Antonio lleva desde 1969 detrás de la misma barra de un bar de la avenida Gaudí, a pocos metros de la imponente Sagrada Família. El hombre, de 64 años, ha visto la vida pasar bajo la sombra de la obra de Antoni Gaudí. Con 18 años empezó como camarero en el mismo restaurante que ahora regenta.
Antonio ha vivido en primera persona la transformación del barrio, ahora reconvertido en uno de los mayores puntos turísticos de la ciudad. Ha sido testigo de la caída de muchos bares y restaurantes “clásicos”, explica, mientras ocupaban su lugar grandes cadenas de restauración. Multinacionales como McDonald’s, Kentuky Fried Chicken (KFC) o Burger King cuentan con su parcela en los alrededores de la Sagrada Família.
En la calle Provença, a escasos metros del templo, hay locales de Costa Cofee, Five Guys, Tacco Bell o Pannus, entre otros, mientras cuesta encontrarse con algún restaurante con algo de personalidad como el de Antonio. “Los peces grandes se comen a los pequeños. Antes aquí nos conocíamos todos, ahora ya no. Ya ves como es esto”, narra resentido.
AUMENTO DE TASAS
Antonio está cabreado. Su restaurante será uno de los afectados por la acentuada subida de tasas a las terrazas en Barcelona. La propuesta, que se incluía dentro del paquete de modificación de las ordenanzas fiscales, fue aprobada provisionalmente con los votos de los dos socios de gobierno, Barcelona en Comú y PSC, y con la abstención de Junts per Catalunya y ERC. La medida volverá a someterse al pleno a finales de año, para que entre en vigor antes del 1 de enero de 2020.
En caso de salir adelante, tener una mesa de 9 metros cuadrados en la Sagrada Família costará 527 euros al mes (1,95 euros el metro cuadrado al día), cuando en la actualidad cuesta 124 euros mensuales (0,46 euros por metro cuadrado).
¿SUBIDA MORTAL?
Los restauradores ven esta tasa como una barrera más a sus negocios, y que para muchos de ellos puede suponer su muerte económica. “Todavía no he hecho cálculos de cuánto perderé porque todavía tengo una mínima esperanza de que la propuesta acabe cayendo. Pero si lo aprueban, estamos jodidos. Yo sobrevivo en parte gracias a la terraza, que está llena casi todos los días del año. Puse varias estufas precisamente para rentabilizarla en invierno, pero con esta subida de tasas no sé si la tendré siempre llena. Como mínimo tendría que triplicar el suplemento por terraza, y eso puede repercutir en una bajada de la clientela”, explica Gabriel, gestor de un restaurante de La Rambla.
Antonio, en cambio, está seguro que resistirá, “igual que aguanté cuando hace dos años el Ayuntamiento me quitó varias mesas de las terrazas. Aquella vez hablé con los técnicos para pedirles explicaciones, y me dijeron que la viabilidad del negocio no era problema suyo”. Esta vez no tiene previsto protestar. ¿Qué hará? “Ajo y agua”, contesta. “Yo soy analfabeto. No sé de letras ni de números. Lo único que sé es que si ahora un café con leche en la terraza vale 2 euros, si me suben las tasas lo pondré a 3 o lo que haga falta. Es la única forma de sortearlo”.
LA HOSTELERÍA, UN LUJO
Roger Pallarols, director del Gremi de Restauració, va más allá. Según él, “ni las grandes cadenas soportarán estas tasas, que sí podrán aguantar las del sector textil”. Para Pallarols, uno de los efectos de la medida puede ser la pérdida de locales dedicados a la restauración en favor de los grandes comercios. Es decir, que donde ahora hay un bar en el centro, con la subida de tasas puede quebrar y que su lugar lo ocupe un comercio dedicado al sector textil, que necesita menos empleados y tiene menos costes, explica. “El Ayuntamiento cree que el sector restaurador se lo puede permitir, pero no. Se trata de un desconocimiento absoluto del funcionamiento de la hostelería y le están asestando un golpe mortal”.
Para el director del Gremi de Restauradors los bares y restaurantes sólo pueden sobrevivir a base de dos políticas empresariales: disminución de empleados o una drástica subida de los precios. En síntesis, el aumento de las tasas comportará convertir la hostelería “en un lujo”, sentencia.