Barcelona tiene cada vez menos ocio nocturno. La capital catalana ha perdido, a lo largo de los últimos 20 años, 125 licencias de ocio que no se han repuesto. Entre las opciones se encuentran discotecas tan icónicas como La Paloma, Metro, Universal, Jimmy’s, Up&Down, Q3, Spirit o Cibeles, entre otras. También hay una gran cantidad de bares de copas que han ido bajando persianas.

Según ha avanzado La Razón, hay varios motivos que convergen para explicar esta situación. En primer lugar, que el Ayuntamiento ha priorizado siempre el descanso de los vecinos. No son pocos los lances entre el sector y el actual gobierno municipal que preside Ada Colau. Por otro lado, el cambio de los patrones de consumo entre los jóvenes, más habituales en la noche ha hecho que el sector tenga que reinventarse.

Desde la Federació Catalana d’Associacions d’Activitats de Restauració i Musicals (Fecasarm) han explicado que es "casi imposible" conseguir nuevas licencias en la capital catalana y añaden que los planes de usos de la ciudad son "muy restrictivos". Las licencias "no se pueden traspasar", detallan, por lo que cuando un local adquiere una pero termina cerrando el negocio, la licencia "se pierde".

El resultado es que Barcelona ha perdido mucha oferta. En contraposición, advierten también que eso es una causa del aumento de los botellones

CIERRE DE LOCALES

Por otra parte, la ciudad construye viviendas u otros equipamientos muy cerca de discotecas o salas cuya convivencia con el ocio nocturno es incompatible. Un ejemplo de ellos es la residencia de ancianos levantada delante de la Sala Apolo. Estas construcciones, explican, crean problemas de convivencia a la larga.

También detallan que el Ayuntamiento tiene como prioridad "proteger el día a día y el descanso de los vecinos y vecinas". El consistorio lleva tiempo en guerra con el sector y con una propuesta para el ocio que implica el cierre de establecimientos. Tal es el caso del "cierre de los 44 locales de ocio nocturno del Muelle de Mestral". Se reduce el ruido de la zona, pero se quita de un plumazo medio centenar de locales. 

Un grupo de personas en una terraza de un local de ocio nocturno / EP

Finalmente, también se apunta a un cambio en la tendencia del consumo de los jóvenes, algo conocido como el efecto Tinder. Se sale menos, pero con más ganas y más intensamente. La proliferación de aplicaciones, redes y herramientas para ligar ha significado una pérdida general del interés de salir de fiesta como herramienta para encontrar pareja o tener encuentros sexuales.

Por último, desde el Gremi de Restauració apuntan también que "el ocio nocturno es cada vez más diurno. No hay ninguna duda de ello. La gente de 40, 50 y 60 años de edad quiere seguir saliendo, disfrutar, beber, escuchar música en directo o quedar para comer y probar nuevos platos".

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