Barcelona pierde fuelle, Madrid es todo vitalidad y empuje. Esas son las percepciones, aunque los datos no apunten enormes diferencias. Las dos ciudades se comparan de forma constante, pero, ¿cuál de ellas conecta más con lo contemporáneo, con la innovación cultural que contiene elementos híbridos? Un denominador común, entre los expertos en la gestión cultural, es que Barcelona presenta un hecho diferencial: el festival Sónar, porque ha sabido conectar con el interés por la inteligencia artificial, la innovación en el sonido y con colaboraciones con la universidad.

Lo señala con convicción Fèlix Riera, gestor cultural, que considera que el Sónar sería el elemento más rupturista entre los diferentes eventos que se organizan en toda España y que ciudades como París o Londres quisieran albergar. Más allá de motores económicos –lo ha sido en los últimos años, antes de la pandemia, el Mobile World Congress—lo distintivo de Barcelona es un festival que se ha aliado con universidades, como la UPC, para investigar sobre el futuro del sonido, la inteligencia artificial y la cultura digital.

Actuación de Raül Refree en el Sónar con audiovisuales de Isaki Lacuesta

 

CREADORES EN LA ESCOCESA

La ciudad ofrece muchas otras actividades. Hay otros festivales de música importantes, y está el ecosistema tecnológico alrededor del 22@, con startups que son ya empresas consolidadas. Pero, ¿suceden cosas únicas en Barcelona? El activista cultural, fundador de la revista Ajoblanco, Pepe Ribas, muestra su optimismo porque ha visto germinar “acciones independientes, con talleres creativos, con artistas que siguen su camino”. Y habla de La Escocesa, el recinto industrial que toca, precisamente, con el distrito tecnológico, en el Poblenou. La Escocesa es un espacio de arte y creación donde, a juicio de Pepe Ribas, “pasan cosas”, y no están controladas por lo políticamente correcto o por un dirigismo cultural administrativo. Otras iniciativas en L’Hospitalet o en barrios de Barcelona más lejados del centro siguen la estela de La Escocesa, contribuyendo a un caldo de cultivo que interesa internacionalmente, a juicio de Ribas, y que dará sus frutos. Hay escultores, pintores y dibujantes que buscan reactualizar el pasado reciente, en una especie de contraste entre las artes plásticas tradicionales y el presente digital.

Nathy Peluso, una de las artistas que actuarán en conciertos en el Sónar 2022 de Barcelona, durante un 'show' / EFE

Pero, ¿Madrid no cultiva iniciativas similares? Su conexión con lo contemporáneo, su “valor añadido” llega de la mano de Manuel Borja Villel, director del museo Princesa Sofía, que fue, precisamente, director de la Fundación Tàpies del Macba, en Barcelona. Es la visión de Fèlix Riera, que destaca cómo el museo “ha sido capaz de desarrollar otras actividades culturales con exposiciones de fotografía o cine”, con una “libertad muy importante en la gestión”.

Un ejemplo de lo que apunta Riera llega este jueves 10 de febrero. El Reina Sofía inicia un ciclo de cine sobre Las películas de Kidlat Tahimik. Fábulas contra el desarrollismo. El museo aprovecha el final de la exposición sobre el artista en el Palacio de Cristal del Parque del Retiro. En el ciclo se repasan los largometrajes históricos y sus inicios en el cine como actor, dentro de la película El enigma de Gaspar Hauser, de Werner Herzog. Y se acompaña con debates y coloquios con el propio cineasta.

La artista Nina Kraviz durante su 'DJ set' en el OFFSónar By Night / FESTIVAL SÓNAR

El escritor Valentí Puig lo ve con otros ojos. Considera que el gran valor de Barcelona, lo que conecta la ciudad con lo contemporáneo, para inspirarse o para entender la construcción de la propia ciudad, “sigue siendo el modernismo”, la obra de un gigante como Gaudí. Mientras que otorga un gran valor, ese “añadido” que las grandes ciudades desean aportar, a la gastronomía de Madrid, por su variedad en la que se combina innovación “con clasicismo”.

PRODUCTORAS AUDIOVISUALES

La periodista cultural Ariana Basciani, con un pie en cada ciudad, y con sus raíces hispano-venezolanas, se coloca al lado de Riera. Lo realmente innovador en Barcelona lo aporta, a su juicio, el Sónar. “Ha sabido integrar a los ciudadanos que viven en Barcelona con una propuesta electrónica, que plantea cada año, con artistas internacionales, que impulsa, a su vez, a los nacionales”. Basciani añade que la potencia creativa es enorme, con ejemplos como la productora multimedia Canada, que creó “toda la imagen gráfica de los vídeos de Rosalía en el disco El mal querer, impulsando la propuesta de flamenco híbrido de la artista catalana en todos los mercados internacionales”. El impacto económico del Sónar, además, es notable. Con los datos de 2016, los últimos difundidos por la organización, el Sónar logró dejar en la ciudad 74 millones de euros, y un total de 125 millones, si se incluyen todas las actividades paralelas que genera.

Un artista en el centro creativo de La Escocesa / AJUNTAMENT BARCELONA

¿Madrid? Basciani sí tiene claro que la capital española se lleva la palma con grandes exposiciones y obras de teatro, que llegan o se producen en Barcelona con menos frecuencia.

En un mundo en el que el impulso económico lo desarrollan las ciudades, que compiten entre ellas con energía, y al margen de los ciclos bajos o altos por los que pasan todas, Barcelona ofrece el Sónar, que contribuye al impulso de las tecnologías creativas. El festival que crearon Enric Palau, Ricard Robles y Sergi Caballero puede ser la gran insignia de la ciudad en tiempos de debilidad, a juicio de los gestores culturales consultados por Metrópoli.

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