El Liceu desafina: luces y sombras de un gigante que resiste con subvenciones públicas
La institución musical por excelencia no presentó ERTE y sólo tiene problemas de tesorería, no de financiación
29 noviembre, 2020 00:00Noticias relacionadas
La cultura vive su peor crisis de la historia reciente. La pandemia y el cerrojazo de la Administración a los espectáculos culturales supuso la muerte accidental y temporal de un sector que a principios de año esperaba uno de los mejores ejercicios de su historia. Baste decir que la facturación de la cultura en Cataluña en el mes de enero fue de 45 millones de euros, cuando la media mensual se situaba entre 37 y 40 millones.
Pero llegó la pandemia y, con ella, el infierno. En abril, la facturación bajó a 8 millones, y tras el fin del confinamiento, a finales de julio, el sector se había recuperado hasta los 25,4 millones. Comenzaba a levantar cabeza cuando llegó la segunda ola de la pandemia. Ya por entonces, el número de afiliados a la Seguridad Social de este sector caía un 8,7%, muy lejos del 3,6% de la media global de Cataluña.
EL MÁS PERJUDICADO POR LA CRISIS
En este contexto, el informe anual del Consell Nacional de la Cultura i de les Arts (CONCA) habla de que el Gran Teatre del Liceu es la institución cultural que más padeció la crisis, juntamente con el Palau de la Música: sólo en el primer semestre del año, ambas instituciones perdieron en ingresos más de 10 millones de euros cada una. Les siguen el Auditori, con casi 5 millones, la Fundación Gala-Dalí y la Fundación Joan Miró, con más de 4 millones, el MNAC y el Teatre Nacional, con alrededor de 2 millones cada una, y el Macba y el Teatre Lliure, con millón y medio.
“No se trata de pérdidas como tales —advierte una fuente interna oficiosa del Liceu a Metrópoli Abierta—, sino de ingresos que se han dejado de contabilizar. En realidad, la institución como tal no puede tener pérdidas y ha de provisionar unos 2 millones de euros anuales hasta el 2023 para responder de los intereses de un crédito sindicado que recibió hace unos años”.
Fuentes oficiales del Liceu señalan a este diario que las medidas excepcionales que tuvo que tomar el teatro tras el estado de alarma del 14 de marzo generó “una reducción en los ingresos previstos de 10,2 millones”. En otras palabras: de una previsión de ingresos de casi 49,2 millones, se pasó a 38,9 millones. “Para paliar este desequilibrio, la dirección tuvo que diseñar y ejecutar un plan de medidas de ahorro que afectó a todas las partidas del presupuesto”.
LA CAIXA LE ADELANTÓ 10 AÑOS
La institución, que tiene 2.292 localidades, está dirigida por Valentí Oviedo (exdirector del Institut de Cultura de Barcelona) y el presidente honorario es el presidente de la Generalitat, mientras que el presidente del Patronato de su Fundación es Salvador Alemany. La vicepresidenta primera es la consejera de Cultura, Àngels Ponsa, y la vicepresidenta segunda es Andrea Gavela, subsecretaria de Cultura y Deporte. La institución tiene también un consejo de Mecenazgo que preside Luis Herrero, el director de Banco Santander en Cataluña.
Lo cierto es que el Liceu fue una de las pocas instituciones que no acometieron Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) con motivo de la pandemia. A ello ayudó el hecho de que uno de sus principales patrocinadores, la Fundación La Caixa, ya hubiese llegado a un acuerdo a finales del 2019 para adelantarle sus ayudas de los diez siguientes años. Fue una operación —similar a la que realizó tras el incendio de 1994— que sirvió para aliviar tensiones de tesorería e inyectar liquidez.
UN MONSTRUO CON 300 TRABAJADORES
Aún así, fuentes del comité de empresa consultadas por este diario subrayan que “las administraciones mantienen sus aportaciones y se han pedido unos créditos para compensar el bajón de los ingresos por taquilla”. En definitiva, desde el comité señalan que “lo que tiene el Liceu en la actualidad es un problema de tesorería, no de financiación”. Desde la dirección del Liceu se reconoce que “para garantizar la estabilidad financiera durante el periodo del Covid y post-Covid, se ha solicitado un préstamo al Instituto de Crédito Oficial (ICO) de 4,5 millones de euros”. La entidad es un monstruo que tiene algo más de 300 trabajadores, contando a los 60 miembros de la orquesta y otros tantos del coro, además de tramoyistas, regidores, solistas, maquilladores, etcétera.
