Todo parecía idílico el día que Roger decidió alquilar un piso con vistas a la plaza Ventura i Gassol, en el barrio de Gràcia de Barcelona. Un oasis de tranquilidad en un rincón de la ciudad a apenas medio minuto de distancia del bullicio y el ajetreo de la Plaça Lesseps. Nada más lejos de la realidad. “Una de las palmeras del parque quedaba justo delante de la ventana del dormitorio… Era donde vivían varias cotorras”, describe.

“Cambié de casa por el ruido insportable de las cotorras… Empezaban a las 5 de la mañana y me despertaban cada día”, lamenta. La convivencia era imposible. Las cotorras argentinas o de pecho gris, de plumaje verde esmeralda y semblante gracioso con el pico anaranjado, se han convertido en los últimos años en un auténtico problema para Barcelona por diversos motivos. El ruido que hacen y el peso de los nidos que construyen, que pueden alcanzar los 200 kg., son los principales. Se trata de una especie invasora originaria de Suramèrica y el Ayuntamiento cifra el censo actual en unas 5.000 aves de este tipo.

“Limitar el alimento disponible en la ciudad sería una buena medida, básicamente se debería lidiar contra las mismos que alimentan a las palomas, puesto que las cotorras también se aprovechan de ello”, aseguran desde la Agència de Salut Pública de Barcelona. En la capital catalana no existe un programa específico de cotorras como sí ocurre con los roedores (especialmente ratas) o con las palomas. “Es una especie invasora pero no está considerada como una plaga”, agregan.

Plaza Ventura i Gassol, en el barrio de Gràcia de Barcelona / D. B.



“Aguanté un año en aquel piso, pero al final acabé por dejarlo. En verano, con el calor y las ventanas abiertas era como tener las cotorras dentro de la habitación”, manifiesta Roger. “Ahora cuando busco piso lo primero que analizo es si hay palmeras cerca”.

Desde el Ayuntamiento no existe ningún registro de quejas por las molestias ocasionadas por las cotorras, pero son varios los vecinos que han sufrido el ruido que realiza este animal. “En mi caso el dormitorio no da a la plaza, pero cuando abrimos las ventanas del comedor en verano el ruido es bastante molesto”, explica Oriol, antiguo vecino de Roger. Su presencia es especialmente notable en los parques de la ciudad, puesto que el 70% de los nidos de las cotorras se localizan en palmeras. Aunque también nidifican en infraestructuras de la ciudad, como torres de iluminación de algunos recintos deportivos.

En otras ciudades como Sevilla se frenó el problema liquidando la especie invasora a tiros, una medida que levantó las iras de ecologistas y animalistas. Pero Barcelona, orgullosa de su título de ciudad amiga de los animales, se opone claramente a esta medida. Las primeras cotorras en la capital catalana fueron localizadas en 1975 en el parque de la Ciutadella. Roger se ha mudado a Sant Andreu y el dormitorio de su casa es interior. “He recuperado la tranquilidad, aquéllo se convirtió en casi una obsesión, en un infierno”, admite.

Lo cierto es que para el Ayuntamiento hay ocasiones en las que le es difícil actuar, porque si las cotorras se instalan en un espacio privado los trámites se complican. “En estos casos se necesita un proceso judicial”, cuenta desde la Agencia de Salut.

En todo caso, el control poblacional de las cotorras debe ser frenado para evitar que la especie invasora no acabe convirtiéndose en una plaga. Como ya ha ocurrido en México.

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