Una mujer rompe a llorar en un banco. Mientras da el biberón a un bebé, solloza acompañada por el calor de varios vecinos. Este jueves por la tarde han asesinado a su sobrino y ella insiste a la policía que quiere ver su cuerpo. Una vecina traduce para Metrópoli Abierta las palabras de desconsuelo de la mujer, que es de origen marroquí: “Dice que lleva dos años sin ir a Marruecos y que ahora tendrá que bajar con el féretro. La madre del chico aún no lo sabe. Es el único hijo que tiene”.
DURANTE UNA REYERTA
El joven, que según los vecinos tenía 19 años, ha perdido la vida este jueves después de que un individuo le apuñalara mortalmente en el Pou de la Figuera, conocido como el "Forat de la Vergonya", en el distrito de Ciutat Vella de la capital catalana. Según han confirmado fuentes de los Mossos d'Esquadra a este diario, el suceso ha ocurrido a las 16:36 horas en la calle Jaume Giralt del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera.
Varios vecinos aseguran que el agresor, de 25 años y nacionalidad argelina, le ha clavado el arma blanca en la yugular y después le ha apuñalado con una botella de cristal rota. Una vecina, que no ha querido compartir su nombre con este medio, cuenta que el joven había llegado a Barcelona hace unos días del pueblo marroquí de Souk El Arbaa. Otra mujer, que observa el operativo policial a su lado, asegura que "era muy buen chico".
"TODO EL MUNDO SABE QUIÉN ES"
Mientras varios viandantes observan expectantes el dispositivo policial, donde se encuentra la Policía Científica examinando el cuerpo del fallecido, no pueden evitar manifestar su consternación. Alicia García detalla a Metrópoli Abierta que cuando esta tarde ha visto coches de policía acercarse al Pou de la Figuera no imaginaba que se hubiese producido un asesinato. “Me he dicho: ‘habrán robado a alguien’. Pero cuando me he acercado he visto que estaban reanimando al chico. Tenía la cara muy amarilla y había sangre”, lamenta y otra vecina, Carmen Castells, añade: “La ambulancia ha tardado más de media hora en llegar. Se me ha hecho interminable”.
En el interior de uno de los bares de la plaza el ambiente es de aparente normalidad, como si una tragedia no hubiese sacudido esta tarde al barrio, pero una pequeña multitud sigue hablando en la calle del suceso. Un chico alerta a una vecina: “todo el mundo sabe quién es el autor, pero nadie lo va a decir”. La mujer no ha ofrecido más respuesta que el silencio. Otras personas presentes en el lugar no paran de compartir entre ellas expresiones como: "qué fuerte", "pobrecito" o "esta plaza está cada vez peor".
ROBOS Y PELEAS
La tragedia también ha llegado a los comercios de la zona. Clarie, que trabaja en uno de ellos, cuenta a Metrópoli Abierta que un cliente, que estaba fumando en la calle, ha intentado ayudar al joven después de que “un grupo de chicos” le pidiera ayuda. “Cuando lo ha visto aún vivía, por lo que ha llamado a la ambulancia”, sostiene Claire, que también apunta que un hombre que pasaba por la plaza ha entrado al comercio para pedirle un botiquín. Ella solo ha podido prestarle algodón y alcohol. “Ha sido horrible. Ha sido imposible reanimarle”, recuerda.
A pesar de que García reconoce que después del verano “no se ha visto tanta delincuencia”, indica que aún es recurrente que se produzcan robos y peleas. “Años atrás había yonquis, pero no hacían nada y no robaban. Ahora no venimos nunca por aquí porque está siempre ocupada por grupos de chicos”, subraya García y agrega: “Cuando no se produce un tirón, estalla una pelea entre ellos”.
FALTA DE PRESENCIA POLICIAL
Por otra parte, una empresaria de la zona, que abrió el primero de sus negocios hace 14 años, quita hierro a los episodios de robos en la calle y destaca las “mejoras” del barrio en la última década. “Ha bajado mucho el nivel de violencia. La gente que dice que el barrio está muy mal no creo que viva aquí”, describió recientemente a Metrópoli Abierta.
Aunque para Nieves, otra vecina, la falta de presencia policial es otro de las problemáticas de la zona. “Cada dos por tres pasan cosas raras. Cuando escuchamos peleas llamamos a la policía. A veces vienen y otras no”, exclama Nieves al compartir una opinión similar a la de otro residente de la zona, Muhammad. “Esta plaza hay que quitarla". "Nunca venimos a sentarnos aquí y no queremos que nuestros nietos vengan", sostiene.