Jaume Mas Serra tiene 66 años y vive en la calle en Barcelona. Ahora mismo se le puede encontrar acampado en la puerta de la oficina de la síndica de greuges de Barcelona junto a otras personas sintecho que, anteriormente, estuvieron en la plaza de Catalunya. Jaume tiene artrosis, problemas en la cadera y en la rodilla y es alcohólico. Su afición a la bebida y a las mujeres, se puede decir, acabaron haciéndole perder la casa y a su familia. Tiene dos hijos y nietos. Sabe de algunos de ellos, pero no tiene relaciones con ellos. Jaume no tiene objeciones en explicar su vida, pero se muestra muy reservado con su familia.
Esta persona, como otros muchos sintecho, tuvo durante décadas una vida relativamente normal. Jaume, incluso, tuvo éxito profesional. Durante 40 años se dedicó a la hostelería, primero como camarero y después como cocinero, y trabajó en importantes restaurantes y hoteles de Barcelona y otros municipios de Catalunya: un resturante en Sarrià, propiedad de los jugadores del Barça "Juanito Segarra y Francisco Rodríguez, Rodri", recuerda. También fue empleado de Els Pescadors del Poblenou, La Cuineta de la calle del Bisbe, La Dorada de Roses... En estos y en otros establecimientos, Jaume coincidió con el expresidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y su mujer Marta Ferrusola; el exalcalde de Barcelona, Pasqual Maragall; el exconseller Josep Maria Cullell, el diseñador Javier Mariscal, y una larga lista de jugadores culés. O bien les sirvió o cocinó para ellos.
LA MUERTE DE BENÍTEZ
Jaume nació en 1951 en el barrio del Poblenou. Con 12 años dejo la escuela y con 13 entró a trabajar en el citado restaurante que Segarra y Rodri tenían en Sarrià. Era el año 1963 o 1964. En ocasiones, Jaume no recuerda las fechas exactas. "La memoria me falla", dice. Allí aprendió el oficio de camarero. "El establecimiento tenía snack bar, bodega y servicio a domicilio, también de hielo. Muchas casas no tenían nevera", cuenta. Cada miércoles acudían a cenar algunos jugadores blaugrana. Uno de los habituales era Benítez, Julio César Bénitez. Pocos años después, en 1968, Bénitez murió con 27 años. Todavía hoy, 50 años después, no están claras las circunstancias de la muerte. "Se decía que fue por una intoxicación de mejillones", subraya Jaume. Aunque el exfutbolista José Antonio Zaldúa explicó a El Periódico hace cinco años que Benítez tenía el hígado mal y que no se cuidaba.
La relación de Jaume con Juanito Segarra, capitán del Barça de las Cinco Copas, fue muy cordial. El exjugador del Barça, ya fallecido, abrió una joyería cerca del restaurante cuando se retiró. Era 1965. "La primera medalla me la regaló a mi. Era un escapulario. Tenía 14 años". Jaume trabajó para Rodri y Segarra un par de años. "El restaurante estaba muy lejos de mi casa. Tenía que coger dos tranvías y en las dos horas que tenía libres no me daba tiempo de volver al Poblenou". Jaume dejó el trabajo y se fue un bar del Clot, propiedad de otro exfutbolista, en este caso del Betis, Francisco Gómez.
Siendo todavía un niño, Jaume empezó a beber. "En la hostelería, todo el mundo bebía. Con 13 años bebía tanques de cerveza. Mis compañeros, más mayores me llevaban con ellos. Si no bebías, te decían que no eras un hombre. Fue una animalada", expresa arrepentido. Quizá fue el principio del fin, aunque no acabó en la calle hasta los 52 o 55 años. En la conversación no queda claro. "A esa edad tuve que dejar de trabajar. Las piernas no me aguantaban". Físicamente estaba destrozado. Acabó con una pequeña pensión mensual de 420 euros que se gastaba en alcohol. De eso hace 13 o 14 años. En este tiempo, ha estado en albergues, entidades evangelistas, durmiendo en cajeros.... "Lo peor de estar en la calle es el miedo a que te roben o te agredan. Agredirme no me han agredido, pero me lo han robado todo muchas veces". También dice que se ha encontrado con gente solidaria que le ha ayudado con comida o ropa.
'MOLT HONORABLE'
Con Pujol y Ferrusola, Jaume coincidió por primera vez en los primeros años 80. Pujol ya era President y Ferrusola, la primera dama de la Catalunya convergent. "Fue en el hotel de Núria. Vivía en Ribes de Fresser. A veces Pujol y Ferrusola venían a comer. Los guardaespaldas nos decían que no nos dirigiéramos a él si no nos hablaba, y si lo hacía, lo teníamos que tratar de Molt Honorable President. Parecíamos invisibles". Años después, con la mujer de Pujol, Jaume coincidió en un cóctel en el parque de la Cutadella. "Usted me suena. ¿Me ha servido en alguna ocasión?", le preguntó Ferrusola.
Al mundo de la cocina, Jaume entró en Roses, en el restaurante La Dorada, propiedad por aquel entonces del alcalde de la población, Pere Sanés. El entrevistado no recuerda los años, pero Sanés gobernó entre 1989 y 1991. Posteriormente, volvió a Barcelona y trabajó en La Cuineta de la calle del Bisbe de Barcelona. El local estaba detrás del Ayuntamiento. Entre sus clientes, estaba el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall. Eran los años 90. "Era más amable y abierto que Pujol. Tenía una voz muy grave. En ocaciones, entraba en la cocina y me pedía que le sirviera un jerez", comenta Jaume. Más adelante, la vida laboral le llevó a los Pescadors del Poblenou, donde coincidió con Javier Mariscal. "Venía casi cada día. Era una persona arisca, presumida y estirada". Casi al final de su vida laboral, Jaume acabó en Canarias. "Fui para tres o cuatro meses y estuve cuatro años. Acabé trabajando en la cárcel del Salto del Negro de Las Palmas. Hacia la cena en el módulo de menores".
Ahora, Jaume lleva en la calle desde las pasadas Navidades. Duerme sentado en una butaca porque el dolor no le permite permanecer estirado. La butaca está frente a la puerta de entrada a la oficina de la síndica de greuges, en la ronda de Sant Pau de Barcelona. De ella apenas se mueve en todo el día, llueva o no. Este miércoles se ha levantado para tomar un café con Metrópoli Abierta en un bar cercano. Algunos vecinos ya le conocen, como los propietarios de una tienda ecológica que le ayudan con lo que pueden. En Barcelona, como él, hay más de 1.000 personas durmiendo en la calle y otras 2.000 pernoctando en albergues u otro tipo de equipamientos. La gran mayoría están saturados y las personas que entran tienen que cumplir unas reglas. Estos últimos años, Jaume ha pasado temporadas en centros evángelicos, pero reconoce que no le gustan. "No se puede fumar, ni beber. Ni siquiera escuchar música", concluye.