Su tesorería se ve aliviada por el erario público: esta entidad recibió del Ministerio de Cultura en el último ejercicio más de 8,3 millones de euros anuales, mientras que de la Generalitat recaudó algo más de 8 millones; del Ayuntamiento 100.000 euros; y de la Diputació, 50.000 euros. Una de las fuentes consultadas por este diario explica que en el 2019 “se recuperaron ingresos pequeños que habían dejado de llegar en 2008, con motivo de la anterior crisis".
LOS PEQUEÑOS SE APRIETAN EL CINTURÓN
Paralelamente, bajaron las aportaciones del Ministerio de Cultura y del Ayuntamiento de Barcelona. Lo cierto es que desde las filas de los comunes se ve el Liceu como una entidad elitista y la alcaldesa Ada Colau dijo que le iba "mal seguir con las aportaciones”. Esta fuente subraya que, aunque no hay un posicionamiento público, una treintena de pymes tuvieron que apretarse el cinturón y restringir las aportaciones con motivo de la pandemia, mientras que los grandes mecenas no han tocado las subvenciones en el 2020. En definitiva, a la institución barcelonesa le ha fallado este año la taquilla, pero contó con las mismas ayudas oficiales que otros años. No hubo virus que pudiese con las aportaciones oficiales.
Aún así, desde la dirección se reconoce que “el apoyo de las empresas, los benefactores y los abonados ha sido clave para superar estos meses. A pesar de la crisis económica generada por la pandemia, se ha conseguido recaudar cerca de 350.000 euros por parte de los abonados, a parte de sus abonos, y 6,1 millones de las empresas”. En la actualidad, el Liceu “trabaja fórmulas de acuerdo con el nuevo proyecto artístico para incrementar el compromiso y la participación de la sociedad”.
SUSPENDIDAS 15 FUNCIONES
Los 327 trabajadores de la institución estuvieron confinados desde el minuto uno hasta el fin del estado de alarma y desde entonces ya han vuelto al trabajo presencial con todo tipo de medidas de seguridad. "El teatro tiene todas las garantías, incluso mucho más que cualquier otro teatro. Sus instalaciones son nuevas, eficientes y eficaces”, aseguran fuentes de la dirección.
El Liceu, según fuentes cercanas a esta institución, ha suspendido 15 funciones desde el inicio de la pandemia. Oficialmente, la dirección de la institución reconoce que al tener que suspender la actividad artística hasta el 24 de noviembre se han visto afectadas “4 funciones de Don Giovanni, cinco del ballet Marie-Antoinette, el estreno de Sis Solos y de Mitridate, re di ponto”. En plena pandemia, durante el encierro domicilairio, también reprodujo 14 títulos de ópera para su canal de Youtube, que recibieron casi 140.000 reproducciones, así como el vídeo viral que bajo el lema Hora de Vencer “alentó a la ciudadanía a afrontar el desconfinamiento con esperanza e ilusión y que actualmente va camino de las 800.000 reproducciones”. Además, subrayan, el teatro no ha dejado de trabajar y mantuvo una programación online gratuita durante noviembre.
CRÍTICAS DE LOS AFICIONADOS
Pero la gestión suscita críticas entre algunos aficionados de toda la vida. “Lo primero que hicieron fue un acto muy cool, que fue el Concierto para plantas. Se puso una planta en cada butaca y se les dio un concierto, en una vistosa función que sólo sirvió para enterrar un buen puñado de euros”, explica un habitual con quién ha hablado Metrópoli Abierta. Otro habitual, por su parte, subraya que “eso, en realidad, es una payasada y para lo único que sirvió fue para tirar el dinero, ya que costó un dineral. Parece que se trataba de llamar la atención, aunque en el peor sentido de la expresión. La música es una obra intelectual del hombre para otros seres humanos”.
