Cada cinco minutos los curiosos se acercan al Hivernacle del parque de la Ciutadella para echar una ojeada. Es una reacción natural ya que se trata de un precioso edificio modernista de hierro y cristal; un vestigio de la Exposición Universal de 1888, de cuando Barcelona trató de lucirse al mundo. 

Sin embargo, los visitantes enseguida apartan la mirada. Lo que se ve a través de los vidrios rotos no son plantas exóticas sino el “hogar” de cuatro jóvenes extutelados y tres adultos sin techo, que viven en condiciones insalubres. Metrópoli Abierta se ha desplazado hasta el antiguo Hivernacle, propiedad del Ayuntamiento de Barcelona, para relatar quiénes son y cómo viven sus ocupantes.

EL HIVERNACLE 

El Hivernacle de la Ciutadella es una obra contemporánea a la Torre Eiffel de París. Es una estructura construida en el 1884 por Josep Amargós i Samaranch como complemento a las edificaciones que formaban parte de la Exposición Universal. Ocupa una superficie de 950 m2 dividida en tres naves, de las cuales la central es la más alta y está descubierta por las partes laterales.

El interior del Hivernacle 'okupado' desde una perspectiva exterior, a través de un ventanal roto / Sílvia Bosch



Su función principal era el cultivo y la exposición de plantas de origen tropical que, a causa de las condiciones climáticas de Barcelona, no podían vivir en el exterior. “El paso de los años ha restado belleza a esta estructura hasta que, después de haber sido restaurada en motivo del centenario de la Exposición Universal, se ha dedicado también a actividades de carácter cultural”, reza un cartel con información municipal. Una afirmación - la de las “actividades culturales” - que parece alejarse de la finalidad que tiene este enclave hoy en día: ser la morada de unas personas que afirman “no tener ningún otro sitio al que ir”.

CAMPAMENTO IMPROVISADO

A escasos metros del Hivernacle hay una fuente y un banco. Como dentro del edificio modernista el calor es insoportable, sus ocupantes pasan el rato merodeando por los alrededores donde se han montado un campamento improvisado durante el día. Se lavan la ropa en la fuente y se tumban en la hierba para fumar hachís. Son cuatro chicos jóvenes - el más mayor dice tener 20 años -, y tres hombres adultos que ya llevan tiempo malviviendo en el Hivernacle. Uno de ellos, Abdul, de 32 años, se va a buscar comida a un contenedor de basura. “Llevo un año viviendo aquí porque me echaron del piso en el que estaba”, explica.

El interior del Hivernacle modernista 'okupado' con las pocas pertenencias de sus habitantes / Sílvia Bosch



Entrar en el edificio no es tarea fácil. Hay que ser ágil para sortear la valla de hierro. “Pegas un salto a la pared, te agarras a la columna, y saltas”, ilustra Mohamed, de 19 años. Dentro, en la nave lateral más próxima al paseo de Picasso, el joven enseña sus pertenencias: un poco de ropa, y un colchón en el suelo. Los grandes ventanales de hierro están oxidados. Hay agujeros en el pavimento donde se acumula basura, respaldos de sofá a modo de cama, un carro de la compra, bidones de plástico y hasta una barbacoa vieja con restos de carbón en el suelo. 

PROBLEMAS DE CONVIVENCIA

Todos los miércoles un grupo de la tercera edad se reúne en el parque de la Ciutadella para practicar Chi Kung. Se trata de una de las iniciativas del programa ‘Activa’t’ del Ayuntamiento de Barcelona. Antes se hacía al lado del Umbracle pero, como la zona está en obras, tienen que acercarse más al Hivernacle ocupado. Sin embargo, el grupo prefiere ponerse en medio del camino. “No es que nos hayan echado, pero esa gente no lleva mascarilla y aquí vienen personas mayores”, explica el profesor Jordi Urbano. “No quiero tener que estar constantemente pendiente de mis pertenencias”, agrega una de las asistentes a la clase.

El grupo de Chi Kung realiza su clase en medio del camino para no estar tan cerca del Hivernacle / Sílvia Bosch



El grupo de Chi Kung no es el único que tiene sus reservas sobre los ocupantes del edificio modernista. Fuentes de la Associació de Veïns Casc Antic aseguran “ser conscientes” de la problemática y afirman que este es un punto donde se producen “robos” y “tráfico de drogas”. Por su parte, los Mossos d’Esquadra han descartado, en declaraciones para este medio, tener algún aviso de robos con violencia.

EXTUTELADOS

Los cuatro jóvenes que viven en el Hivernacle tienen una historia compartida. Salieron de Marruecos siendo menores de edad, lograron llegar a Cataluña y pasaron a estar tutelados por la Dirección General d'Atenció a la Infància i a la Adolescència (DGAIA) hasta que les dieron “la patada”, comenta Yoenes, uno de los chicos. El joven está lleno de cicatrices por todo el cuerpo. “Se ha peleado con un gato”, justifica su compañero, Ahmed, a modo de broma sarcástica. Yoenes comenta que se enfrenta a un juicio por robo con violencia del que ha sido acusado “injustamente”. Si al final lo sentencian, no será el único que ha pasado por la cárcel. A su lado, un chico que prefiere el anonimato, afirma haber estado en la prisión de Quatre Camins. No parece que tenga más de 16 años.

Restos de basura y una barbacoa, en el interior del Hivernacle modernista / Sílvia Bosch



Todos ellos aseguran haber realizado cursos de cocina, jardinería o carpintería pero alegan que “no han podido encontrar trabajo”. Algunos todavía no han asimilado su nueva “vida” en el Hivernacle y se resisten a que esta situación sea algo permanente; otros, como Ahmed, lo tienen más claro: “Este es nuestro hogar y haremos lo que haga falta para sobrevivir”, contesta, al consultarle por los hurtos de los que les acusan algunos vecinos y usuarios del parque de la Ciutadella. “Pregunta a la policía, que viene cada día a mirar si robamos”, responde.

UN PROBLEMA ESTRUCTURAL

Lamentablemente, la problemática asociada al abandono por parte del sistema de los menores tutelados cuando cumplen la mayoría de edad no es nueva, y requiere de un frente común de todas las instituciones del Estado. Por su parte, fuentes del Ayuntamiento de Barcelona han explicado que “trabajan a diario para vincular a las personas que viven en estas circunstancias a los Servicios Sociales pero que muchas de ellas rechazan la ayuda”. En el caso que se detecte un menor, éste se deriva a la Generalitat.

El consistorio ha activado siete equipamientos extraordinarios con 714 plazas nuevas, que ha supuesto una inversión adicional de nueve millones de euros a los 35 presupuestados anuales. Sin embargo, “se necesita una estrategia de país para luchar contra el sinhogarismo”, afirman fuentes del Ayuntamiento. Y es que, según ha contabilizado la fundación Arrels, en la actualidad hay más de 4.200 personas sin hogar en la capital catalana, de las que unas 3.000 viven en pisos sociales o equipamientos y 1.200 en la calle.

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