La solidaridad de un barrio se mide en cajas de comida. En la sede de la Asociación de Vecinos de Trinitat Vella, media docena de mujeres y un hombre revolotean alrededor de decenas de cestas repletas de fruta, verdura y alimentos no perecederos. El número de familias incapaces de llenar la nevera no ha dejado de crecer durante la pandemia. “Empezamos con 17 familias y ahora atendemos a 70”, resume Yolanda Benítez, presidenta de la Asociación Els Triniteiros y vinculada a otras muchas entidades. Con La Trini Solidaria, los vecinos atienden más de 200 personas al mes con una entrega de comida quincenal.
Manoli Vera, presidenta de la AAVV de Trinitat Vella / G.A
Sentada en una silla, la presidenta de la AAVV, Manoli Vera, observa la frenética actividad de sus compañeras. Desde una de las entidades vecinales más longevas de Barcelona –en 2020 cumplió 50 años– define la esencia de un barrio que conquistó por sí mismo sus servicios públicos y numerosos equipamientos. “Somos un barrio cañero. Sabemos que si queremos algo tenemos que luchar por ello”, explica Vera.
UNA 'ISLA'
Aislado por dos muros de asfalto, la Meridiana al sur y la Ronda de Dalt al norte, el barrio es una "isla", en palabras de la líder vecinal. Este sentimiento de pertenencia, la sensación de vivir en un pueblo, ha formado un pegamento social que hoy engrasa a sus 10.337 habitantes en 52 entidades. Desde mayo la mitad colabora en llenar las cestas de comida y la despensa del sótano de la asociación.
La parroquia de Trintat Vella, en la plaza de la Trinitat / G.A
Un barrio compactado también conlleva, en ocasiones, que se magnifiquen los problemas puntuales que surgen. El estigma negativo atribuido al barrio, y del que Vera culpa a los medios de comunicación, empezó a construirse en los años 80 con la llegada de la heroína y los estragos que cosechó la droga. En la actualidad, el barrio sufre conflictos intermitentes y puntuales inseguridad, "igual que en otros barrios", relatan los vecinos. Tras un homicidio el pasado 4 de enero y un robo con explosivos en un cajero, los vecinos piden más presencia policial en el barrio. También quieren terminar con los botellones sin mascarilla en la plaza de la Trinitat.
30% DE INMIGRACIÓN
“Las entidades han hecho un muy buen trabajo estos años. El barrio ha cambiado mucho”, enfatiza Josep Jordà, mientras prepara el servicio de la tarde en los bastidores de su histórica panadería. Fundado en 1927, cuando el barrio empezaba a tomar forma y solo lo habitaban algunas familias trabajadoras y un puñado de burgueses de la lejana Barcelona en sus torres veraniegas, el establecimiento es hoy orgullo de barrio. Hay que andar muy despistado para no conocer el sabor de este pan, que en 2008 le brindó a este comerciante el Premi Barcelona la millor botiga del Món al mejor local de la capital catalana.
El Parque de la Trinitat, este miércoles / G.A
La segunda ola migratoria de los años 60, con la llegada de muchos andaluces, transforma el barrio en bloques de viviendas. A partir del 2000, la inmigración africana y latinoamericana dibujó el actual perfil sociológico, con un 30% de población de origen extranjero, fuertemente integrada, según Benítez. “Aquí se junta lo social con lo cultural. Mezclamos las culturas en muchísimas actividades y la convivencia es una realidad”, sostiene. Las famosas comparsas de Carnaval, las verbenas de Sant Joan y la recuperación del espacio del parque de las barbacoas –abandonado y usado por los incívicos– son un ejemplo.
EL REVULSIVO OLÍMPICO
El puente de Sarajevo que cruza la Meridiana unió para siempre Barcelona con la capital bosnia durante las matanzas de la guerra en la antigua Yugoslavia. Fue en ese contexto, con los Juegos Olímpicos del 92 como telón de fondo y durante la alcaldía de Pasqual Maragall (PSC), cuando el barrio conquistó nuevas mejoras, como el pulmón verde que es hoy el Parc de la Trinitat. Sus ríos artificiales y abundante vegetación representan un oasis verde rodeado de la densa circunvalación de entrada y salida de Barcelona donde convergen la Ronda Litoral, Ronda del Mig, tres autopistas y la Meridiana.
El icónico puente, una construcción ecológica pionera que elimina la contaminación de los vehículos, también enlaza Trinitat Vella (distrito de Sant Andreu) con Trinitat Nova (Nou Barris). Son dos barrios que una vez fueron uno, separados por la avenida Meridiana.
Las Trinitats son zonas humildes, con algunas de las rentas familiares más bajas de Barcelona, que consiguieron sus mejoras a golpe de luchas y presión vecinal. Trinitat Nova contempla desde lo alto a su vecino y el resto de la ciudad que se extiende bajo sus pies. Es el barrio más reciente, construido rápido y mal entre los años 50 y 60 con el llamado Barraquismo vertical. El deterioro de las viviendas en forma de aluminosis aparecería pocas décadas después.
