El actual sistema de recogida de envases que se lleva a cabo en España a través de Ecoembes no solo es ineficiente sino que pone en peligro el medioambiente, según consideran las empresas recuperadores, las asociaciones de consumidores y los grupos ecologistas integrados en Retorna. El actual Sistema Integrado de Gestión (SIG) prácticamente otorga –legalmente no existe el monopolio-- la exclusividad a la empresa de gestión de residuos de la industria embotelladora y gran consumo.

Una parte considerable de los envases que son responsabilidad de ese sistema de recogida acaban en el mar o en los bosques en lugar de en las plantes de reciclaje. Y otra parte de los que van a parar a esas plantas reciben un tratamiento de baja calidad por la mezcla que se acaba produciendo en el sistema de gestión.

“La mayor parte de los envases de pet (plástico) recuperados acaban en China porque no tienen la suficiente calidad para ser usados aquí”, comenta Carlos Arribas, responsable de residuos de Ecologistas en Acción. “Pero incluso China ha decidido rechazar ya esos envases”, agrega.

“El caso es que un único sistema de gestión de residuos de envases domésticos implica que toda la recogida y gestión de residuos está condicionada a los intereses de la empresa que lo maneja”, explica Alberto Vizcaíno, consultor ambientalista.

Todas las empresas implicadas en el uso de envases de usar y tirar cumplen sus obligaciones legales mediante este único mecanismo –también denominado de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP)-. “No hay incentivos a desarrollar mejoras que permitan recoger mejor los residuos, desarrollar políticas eficaces de prevención de envases o la aparición de modelos basados en envases reutilizables”, agrega Vizcaíno. Ecoembes es una empresa privada que ingresa por cada envase de usar y tirar que se pone en el mercado, “con lo que el daño ambiental está hecho desde el propio modelo de negocio de esta organización”, considera el consultor.

Como consecuencia, los recuperadores propietarios de las plantas de reciclaje están obligados a mantener relaciones exclusivas con Ecoembes. “Es nuestro único interlocutor, con lo que acabamos siendo cautivos de esa situación”, explica Victoria Ferrer, directora general del Gremi de Recuperació de Catalunya. Una línea de recuperación de pet supone inversiones que llegan hasta los 2,5 millones de euros. “Si el flujo del material no es suficiente, la línea no resulta rentable y, con el actual sistema, los flujos no son suficientes porque se desperdicia demasiado”, destaca Ferrer.

DATOS CUESTIONABLES

Ecoembes asegura que recupera el 76 % de los envases que van a parar al contenedor de plástico y cartón. Pero esos datos se ponen en cuestión por parte de los propios recuperadores. “Ecoembes dice que es responsable de un porcentaje determinado de lo que va a parar a los contenedores de plástico y papel. Pero por los datos que tenemos de las plantas de Tratamiento Mecánico Biológico (TMB), debería ser responsables de casi dos veces más”, afirma Arribas.

¿Qué pasa con los envases que no se recuperan? Que se abandonan. “Hay 30 millones de envases que no se reciclan o que van directamente al vertedero. No podemos seguir así”, afirma Julio Barea de Greenpeace. Aproximadamente el 30% de los envases recogidos en el contenedor amarillo acaban en el vertedero. En países más concienciados, los residuos de envases se recogen mediante sistemas que implican su devolución al establecimiento que lo comercializa y se consiguen cifras de reciclaje que superan el 90%, lo que reduce dramáticamente la necesidad de vertederos o incineración.

Aserpet, la asociación que agrupa a los recicladores, afirmó en su comparecencia ante la ponencia del Senado, que abordó el tema en el 2015 para definir un mejor modelo de gestión, que frente a las cifras publicadas por Ecoembes del 56,6 %, “en nuestros cálculos, en el caso específico del pet, el reciclado real es del 22,35%”.

“El modelo del contenedor amarillo es poco eficiente, como ha demostrado durante los 20 años que lleva implantado en España porque mezcla cosas que se podrían reciclar fácilmente con otras que no se pueden recuperar ni reciclar con los procesos actuales de recogida, clasificación y tratamiento de residuos de envases”, describe Vizcaíno

Adicionalmente el contenedor amarillo impide la reutilización de los envases, lo que condena a toda la sociedad a utilizar envases de usar y tirar, “Impide que se desarrolle un modelo basado en envases reutilizables que, en la mayoría de las ocasiones, reduce significativamente el impacto ambiental, económico y social que implican los envases de un solo uso”, subraya Vizcaíno.

Según un estudio del Gremi de Recuperació, la implantación del Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) implicaría un aumento del 54% de la recuperación, cifras que se parecen a las que utiliza la Agència Catalana de Residus (ACR) para defender la implantación del SDDR en Catalunya, como también lo ha hecho otras tres comunidades: Navarra, Baleares y Valencia. Un proceso que, ahora, depende de la constitución del Govern.

LA EXCEPCIÓN ES LA NORMA

El actual sistema de gestión de residuos procede de la ley de envases de 1997. Esa norma dice que la recuperación se debe realizar mediante un SDDR, como defienden los grupos ecologistas y los gobiernos de varias comunidades autónomas. Y excepcionalmente, la ley autoriza a las empresas a organizar un sistema de gestión propio, un SIG que se haga responsable de la gestión de residuos y envases. En España, la excepción ha acabado por convertirse en la norma, pues la industria embotelladora y las grandes marcas de la distribución comercial han impuesto su sistema. “Es más barato y requiere menos trabajo, pero es una catástrofe para el medioambiente”, destaca Barea.

Las embotelladoras pagan un mínimo por envase a Ecoembes y se desentienden por completo de la gestión de sus desperdicios. El SIG, desde su condición de monopolio, impone las condiciones a los ayuntamientos. “Lo que reciben por la gestión de residuos, desde luego, no cubre los costes que representa para los municipios la recogida de esos envases”, destaca Arribas. Pero no tienen alternativa. Es más, los ayuntamientos podrían registrar un ahorro de costes de entre el 28,5 % y el 33 % con un SDDR en lugar del actual método, según consideran los recuperadores.

Por otra parte, el SIG condiciona también la relación que mantiene con las plantas de reciclaje. Realiza una subasta en internet a la que los recuperadores acuden con los ojos vendados. Solo tienen conocimiento de su oferta, no hay transparencia en la puja. Al final Ecoembes les informa de si han ganado o no la puja por cada lote de material. “No es nada transparente”, acusa Ferrer.

EL PAPEL DE LA CNMC

La Comisión Nacional de los Mercados de la Competencia (CNMC) anunció que tomaría cartas en el asunto, pero no ha movido ficha, como sí que se han hecho en otros países. “En Alemania existía un único sistema, pero Competencia se vio obligada a revisar esa situación, lo que dio entrada a 13 SIG, de los que ahora funcionan nueve”, afirma Arribas.

Pero es que Alemania lleva cierta delantera en materia medioambiental a España. En cualquier acto público que se celebra en la calles, cuando la multitud se disuelve, no queda ni un envase en el suelo. “Incluso si alguien tira uno, lo recogerá otra persona y lo recuperará”, describe Arribas. Alemania tiene implantado su propio SDDR. Los consumidores pagan una pequeña cantidad –puede ir desde ocho a 25 céntimos—por envase, dinero que se recupera al retornarlo a través de máquinas recogedoras o en los establecimientos que los comercializan. La mayor parte de la cerveza del país se vende en botellas de vidrio que pueden llegar a ser usadas hasta 50 veces.

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