La anarquía se ha apoderado del metro de Barcelona. Durante los últimos años, la inseguridad ha pasado de hacer acto de presencia ocasionalmente a instalarse de manera definitiva en el suburbano. Imágenes de robos y peleas han pasado a normalizarse en un servicio que ha sufrido una clara decadencia durante los últimos cuatro años del mandato de Colau.
Poco parece importar el momento del día o la línea del suburbano en la que el ususario se encuentre. Pese a haber alguna estación que destaca por encima de otra, la inseguridad se ha convertido en un hecho generalizado.
CONTRA TRABAJADORES Y VIGILANTES
Las agresiones a trabajadores de TMB y a vigilantes se han convertido en algo frecuente en el servicio de metro barcelonés. Hace tan solo unos días, ambos colectivos sufrieron ataques en las estaciones de plaza Cataluña y en Drassanes.
En el primer caso, dos hombres increparon a tres trabajadores que, al recriminarles su actitud, recibieron fuertes golpes hasta acabar con múltiples heridas y la ropa rasgada. Además, otros dos vigilantes también fueron agredidos en el andén perteneciente a la L3. En Drassanes, situada en la L3, otro guardia recibió la agresión de un sintecho que ya había protagonizado otros episodios similares.
A estos casos se pueden añadir muchos otros, como el del vigilante que se rompió un tobillo tras forcejear con un usuario en la línea 1 hace tan solo dos meses. O la sucedida en la línea 4, donde un hombre armado con un cuchillo de grandes dimensiones intentó apuñalar a dos encargados de seguridad que se encontraban vigilando la estación de Besòs Mar, entre otros casos
ATAQUES A LOS VIAJEROS
La violencia en el suburbano no ha afectado solo a trabajadores de TMB y vigilantes, sino también a los propios pasajeros del metro. A principios del presente año, la estación de plaza Urquinaona de la L4 fue el escenario de una brutal agresión homófoba. Cuatro hombres increparon a un joven cuando se dirigía hacia el trabajo, tras lo que le tiraron al suelo y le apalearon, provocándole un corte bajo el ojo y numerosos hematomas.
Otra de las brutales agresiones llevadas a cabo en el suburbano tuvo lugar en la estación de Can Peixauet, perteneciente a la L9. 15 jóvenes cometieron una agresión sexual y un apuñalamiento a finales del pasado año, cinco de los cuales fueron detenidos.
También en el último tramo de 2018, un joven tiró por las escaleras y propinó múltiples golpes en la cabeza a otro tras una discusión a las cuatro de la mañana en la estación de Navas, situada en la L1. Otro de los muchos ejemplos de agresiones a pasajeros tuvo lugar en 2015, concretamente en la parada de Entença de la L5. Dos hombres entraron en el suburbano armados con un machete, un bisturí y piedras, con la intención de llevar a cabo agresiones indiscriminadas. El resultado fue el de dos usuarios con 10 y 13 puntos de sutura. Se trata de un caso cuya sentencia se conoció el pasado mes de marzo. Los asaltantes fueron condenados a indemnizar a las víctimas con 11.950 y 19.100 euros.
PLAGA DE CARTERISTAS
Los carteristas no dejan de multiplicarse en el metro barcelonés a tal nivel que tanto Mossos d'Esquadra como miembros de seguridad privados se han visto desbordados por la presencia de estos. Entre los robos que cometen diariamente en todas las líneas de metro, destacan algunos de gran valor, como el cometido a un turista que llevaba más de mil euros en la cartera. Otro de los casos más sonados, fue la desarticulación de un grupo de carteristas que contaba con 1.273 identificaciones y 568 denuncias.
Tal es el hartazgo con este colectivo, que los propios usuarios barceloneses y turistas se han llegado a enfrentar en más de una ocasión a ellos, lo que ha provocado escenas de violencia física en los andenes del suburbano.
La inseguridad está más que implantada en el metro de Barcelona. Más allá de las escenas de violencia y robos que se viven en las calles, especialmente en el distrito de Ciutat Vella, se suman las del suburbano, que ya son diarias. Mientras esto sucede, el gobierno municipal liderado por Colau continúa mirando hacia otro lado e ignorando la principal preocupación de los barceloneses, que no deja de ir en aumento.