De oca en oca. De la calle Homer a la calle Osona. En la parte alta de Barcelona hay un grupo de okupas –presuntamente rumanos– que van cambiando de vivienda cada vez que son expulsados y esquivan a las autoridades. Siembran semillas de caos por allá donde pasan. El ruido, el mal olor, las amenazas y el miedo a “volar por los aires” han protagonizado el último año de la vida de A.V., la vecina del Putxet i el Farró vivía en el edificio del local okupado en el número 39 de la calle Homer, cuya historia explicó Metrópoli Abierta. El pasado 3 de junio, fueron desalojados por orden judicial de la empresa propietaria del inmueble –SAREB–, pero los miembros tardaron poco en okupar otro inmueble de la zona.
“La porquería, los colchones y las bombonas de butano siguen debajo de mi piso”, relata A.V. en una conversación con este medio. “Llega el mismo mal olor de siempre desde el patio interior”, añade. Al parecer, las luces del local de 500 metros cuadrados se encuentran encendidas las 24 horas del día, aunque dentro ya no queda nadie. Ni rastro de las discusiones, ni de los llantos de los menores, ni de los perros ladrando.
SU NUEVA CASA: A DOS MINUTOS CAMINANDO
Según fuentes consultadas, el grupo no se ha desplazado demasiado lejos: solo 180 metros más arriba, en el número 3 de la calle Osona, al lado de una farmacia donde anteriormente hubo una perfumería. “Su presencia es demasiado evidente”, dice uno de los vecinos.
La reciente expulsión se ha agilizado gracias al eco mediático, las denuncias vecinales y la presión política de grupos municipales como JxCat o Ciudadanos. “El Ayuntamiento tendría que dar solución a estos casos, sobre todo cuando hay menores involucrados”, comenta Pedro Miret, del partido Cs en Sarrià-Sant Gervasi, a este medio.
EL AYUNTAMIENTO, CONOCEDOR DEL CASO
De hecho, el equipo de Ada Colau conocía la situación. El problema de A.V. pasó por los oídos del regidor, Jaume Asens, y también se abordó en distintos plenos. No obstante, los comuns –al parecer– prefirieron no mojarse.
Los okupas que habitaban el inmueble no son precisamente pacíficos. Los vecinos de la escalera de A.V. vivían atemorizados por sus acciones y seguían el consejo de la propia policía: no decirles nada “porque son peligrosos”. Incluso algunos de los inquilinos violentaron al fotógrafo de esta casa cuando tomó imágenes del local desde el exterior: le exigieron de malas maneras que las borrara.
Sin embargo, las andanzas de estos okupas empezaron mucho antes. Tal como relató este medio, eran las mismas personas que se que se instalaron hace más de un año en un solar de la calle República Argentina. El espacio, de titularidad municipal, iba a convertirse en un punto verde. Al lado vivían dos de los afectados por las expropiaciones y demoliciones de edificios que ha sufrido la zona en estos últimos 50 años. Feliciano Castillo y Paco Escudero, ahora ya reubicados, contaron esta "pesadilla” a Metrópoli Abierta. Y, una vez más, tras el revuelo político y mediático, el Ayuntamiento desalojó a la “supuesta familia”. Luego encontraron otro enclave. Y, así, de oca en oca.