Desde primera hora de la mañana, acceder a las Ramblas es tarea imposible si se va motorizado. Un impresionante despliegue de seguridad, con cientos de unidades de las diferentes fuerzas y cuerpos policiales, custodia el corazón de Barcelona, cercado por arriba (Gran Vía) y por abajo (Paseo Colón).

Un helicóptero ausculta constantemente el escenario desde un plano cenital.

Desde Gran Vía hasta Canaletas, superadas las primeras barreras de vallas, el primer impacto se produce al entrever plaza Catalunya, donde un grupo de monárquicos pone el grito en el cielo y critica a los miembros de las dotaciones policiales por no haber descolgado la pancarta independentista contra la presencia de Felipe VI. Momentos de cierta tensión, que irán creciendo conforme avance la mañana.

Un dédalo de vallas impide acceder a la propia plaza Catalunya, donde, al mediodía, van a celebrarse los parlamentos oficiales del homenaje. Rodeando la zona ya cercada, hay numerosas unidades móviles de un sinfín de cadenas de TV y Radio, preparándose para emitir -o ya haciéndolo.

Control policial en Gran Vía con Rambla de Catalunya: de aquí no se pasa / MIKI



Transitando sobre un suelo en el que se mezclan pasquines y pancartas políticas, muchos turistas descolocados tiran de sus maletones con ruedas, buscando su hotel o saliendo de él, en busca de una salida a un laberinto que no tenían previsto.

“¡Tengo que ir al aeropuerto con mi nieto, y no sé qué hacer!”, nos dice una señora francesa, cuyo rostro expresa cierta angustia. Un policía explica que la parada central del Aerobus, la que toca a El Corte Inglés, está cerrada. La han trasladado más arriba, a Paseo de Gracia con Caspe, pero los guiris no se han enterado. Tampoco hay taxis a la vista.

Así que la abuela vuelve a meter a su nieta en el carrito y tira para Gran Vía, algo más tranquila, mientras yo sigo mi camino.

Tampoco funcionan los buses turísticos y sus guías pasan el tiempo comentando la jugada, a la espera de que toda vuelva a la normalidad y puedan trabajar. “No sabemos a qué hora, sólo que esperemos hasta que se acaben los discursos”, explican.

Turistas inadvertidos abandonan la plaza Catalunya con sus enseres / MIKI



CANALETAS

Antes de llegar a la famosa fuente se han hecho fuertes los de Unión Monárquica y otros grupos afines. Lucen sombrero blanco, rodeado de una cinta con los colores de la bandera de España. Se les nota ufanos y muy convencidos de porqué están allí. Se nota que la mayoría no son catalanes, y que están dispuestos a mostrar su enfado contra todo lo que sea independencia de España. Hasta han montado una mesa con panfletos informativos.

(Es en esta zona donde, al mediodía, se las van a tener con grupos de CDR e independentistas que previamente habían subido por las Ramblas. El choque era ¿inevitable?)

Ya estamos en Canaletas y queda poco para el inicio de los actos oficiales, que van a tener lugar en el Pla de l'Os, cerca del Liceo.

Lo que se percibe es algo insólito, como un ambiente extraño: hay mucha gente, pero apenas se oye nada. Le pongo un nombre: un silencio ensordecedor. Es como si al tradicional bullicio de las Ramblas le hubiesen puesto una sordina...

Hasta aquí hemos llegado: un furgón policial antes de llegar a Pla de l'Os / MIKI



LICEO

En el Pla de l'Os se encuentra el foco de atención: flores, mossos de gala, una tarima elevada para los innumerables medios de comunicación... Por allí, y tras el minuto de silencio, van a ir desfilando las entidades que quieren dejar su recuerdo sobre el mosaico de Miró. Un semisilencio respetuoso se mezcla con los clics de los reporteros gráficos. El zumbido lejano del helicóptero se intuye como el vuelo de un moscardón y, desde un edificio cercano, decenas de personas se agolpan en los balcones. También surge una cámara de televisión, que se ha apostado hasta allí para entrar en directo.

Un mosso de gala preside el Pla de l'Os, donde se ubica el homenaje a las víctimas / MIKI



Ya no se puede seguir hacia Colón, así que hay que dar media vuelta y remontar hacia Canaletas. Nos cruzamos con decenas de policías, metralleta en mano y ojo avizor, que regresan a sus vehículos, cumplida su misión. Ahora les tocará reforzar a las unidades que aguardan en la plaza Catalunya donde, en breve, comenzará la ceremonia de los discursos con la presencia de las autoridades oficiales, encabezadas por el Rey.

Por la calzada central se mezclan portadores de banderas de España, personas que lucen un lazo negro de papel y otras de color amarillo. Y los turistas de siempre, todavía sorprendidos por una jornada que jamás habrían sospechado vivir un 17 de agosto en Barcelona....

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