OBJETIVO: REVITALIZAR EL BARRIO
A diferencia de su vecino, Trinitat Nova carece de un tejido vecinal fuerte. “Sigue siendo un barrio dormitorio”, reconoce Ramón Casas, presidente de la asociación de vecinos, que acuden a comprar a Trinitat Vella debido a la falta de comercios. Su población se ha envejecido con los años y los jóvenes se marchan a otros lugares. Los vecinos más veteranos sí mantienen el sentimiento de pertenencia de un barrio que llegó a acoger cuatro clubes de fútbol. “La remodelación del barrio llegó tarde”, lamenta Casas, en alusión al derribo de los edificios afectados de aluminosis, substituidos por bloques de protección oficial.
Los vecinos reclaman desde hace años un polideportivo para dinamizar el barrio y atraer a familias. También piden un Casal de Jóvenes y ampliar la actual residencia de mayores. Casas echa en falta, también, más colaboración vecinal para empujar más y conseguir las reivindicaciones de la zona. “Necesitamos más asociacionismo”, pide el líder vecinal, que aboga por superar el actual “asistencialismo” que predomina en parte de los habitantes.
DIVISIÓN
La socióloga Victoria Sedkowski da, quizás, en el clavo para explicar la poca cohesión del barrio. En su trabajo Identidad del lugar en Trinitat Nova, publicado en 2020, explica que los denominados "pisos pantalla", en mejor estado que el resto y habitados por funcionarios, conformó una "jerarquización de estatus" y una "fragmentación identitaria" entre los vecinos, que identificaban a los ocupantes de estos pisos como "privilegiados".
La Trinidad Sindical (pisos de la Obra Sindical del Hogar) "percibida por los habitantes de las demás zonas como una entidad casi externa al barrio, separada del resto por un muro", tampoco ha ayudado a cohesionar a sus habitantes. Existe otro muro entre los primeros vecinos, conectados por una memoria común a través de las reivindicaciones y protestas, y los recién llegados, la mayoría población inmigrante. Personas, señala Sedkowski, en una situación inestable, en proceso de regularización, y con más dificultades para "establecer un verdadero compromiso participativo con el barrio".
En Trinitat Vella, una de sus vecinas más longevas, Margarita (77 años) no para quieta llenando cajas de comida. Nació en 1944, en las primeras casas, y aún recuerda cuando el barrio se llenaba de personas que asistían al torneo de tiro al plato de Cataluña. Cuenta que esta tradición impulsada por la burguesía se terminó con la llegada de la prisión, Centre Penitenciari de Joves (Trinitat). El largo y tedioso proceso de eliminación del centro podría culminar en 2022 con la construcción de un millar de viviendas públicas en el solar de la cárcel.
Margarita lamenta que, ahora, los vecinos "no se ayudan como antes". Elisabet Medina, criada en Trinitat Vella y dueña de un bar, recuerda que sus compañeras de clase, en una escuela fuera de la zona, le pedían que les contara algo sobre su lejano y exótico barrio. Era la época en que los heroinómanos caían muertos en plena calle. Medina sí define un barrio cohesionado, con carácter “luchador” y lo ejemplifica con la organización de sus vecinos que han impedido varias okupaciones.
PARO E IMPACTO SOCIAL
Una majestuosa construcción modernista se alza elegante y colorida en Trinitat Nova. Es la Casa de l’Aigua, un complejo formado por la otra Casa de l’Aigua de Trinitat Vella de un siglo de historia, que almacenaba y distribuía el agua de la ciudad. El espacio, una buena excusa para visitar la otra zona alta de Barcelona, regala una vista privilegiada de la ciudad. Ubicada a unos metros de la Sierra de Collserola, acoge un espacio medioambiental y diversas actividades como el Sant Jordi.
El tejido comercial de Trinitat Vella ha resistido bien la pandemia. Solo ha cerrado un bar de entre los 100 negocios del barrio, según los cálculos de Jordà, que preside la Asociación de Comerciantes. Muchos trabajan como autónomos (pintores, paletas o lampistas) y en fábricas como la Seat. Sin embargo, el paro es elevado en ambos barrios. Lo saben bien en Trini Jove, una entidad que en 2019 consiguió trabajo para 500 personas. Su fundador, Ignasi Parody, muestra preocupación por los problemas de salud mental, sobre todo en niños, originados "por culpa de la pandemia y la miseria económica".
UNIR LOS DOS BARRIOS
El centro abierto, con comida y ducha caliente, atiende a una cuarentena de niños. En el ámbito social la entidad ayuda a unas 400 familias. Parody recuerda una "genialidad" de Maragall en el 91, cuando el alcalde se instaló una semana en el barrio para empaparse de las necesidades del barrio. "Hacíamos un recorrido por el barrio que ya habían planificado para él. Se lo dijo y me contestó que lo llevara por donde quisiera, y le llevé por la zona más complicada", evoca entre risas. Parody enfatiza la "personalidad" del barrio y los equipamientos que ha conseguido (biblioteca, piscina, ambulatorio, etc).
Como hiciera el Puente de Sarajevo en los años 90, la iniciativa Trini Uneix, surgida en las últimas semanas, persigue unificar las reivindicaciones de ambos barrios. Trinitat Vella y Trinitat Nova quieren caminar juntos de nuevo. Como se escucha entre los más veteranos de Trinitat Nova, regresar a los "viejos buenos tiempos".