Esa peculiar función tuvo lugar el 22 de junio y fue obra de Víctor García de Gomar, director artístico de la sala, que contrató al artista conceptual Eugenio Ampudia para el evento (lo que él llamó Concierto para el bioceno, en oposición a antropoceno). Hubo, pues, 2.292 entidades vegetales sacadas de un invernadero —sin mascarillas y sin guardar las distancias de seguridad, por supuesto— como privilegiado público de la vuelta a la normalidad.
EL “CONCIERTO PARA LAS PLANTAS”, UNA ‘BOUTADE’
Al término del Crisantemi (de Giacomo Puccini), las plantas fueron donadas a otras tantas personas que han estado en primera línea del frente sanitario en la lucha contra el coronavirus. Fue un intento, según el artista, de “reformular el presente desde postulados posthumanistas y de compromiso ecosocial”. Pero la “propuesta simbólica de cambio de paradigma” acabó convirtiéndose más bien en una boutade postmoderna.
Críticas acerbas recibió también la función de Il Trovattore, de Verdi, en la inauguración de la temporada. “Las entradas se pusieron a la venta a 355 euros en platea. Es un precio desmesurado, y más en época de crisis. Para hacernos una idea, el Covent Garden puso sus entradas a 180 libras. O sea, para la sesión inaugural, si una pareja quiere ir a la ópera debe gastarse un mínimo de 700 euros en las entradas, más luego la cena, la copa y el aparcamiento. Es una exageración, máxime cuando Il Trovattore era una ópera en versión concierto y sin escenificación”, señalan fuentes consultadas por ese medio. Claro que el director de la función era el venezolano Gustavo Dudamel, el director de moda, que debutaba en este escenario.
“DON GIOVANNI”, CORTADA
También la función de Don Giovanni levanta críticas. “Es una obra demasiado larga. Tú no puedes tener a los espectadores más de 3 horas sentados en una silla [Il Trovatore también, aunque tuvo tres pausas]. Necesitas cortar a la hora y media y no poner una sesión inacabable”. Reseña esta fuente que a las 10 deben acabar las funciones. “Y por eso cortan historias de la ópera. ¡Luego nos quejamos cuando cortan las películas! Eso no es serio. Mejor no ofrecer el espectáculo. Lamentablemente, eso es su nueva normalidad”. Desde el Liceu, no obstante, se explica que lo que hubo fue “una adaptación de partitura, porque la función debe acabar a las 10 y que la gente llegue a su casa no más allá de las 11. Con ese horario, se puede justificar el quebranto por poco del toque de queda”. Aún así, subrayan las fuentes que “el problema del Liceu no es tanto de horarios como de aforo”.
Uno de los acólitos a las funciones de este teatro resume la desazón de la crisis de esta manera: “Ópera quiere decir socializar también, no sólo escuchar música. Es lucir. Es horroroso ver un teatro como el Liceu con la mitad del aforo y todos enmascarados. Y choca mucho más ver a la orquesta y al coro con mascarilla. Un coro cantando con mascarilla es ridículo. Además, el sonido no es bueno. Parece la ópera, pero la de los hermanos Marx”.
EJECUCIÓN CARÍSIMA
Otra de las iniciativas que suscita críticas entre los aficionados de la ópera fue el Requiem de Mozart que se organizó en Montserrat. Esta función, el aperitivo de la inauguración oficial de la temporada, se celebró en septiembre y se realizó sin poder comprar entradas. Su ejecución fue carísima porque es cierto que se contrataron los mejores solistas.
"En realidad, esos primeras espadas se tenían que haber reservado, ya que el Requiem se puede llevar a cabo con otras voces menos caras”, señalan fuentes críticas con este acto. Bajo la dirección del director musical del teatro, Josep Pons, participaron en esa función los solistas Elina Garanza, Xabier Anduaga, Nadine Sierra y Tareq Nazmi. Los más críticos son contundentes: “El Metropolitan de Nueva York suspendió la temporada por la pandemia. Eso es dignidad”.