El edificio del Deutsche Bank que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, vetó para ser convertido en un hotel de lujo, ya tiene perfilado su uso que, oficialmente, será de apartamentos de alto standing. Pero, en la práctica, la maniobra de la alcaldesa y del equipo de gobierno del Ayuntamiento no habrá servido para nada, ya que su funcionamiento no será muy diferente que el de un hotel de lujo, por mucho que les pese a los políticos municipales.
Colau había levantado ácidas críticas con su actitud de paralizar todos los proyectos de hoteles tras ser elegida alcaldesa. Uno de los proyectos más emblemáticos que había era el de este edificio, que estaba llamado a convertirse en una referencia barcelonesa y que culminaría la gran transformación del Paseo de Gracia de los últimos años. Pero el veto municipal frustró las aspiraciones de los promotores.
Aún así, el proyecto final no difiere gran cosa del inicial. En el lugar, se construirán un total de 70 apartamentos de lujo que serán gestionados por el hotel Mandarín Oriental. Es más: internacionalmente se comercializarán con esa marca de prestigio. Los apartamentos podrán ser comprados y explotados como propiedad o como multipropiedad. El hotel ofrecerá a los inquilinos toda clase de servicios y se incluye el room service, por lo que el edificio dispondrá no sólo de un gimnasio, sino servicio de catering, por ejemplo, así como seguridad o limpieza.
“Habrá una recepción como si fuese un hotel, aunque oficialmente no lo sea. Y el inquilino va a su apartamento y puede encargar comida y lo que quiera. Es más: es el propio servicio del edificio el que te ofrece toda clase de servicios, por lo que no tienes porqué hacer la cama o limpiar. En la práctica, serán pisos de lujo gestionados como un hotel”, explica a Metrópoli Abierta una fuente conocedora de los entresijos del proyecto.
ALARMA INTERNACIONAL
La paralización del plan de hoteles tras la elección de Ada Colau como alcaldesa creó una alarma internacional de alto voltaje, ya que algunos de los fondos de inversión y cadenas internacionales tenían puestos sus ojos en Barcelona como uno de los destinos en los que invertir. Esas inversiones se traducirían en miles de puestos de trabajo y en un constante movimiento turístico de alto nivel, puesto que los establecimientos proyectados eran de lujo.
Las reticencia del equipo de gobierno, contrario al turismo, provocó que algunas de las cadenas abandonasen sus planes iniciales y cejasen en su empeño o reconvirtiesen sus negocios, como Merlin Properties, que después de hacerse con la Torre Agbar por 142 millones de euros vio cómo los estamentos oficiales municipales le daban largas a la hora de aprobar sus planes hoteleros, a pesar de que ya tenía aprobadas las licencias. De ahí que esté reconvirtiendo la emblemática torre para convertirla en un edificio de oficinas que alquilará y con las que piensa sacar un rendimiento de algo más de 10 millones de euros al año.
LA IMAGINACIÓN AL PODER
Con el edificio del Deutsche pasó algo parecido. La firma KKH Capital Group y el fondo Perella Weinberg Real Estate Fund ya han iniciado la rehabilitación del mismo. En un principio, el inmueble del número 109 de Paseo de Gracia habrá de albergar la Casa Seat más cinco plantas, mientras que el número 111 tendría un local comercial y 34 viviendas de 200 metros cuadrados de superficie.
El número de viviendas, según confirmaron a este diario fuentes cercanas a la operación será de unas 70, que se gestionarán bajo la marca Mandarín Oriental y tendrá una plantilla de 20 empleados permanentes para dar servicio a los inquilinos. “El mercado se salta siempre las reglas”, explican las fuentes consultadas, que subrayan que “el mundo actual tiene muchos matices. Y el propio mercado tiene recursos suficientes como para abrir nuevas puertas cuando se le ponen cotos”. De ahí que concluyan que “la alcaldesa Ada Colau quiso hacerse una foto al principio de legislatura , pero la jugada le ha salido mal. Y, por paradójico que parezca, con el veto a los hoteles que planteó hace tres años, se ha descubierto una nueva forma de gestión a la que no le puede poner coto con las actuales normativas”. Los antihoteleros que regentan el Ayuntamiento, pues, habrán de pergeñar nuevas fórmulas para vetar la expansión de cadenas de alto standing.