La Modelo ha vuelto a abrir las puertas de sus muros y de sus celdas, pero esta vez a vecinos, curiosos y expresos. Una flecha de color amarillo dibujada en el suelo indica el camino al visitante que cual reo, debe pasar por dos canceles antes de llegar al centro de control. El punto neurálgico de una prisión que ahora muestra una historia al público, la misma que han escrito miles de presos como Miguel Millet, alias el Calorro.

 

Millet, vecino de La Mina, donde ha vuelto a residir tras conseguir su libertad, entró por primera vez en La Modelo el año 1981 con 16 años y la última vez que salió fue en 2010, con 45 años. En total, 22 años y seis meses entrando y saliendo de forma intermitente de una prisión que este lunes ha vuelto a visitar. Esta vez en libertad.

“He venido para despedirme como prisión, he estado desde bien jovencito”, sostiene el también conocido como el Miguelito por sus compañeros de celda. Mientras recorre los pasillos que le vieron crecer, explica con total normalidad la crudeza de la vida en La Modelo en los años 80. “En aquel  momento solo había rejas, mucha tristeza, pena, dolor, llantos, gente cortándose las venas, motines, broncas. Nos autolesionábamos. De hecho yo, me lesioné dos veces una aquí (señalado su brazo derecho)  y otra me di una puñalada en la barriga para ir al Clínic. La liábamos para exigir ciertos requisitos de los que ni Justicia ni nadie se hacía cargo”.

Interior de una celda vista desde la mirilla exterior / M.S.



DE LOS CUCHILLOS A LOS CAMBIOS

Pedían comodidas en celdas donde a veces dormían hasta nueve personas, personal que les pudiera atender y espacios para organizar actividades con las que pasar un tiempo que se hacía eterno. ”Cuando entraba gente nueva, entraba atemorizada. Se asustaban mucho”, reconoce. Miguelillo explica que en esa misma década, lo habitual era ver a presos con cuchillos, las broncas, y los efectos de las drogas. “Solo había un funcionario por galería y cuando había follón, salía corriendo, cerraba y llamaba a los guardias de la quinta galería, eran uno gorilas con porras, los guantes. Y si no nos podía reducir, entonces llamaban a los antidisturbios”, detalla el expreso.

Un visitante en el interior de La Modelo / M.S.



Fue con el cambio de década que todo dio un giro de 180 grados. “A partir del 90-91, se empezaron a notar los cambios. Se empezaron a arreglar las galerías por dentro, se empezó a pintar, de hecho yo estuve en el departamento de obras. Estos colores los estuve pintando yo”, recuerda señalando las paredes del centro de control.

PRISIÓN CON SU PADRE

En esa misma década, concretamente en mayo de 1994, el Calorro vivió su experiencia más personal: compartió galería con su propio padre. “Mi padre estaba por hachís y yo por un robo. Le traje suerte porque entré yo y a los 13 días, él se fue en libertad”, recuerda el Calorro. Pidió que le ingresaran en la misma galería que su progenitor. Él estaba en la celda 406 y su padre en la 405. “Lo llamaron los jueces y le concedieron la libertad. Me picó en la puerta, estaba echando la siesta a las cuatro de la tarde y me dijo: 'Cabezón, que me piro en libertad'. Me dejó el dinero que tenía”. Pero sus años en La Modelo también transcurrieron entre los muros de celdas como la 312.

El Calorro posando junto a una de las celdas en la que estuvo preso / M.S.



Millet relata sin tapujos el “regimen” que vivió en las celdas, los abusos sexuales que se veían, los chantajes, apuñalamientos y la drogodependencia que durante años formó parte de la historia de La Modelo. La misma prisión que ahora se puede visitar, mapa en mano, y recorrer pasillos, ver celdas abiertas, la diminuta biblioteca, el comedor, las salas en las que se encontraban los familiares o pasar por delante de la sala de la metadona.  Incluso se puede ver el punto exacto en el que fue ejecutado Salvador Puig Antich al garrote vil, el cual durante décadas se abandonó en el subterráneo de la galería uno, según el propio expreso.

La galería quinta recoge un homenaje a 13 nombres destacados relacionados con La Modelo / M.S.



Es en la quinta galería en la que ahora se expone la vida de 13 nombres destacados que pasaron por esos muros. Desde la historia de Puig Antich hasta la de A.R alias Gilda, un camarero acusado de homosexual; Lluís Companys; Josep Fortuny o los 113 de la Asamblea de Catalunya. Un total de13 nombres que relatan 113 años de historia que desde este lunes se abre al público para hacer de la memoria su mejor recuerdo.

 

 Celda recreada en homenaje a Josep Fortuny i Torrens / M.S. 



 

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