, en ocasiones, hasta piden perdón. Pero el “miedo” que causan los asaltantes es diferente. “El problema es la violencia con la que entran, intentado pegar a la primera de cambio”, denuncia la vicepresidenta de la asociación de comerciantes (ACIB). En 12 años, dice, es la primera vez que le atracan con un arma.

OPERATIVOS POLICIALES

“Recientemente ha habido tres actuaciones policiales potentes (Mossos d’Esquadra, Guardia Urbana y Policía Nacional) que han servido para sacar de circulación gente indeseable, pero existen redes delictivas, muy reincidentes, que son difíciles de controlar”, apunta Manel Martínez, vicepresidente de la AAVV de la Barceloneta. Lourdes López, de la Asociación de Vecinos l’Òstia señala diferentes puntos que generan inseguridad: el trapicheo de la calle Baluart, los tirones (robos) en la calle Judici, las personas que duermen en la arena de la playa, al lado de la estatua de los cubos, y el Parque de la Catalana, muy poco iluminado. Aun así López evita hablar de una sensación de inseguridad general.

Cruce de la calle de Pepe de Rubianes con Sant Elm / GUILLEM ANDRÉS

Cruce de la calle de Pepe de Rubianes con Sant Elm / GUILLEM ANDRÉS





 

Edu, un comerciante del barrio considera que el gran flujo de gente que llega y se va produce una sensación de inseguridad. El pasado verano, este vecino de 45 años sufrió en su tienda una paliza por parte de dos jóvenes que le dejaron inconsciente. "Fueron a hacer daño, no robaron nada", recuerda, pero sí a una clienta. Lo considera un hecho violento aislado, aunque reconoce que el barrio ha cambiado mucho a raíz de la inmigración y que es difícil conocer a tu vecino. "Antes, cuando te robaban la radio del coche, pedías explicaciones y sabías quién había sido. Esto se ha perdido. Te crea cierta inseguridad el hecho de no saber a quien tienes delante". 

A PUNTA DE PISTOLA

La calle Maquinista es uno de los puntos problemáticos. En esta vía, una de las más transitadas, con numerosos comercios y restaurantes, se produjo el 15 de enero un atraco a punta de pistola a las 9.10 horas. Ocurrió en un estanco, regentado en ese momento por un hombre de 65 años y su mujer. El atracador golpeó con la culata del arma, que estaba cargada, en la cabeza del tendero. En su huida, el ladrón chocó contra un chico y la pistola cayó al suelo. El hombre consiguió evitar a la policía y los agentes recuperaron el arma. "Aquí siempre ha habido robos", comenta un trabajador que explica que es habitual que acudan al negocio chicos de origen extranjero a comprar tabaco con tarjetas robadas.

Agentes de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana, tras el asalto en la Barceloneta / HELPERS

Agentes de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana, tras el asalto en la Barceloneta / HELPERS



 

1.000 EUROS POR OKUPACIÓN

Las mafias de la okupación es otro elemento que desestabiliza la convivencia en puntos concretos del barrio. Hace unos días los vecinos denunciaban a la policía la existencia de un grupo de personas extranjeras que cobran 1.000 euros por tumbar una puerta, cambiar la cerradura y alquilar la habitación a personas en condiciones precarias. "Hay personas que ojean los pisos y que avisan a estas redes y los asaltan para hacer negocio", cuenta Martínez, que ha detectado tres casos confirmados en un mes. No es una situación exclusiva de la Barceloneta, también ocurre en el Raval, Besòs i Maresme y en otros barrios de la ciudad. 

Las redes criminales suelen beber de diferentes ramas de actuación. Con frecuencia, el tráfico de drogas se mezcla con estas mafias de la okupación. "Todo se interrelaciona. Los delitos contra el patrimonio, salud pública y tráfico de personas, que también hay. Existe una oportunidad que son las viviendas vacías y allí cometen los delitos", describe Jordi Coronas, concejal de ERC en el Ayuntamiento y presidente del distrito de Ciutat Vella. El regidor explica que la policía actúa "bajo presión". Los agentes se deben ceñir a las investigaciones policiales cuyo objetivo, antes de actuar, es localizar y cortar todos los "tentáculos" de la red criminal, señala Coronas, que se postuló como regidor de Seguridad de Ernest Maragall en las últimas elecciones municipales.

