Amanece en una mañana cualquiera en el Raval de Barcelona y, como un goteo incesante, decenas de personas desfilan, de una en una, encaminándose a la calle de Om. Dos viviendas sociales, ubicadas en esta vía cercana a la frontera con el barrio vecino del Poble - sec, aparecen reconvertidas en narcopisos y, en ambos casos, sus inquilinos han instaurado un régimen del terror en la comunidad.
Uno de ellos es un caso ya conocido. Ubicado en el número 9, Metrópoli ya se hizo eco de la problemática hace ya tres años. Los delincuentes no solo se adueñaron del piso, sino también de las zonas comunes del inmueble. Desde entonces, han sometido a los vecinos mediante amenazas, insultos e intentos de allanamiento.
Insalubridad
El segundo caso, en el número 15, es algo más reciente. "Tendrá poco más de un año, aproximadamente", explican vecinos a este digital. No por reciente, sin embargo, es menos conflictivo. En ambos casos se ha instaurado un clima de terror. Nadie alza la voz, nadie protesta y, cada día, su hogar es un poco menos suyo.
Como animales marcando su territorio, tanto los traficantes como los drogodependientes usan las zonas comunes como baño, por lo que una punzante peste a orín y otras deposiciones taladra las fosas nasales nada más atravesar el portal. En el caso del número 9, de hecho, se ha llegado a "pudrir" el suelo del ascensor por las micciones que ha tenido que soportar durante años.
Pero no es lo único para lo que se utiliza este montacargas. "Cada poco tiempo, lo bloquean y utilizan el hueco inferior --creemos que para guardar algo-- y pobre de aquel que intente desbloquearlo o arreglarlo". La hostilidad con el resto de residentes es tal que incluso "los técnicos se niegan a entrar a hacer reparaciones si no van escoltados por la Guardia Urbana".
Fuentes vecinales señalan que los de la calle de Om están entre los narcopisos más conflictivos de toda la zona del Raval Sud. Es, de hecho, una zona "tomada" por la venta de droga. Cuando la policía actúa y desaloja un piso, pasa poco tiempo hasta que revientan la puerta, ocupan otro y vuelta a empezar.
Amenazas
Las mismas fuentes señalan que incluso amenazan a los transeúntes en plena calle, donde actúan a plena luz del día y con total impunidad. En estos bloques viven personas mayores y con problemas de movilidad, por lo que privarles del ascensor implica dejarlos encerrados en casa. Otros vecinos han tenido que abandonar sus casas por el miedo a estos delincuentes.
Tras la ocupación, la conversión y la degradación de estos inmuebles se esconde, apuntan, una mafia dominicana, que se encarga de la distribución de la droga. Luego, el menudeo por el barrio lo dejan en manos de "menores y jóvenes extutelados".
La calle de Om desemboca, además, en los jardines de Sant Pau del Camp, otro de los "puntos negros" del céntrico barrio barcelonés a causa del trapicheo, las agresiones y diversas actividades delictivas. Sucede, paradógicamente, que tanto la vía como el parque se encuentran a escasos metros de hasta tres comisarías, una de los Mossos d'Esquadra, otra de la Guardia Urbana y otra de la Guardia Civil.
Preguntados por este medio, desde el Ayuntamiento explican que no pueden hacer declaraciones sobre el asunto.