El padre Felipe con los voluntarios siguiendo el apostolado de San Alberto Hurtado / A. V.

El padre Felipe con los voluntarios siguiendo el apostolado de San Alberto Hurtado / A. V.

El pulso de la ciudad

El padre Felipe exporta toda su solidaridad a Barcelona

La CUP niega permisos al párroco para extender su obra social a los más necesitados

27 febrero, 2018 11:35

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Alberto Hurtado es el sacerdote chileno que ha servido de inspiración para que hoy el padre Felipe, párroco de la iglesia de Sant Sebastià de Badalona, impulse un apostolado que funciona desde hace tres años. El apostolado equivale a una misión social y en este caso, Metrópoli Abierta acompaña al mosén Felipe a hacer una de las rutas del proyecto de San Alberto Hurtado, que consiste en repartir comida y vestimenta a las personas que duermen en la calle y en los callejones de la ciudad de Barcelona. El reparto de realiza siguiendo dos rutas: una por el barrio de Sants y la segunda en el Paral.lel hasta acabar en el Palau d´Esports de Montjuïc.

El clérigo, repudiado en Badalona por la CUP, conoce de cerca la historia de todas y cada una de las personas que atiende los viernes junto con familias laicas que ponen a disposición su tiempo y su vehículo para colaborar con la misma causa. Vladimir, Manuel, Natasha, Marcia, Karim, son solo algunas personas con las que se ha encontrado el padre Felipe la noche del pasado viernes. Les pregunta cómo están, qué necesitan, les reparte caldo, café, bocadillos, dulces, leche, zumos o yogures, según las necesidades que se encuentra. Charla un rato con ellos, lo mismo que lo hacen los menores acompañados por sus padres que también acompañan al párroco en este apostolado. En total, son un grupo de personas vinculadas a la iglesia de Pomar con afán de mejorar las condiciones de vida de la sociedad.



Voluntarios de la iglesia con el cura Felipe visitando a algunas personas indigentes / A. V. 

Al finalizar el encuentro, Felipe les propone rezar y como algunas personas no hablan castellano ni catalán y proceden de Europa del este, acuerdan orar a María, que en rumano es ’Fecioară Maria’, gracias a la traducción de una de las voluntarias que acompañan al párroco, originaria del este del viejo continente.

Las salidas se organizan cada quince días. Serían más frecuentes, si tuviesen los recursos que el padre Felipe intenta obtener desde la Taula Social del municipio al que corresponde la parroquia que representa, el de Badalona, el cual, hasta ahora, ha demostrado que esta acción social no es prioritaria.

No obstante, esta actividad solidaria no se queda en Barcelona, el padre Felipe y un grupo de hasta 50 voluntarios se han propuesto transformar el barrio de Pomar (Badalona) “devolviendo la dignidad a las personas” que requieren una atención personalizada a la que no llegan los servicios públicos, así como el cuidado odontológico, la accesibilidad a los servicios básicos de agua, luz, higiene y alimentación. Todos en el barrio Pomar y Les Guixeres de Badalona, que suma alrededor de 5000 habitantes.

Dos voluntarias con el párroco repartiendo ropa a un indigente que conocen en un cajero / A.V.

Dos voluntarias con el párroco repartiendo ropa a un indigente que conocen en un cajero / A.V.



Entre estas acciones sociales, el cura de Sant Sebastià de Pomar, destaca otro apostolado, el de Santa María Magdalena, dedicado al acompañamiento de las prostitutas que trabajan en los alrededores del Camp Nou. Transexuales y mujeres, que según cuenta el padre Felipe, a veces, han conseguido ‘sacar de la calle’ y rehacer sus vidas de un modo más decoroso sin que turben sus emociones. Óscar, por ejemplo, es un caso que Felipe explica orgulloso, pero insiste que quedan muchas personas aisladas de la sociedad que no ven cubiertas sus necesidades fundamentales para sentirse parte del mundo al que pertenecen.

Los voluntarios rezan con el párroco en un portal / A.V.

Los voluntarios rezan con el párroco en un portal / A.V.



“Nunca sabes cómo va a irte en la vida”, dice el párroco. Él, que años atrás se dedicó a la venta de seguros, vivió en Holanda, regresó, ingresó en el seminario y comprendió que todas las personas son dignas de tener una segunda oportunidad. “No queremos ser subsidiarios de servicios, de hecho informamos siempre de los servicios sociales que existen para casos vulnerables pero sí trabajamos para humanizar la sociedad”, sentencia el joven cura de Pomar.