Los pisos okupados también se usan para el almacén y distribución de sustancias. El panorama es cambiante y estos grupos cambian rápido de piso, según la circunstancia. En la calle Baluard, unos operarios trabajaban este viernes en la reforma de una vivienda que estuvo okupada durante muchos meses. A unos metros, otros bajos han sido tapiados recientemente. "La sensación de que hay más okupación es real. Ha sido con la pandemia, cuando hemos pasado más tiempo en casa, cuando nos hemos dado cuenta", afirma Julia Barea, consejera de Ciutat Vella por Ciudadanos. López describe otra okupación, por necesidad, como la que protagonizaron algunas personas hace unos meses en un edificio abandonado desde hace décadas en el cruce de las calles de Balboa con Carbonell. 

Piso tapiado en la Barceloneta / GUILLEM ANDRÉS

Piso tapiado en la Barceloneta / GUILLEM ANDRÉS



 

FIESTAS ILEGALES

Las fiestas ilegales es otro de los problemas que denuncian desde la entidad vecinal que representa Martínez. Los vecinos llaman cada semana a la policía alertando de estas conductas incívicas protagonizadas, dicen, por población extranjera. Fuentes policiales confirman que los pisos turísticos acogen fiestas organizadas por turistas franceses, atraídos por la supuesta manga ancha del Gobierno español. "Vienen cuatro días de fiesta, se van y vienen otros. Es recurrente, día si y día también", señalan estas fuentes.

Martínez explica que los incívicos se dedican a jugar al juego del gato y el ratón con la policía. Cuando detectan los coches policiales apagan la música y la luz, esperando que los agentes se vayan. En ocasiones la policía sí sanciona por ruido a los participantes de estas fiestas. La plaza de Pompeu Gener es un punto habitual de personas que realizan botellón, lo que ha provocado reforzar el patrullaje de la Urbana. Barea (Ciudadanos) reclama que los agentes pateen más la calle, en lugar de hacer vigilancias desde el coche.

MASIFICACIÓN

Una caras de la pobreza en la Barceloneta se refleja en los pisos masificados en los que suelen vivir grupos de inmigrantes, mayormente de la comunidad pakistaní. Son personas, algunas en situación irregular, que se agrupan en grupos de 5, 6, 7 personas o más para compartir el alquiler y abaratar su coste. "Desde la calle ves las literas al lado de la ventana. Nos hemos interesado por ellos, pero no están organizados, no hay un coordinador", expone Martínez, que alerta del riesgo que se pueda repetir la tragedia del verano pasado cuando tres hombres murieron a causa de un incendio, provocado por las baterías de una bicitaxi. Las víctimas vivían hacinados en unos bajos junto a cuatro personas.

"A mi no me consta que el Ayunatmiento haga inspecciones en estas viviendas", se queja Robert Masih, senador d'ERC de origen pakistaní. Estas situaciones se dan en las calles Vila Joiosa y Guitert, explica Martínez, que denuncia las "mafias" que realquilan estas viviendas sin ningún tipo de seguro y también reclama al gobierno de Ada Colau un mayor control. Sin la respuesta del consistorio, ha sido imposible comprobar la existencia o la ausencia de estos controles.

El piso donde murieron tres hombres un día después del incendio / G.A

El piso donde murieron tres hombres un día después del incendio / G.A



 

"Muchas personas que no pueden alquilar con su nombre están obligados a vivir así. No tienen papeles ni el dinero suficiente para afrontar un contrato de alquiler", comenta. Grupos delictivos cobran entre 200 y 300 euros por hacer el padrón municipal, un trámite que abre la puerta a realizar otras gestiones como las sanitarias. Siendo irregulares, muchos acceden a pagar el dinero, como ocurre con los contratos de trabajo. Javed Yllyas, presidente de la Asociación de treballadors pakistanesos de Catalunya, asegura que muchos de sus compatriotas sí tienen papeles y señala que los pisos patera son una minoría. Hay muchas visitas de familiares los fines de semana, pero no son personas que vivan allí. Cuenta que muchos inmigrantes pakistaníes de Barcelona provienen de la región del Punjab, que se conocen entre ellos y se ayudan mutuamente, especialmente, durante la pandemia.

El escudo de la Barceloneta, que luce orgulloso en muchos balcones / G.A

El escudo de la Barceloneta, que luce orgulloso en muchos balcones / G.A