El pasado 17 de agosto de 2017, hacia las 16:50 horas, tuvo lugar el inicio de uno de los episodios más oscuros de las últimas décadas en Barcelona: los atentados del 17-A, un suceso que marcaría un punto de inflexión en la ciudad.
Tras los atentados, y como es habitual tras sucesos de tal magnitud, se recuperó el debate de la seguridad. Cinco años después cabe preguntarse: ¿Es Barcelona una ciudad más segura?
Los atentados de Barcelona cambiaron la forma de actuar de los cuerpos policiales, que han potenciado los servicios de inteligencia para elevar la detección de radicalizaciones. No obstante, Barcelona no ha llevado a cabo grandes cambios en aras de una supuesta seguridad.
De hecho, la ciudad lleva durante los últimos años oscilando entre los niveles 4 y 5 de peligro de atentado.
EL ATENTADO: 17 MUERTOS Y MÁS DE 150 HERIDOS
La explosión en una casa de la localidad costera de Alcanar, que funcionaba como base de los terroristas precipitó que, en aquella calurosa tarde, un terrorista yihadista, Younes Abouyaaqoub, condujera una furgoneta por el medio de La Rambla de Barcelona, uno de sus enclaves más turísticos.
El terrorista circuló en zigzag a toda velocidad y consiguió acabar con la vida de 13 transeúntes. Posteriormente, acuchilló a una persona más a la que robó el coche con el que escapó.
Otro grupo conformado por cinco terroristas, Houssaine Abouyaaqoub, Moussa Oukabir, Said Aallaa, y Mohamed y Omar Hychami, atentaría en el paseo marítimo de la localidad de Cambrils durante la madrugada del día siguiente con el mismo modus operandi, arroyando, esta vez con un turismo, a todos los civiles que pudiera.
En total, ambos atentados ocasionaron 17 muertos y más de 150 heridos de distinta gravedad.
Pero en medio de todo el horror, la luz de la bondad de miles de ciudadanos se dejó ver en el momento en el que las consultas de clínicas y hospitales comenzaron a recibir a voluntarios dispuestos a donar sangre. Los teléfonos colapsaron con llamadas de ciudadanos anónimos ofreciendo sus domicilios o sus recursos disponibles para ayudar.
UNA POLICÍA MÁS PREPARADA
En los últimos años, los Mossos d’Esquadra han redoblado esfuerzos para la detección preventiva de los atentados. Así, el cuerpo policial ha pasado a ser un integrante del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, una organización formada por fuerzas de seguridad de toda Europa en la que se comparten análisis e información, según ha desgranado el comisario en jefe Eduard Sallent en una entrevista a El Món.
También se ha reforzado la comunicación con otros cuerpos tanto españoles como catalanes, como la Guardia Urbana y ha ganado la prioridad a la hora de ocuparse de cualquier caso relacionado con el terrorismo dentro de las fronteras catalanas, un papel que ocupaban otras policías.
DARMA, CESR, TAILOR Y VOYAGER
Los Mossos también han sido partícipes del programa DARMA, una colaboración con 19 socios internacionales que aumenta la eficiencia en la recopilación de datos vía Big Data inteligencia artificial y los transforma en información útil.
De la misma manera, también han formado parte del programa CESR, basado en la localización de mensajes que promueven el extremismo y la radicalización violenta y combatiéndolos a través de la formación y el trabajo comunitario.
Mediante otro programa llamado TAILOR, la policía catalana asegura que el uso de la captación de datos se hace bajo el objetivo de controlar y prevenir la delincuencia y no como una forma masiva de vigilancia.
Finalmente, también se han hecho con el software Voyager, un sistema de rastreo por internet a partir de inteligencia artificial de captación de datos bajo el pretexto de la lucha contra el yihadismo.
UNA EDUCACIÓN MÁS CONCIENCIADA
La traumática experiencia que vivió la capital catalana y el conjunto del país también ha servido para tirar de hemeroteca en busca de herramientas para frenar la radicalización. Y es que el perfil de personas radicalizadas suele ser el de jóvenes.
Por ello, las autoridades civiles y policiales son conscientes de la importancia que tiene el trabajo sobre el terreno en los centros educativos, sociales y escuelas. Así es como decidieron resucitar el Protocolo para la detección del radicalismo y el extremismo en las escuelas catalanas (PRODERAE).
Se trata de un programa que ya se utilizó años atrás para atajar la problemática que suponían la captación de jóvenes en bandas latinas. Ahora, no obstante, el foco del peligro está puesto en el extremismo religioso y en la extrema derecha.
¿UNA CIUDAD SEGURA?
La capital catalana instaló bolardos a lo largo de La Rambla y, durante los últimos años, se ha potenciado también la presencia policial en zonas estratégicas por su atractivo turístico, como la Sagrada Familia.
Durante los últimos seis años, los Mossos han descubierto y actuado en unos 430 casos de radicalización, siempre vinculados con el yihadismo o la extrema derecha. De ellos, 191 han tenido lugar en lo que va de año.
Los Mossos han considerado que el yihadismo y la ultraderecha son "las dos mayores amenazas actuales en Cataluña", pues el 85% de las actuaciones han tenido que ver con la radicalización religiosa islámica y un 12,5% con grupos de ultraderecha.
Por ello, trabajarán con la Dirección General de Atención a la Infancia, Adolescencia y Juventud (Dgaia), Agents Rurals, comunidades religiosas y tejido asociativo y servicios sociales e impulsarán una campaña de comunicación para la ciudadanía.
No obstante, y según expresó en una entrevista a La Vanguardia el mayor Josep Lluís Trapero, “el riesgo es el mismo” hoy en día de sufrir un atentando que por aquél entonces.
El antiguo líder de la policía catalana asegura que “hoy los Mossos están mejor preparados y dotados para evitarlo, pero los terroristas aprovecharán cualquier oportunidad para hacerlo. El riesgo cero no existe”.
Con todo, defiende que el “precio a pagar” por una mayor seguridad no puede recaer sobre las “libertades”.
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