La cadena de alojamientos turísticos Ona, con sede central en Barcelona, no se pudo librar de la debacle que el sector hotelero sufrió en 2020. Sus cuentas revelan un desplome de las principales magnitudes económicas, que es el más fuerte de los registrados en los veinte años de historia de este consorcio familiar de la Ciudad Condal.
Debido al cierre forzoso decretado por el Gobierno, el grupo entero solo pudo facturar 25 millones de euros, es decir, un 27% menos que el ejercicio anterior. A dicha suma se añadieron otros ingresos de explotación por importe de 11 millones, que permitieron minorar la caída de las ventas.
SALARIO RECORTADO
Ona puso en marcha una rociada de expedientes de regulación. La plantilla media del ejercicio se comprimió de 440 empleados a 295.
El propietario, Juan Carlos Barrau Ribera, trató de recortar gastos, pero la mayoría revestían la condición de costes fijos, por lo que poco se pudo hacer.
Para dar ejemplo, rebanó su salario de 184.000 a 72.000 euros. Además, prescindió del director general, que venía devengando una paga anual de 642.000 euros.
IMPACTO VÍRICO
Pese a estas rebajas, las cuentas consolidadas de Grupo Ona entraron de lleno en números rojos. El quebranto alcanzó 3,5 millones, cuando un año antes había declarado beneficios de 1,8 millones.
El vuelco de los resultados se trasladó al patrimonio del grupo, con un recorte hasta 15,8 millones. Ona solicitó financiación fresca a la banca, avalada por el ICO. Ello se tradujo en un aumento de los pasivos financieros hasta 30 millones.
HOTELES GESTIONADOS
Grupo Ona tiene su cuartel general en la calle Calabria, de la Ciudad Condal. Administra una cartera de 24 hoteles y complejos de apartamentos. En Cataluña dispone de dos en Barcelona, dos en Tarragona y uno en Girona. A ellos se suman cinco en Málaga, cuatro en Mallorca y Tenerife, dos en Lanzarote y el resto en Murcia y Andorra.
Se trata en todos los casos de establecimientos bajo gestión de Ona, pero que no son de su propiedad.