El Ayuntamiento de Barcelona ha recibido desde la pasada primavera, cuando se empezaron a tramitar los permisos, unas 6.600 solicitudes de titulares de bares y restaurantes para ampliar su terrazas. Una parte de ellas se han instalado en la calzada, para evitar reducir el espacio dedicado al peatón en las aceras. Este hecho ha supuesto la pérdida de unas 2.000 plazas de aparcamiento.
Los datos han sido facilitados por el consistorio barcelonés a Metrópoli Abierta. Las fuentes consultadas afirman que de las 6.600 peticiones ahora quedan por resolver un 10%. Según el director general del Gremi de Restauració, Roger Pallarols, de las 6.600 peticiones, más de 2.340 se han denegado por "defectos no subsanables". De las más de 4.260 solicitudes restantes, el 21 de agosto se habían tramitado unas 3.300, de las que otras 950 tampoco habían obtenido el visto bueno municipal.
Los distritos más perjudicados en no poder abrir nuevas terrazas son Gràcia y Ciutat Vella, donde la negativa del gobierno de Ada Colau llega al 56% (Gràcia) y al 69% (Ciutat Vella). En el resto de distritos, las denegaciones bajan considerablemente, hasta el 24%, en Sant Andreu, y el 22%, en Horta-Guinardó. En el resto, la prohibición está por debajo del 20%, desvela Pallarols.
2.300 TERRAZAS
Por ahora, se han ampliado o han abierto nuevas unas 2.340 terrazas. "El 40% de las terrazas se han instalado en calzada, y el 60% en plazas y calles", comenta Pallarols, que explica que el sector esperaba un verano malo, pero "ha sido peor" por los rebrotes, unas administraciones que estaban "igual o peor preparadas para la pandemia que en marzo" y unas medidas restrictivas impuestas por la Generalitat a la restauración que ha llevado a muchos establecimientos a la inactividad.
Según el director general del Gremi de Restauració, en Barcelona solo han funcionado las terrazas. En el interior de los locales casi no hay consumo, por las limitaciones impuestas "y porque el cliente tiene miedo". En los barrios, los negocios han funcionado mejor -aunque Pallarols dice que es "economía de subsistencia"- que en el centro, donde la restauración ha tocado fondo ante la ausencia de turistas y se puede llegar a "una desertización empresarial".
LA RAMBLA, VACÍA
La Rambla, como explicó este medio a principios de agosto, atraviesa una importante crisis económica ante la falta de visitantes foráneos. "Solo están abiertos un 30% de los establecimientos", valora el presidente de Amics de la Rambla, Fermín Villar. Antes de la pandemia, un negocio de restauración podía facturar unos 10.000 euros diarios, y por un establecimiento de unos 100 metros cuadrados se podía pagar en el popular paseo entre 18.000 y 20.000 euros de alquiler.
Pallarols advierte que la crisis está golpeando con fuerza a las ciudades de éxito, como Barcelona, y que se puede matar a uno de los motores de la economía. "Podemos tardar décadas en recuperarnos". El exconcejal de Comercio del Ayuntamiento defiende la necesidad de tomar medidas para paliar los efectos de la crisis: ampliar los ERTE, autorizar más terrazas en Ciutat Vella y Gràcia y reducir los precios de los alquileres hasta la recuperación de la economía.
1.241 PLAZAS MENOS DE COCHE
El traslado de una parte importante de terrazas a la calzada ha supuesto la pérdida de unas 2.000 plazas de aparcamiento. Según el Ayuntamiento, 1.241 son de coche, principalmente de área verde y azul, y 878 de moto. La teniente de alcaldía de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad, Janet Sanz, dice que una parte de estas terrazas en calzada se quedarán. Sanz defiende el uso del espacio público para una actividad económica que lo pasa mal.