Compatiblidad, buscar el lado humano, sin dejar de apostar por una tecnología que ya resulta necesaria y que para una ciudad como Barcelona ha resultado ser un punto de atracción internacional. Ese es el propósito del periodista y sociólogo David Escamilla, que lo ha plasmado en el libro ¿Quién dijo que todo está perdido?, (Indicios), jugando con una canción de Fito Páez, Yo vengo a ofrecer mi corazón. En Casa Seat, Escamilla se atrevió, incluso, a interpretar el tema, para sumergirse en su particular manifiesto humanista.
Con el auditorio lleno, y con la participación de Metrópoli, junto con los periodistas Ernest Folch y Víctor Amela y la del publicista Josep Maria Batalla, Escamilla señaló que la ciudad debería también ofrecer puntos de encuentro para “humanistas”. Barcelona, que tiene en el 22@ el centro tecnológico, y que concentra un importante talento internacional, podría ser, a su vez, un lugar para el intercambio de reflexiones, a juicio de Escamilla, que pusiera en solfa algunos de los fenómenos que inquietan en determinados barrios.
En su libro lo explora, al señalar que los arquitectos y urbanistas podrían pensar ya en otro tipo de edificaciones. “Si no se cocina nunca, si todo es comida preparada, lista para calentar, ¿desaparecerán las cocinas en los pisos?”, se pregunta David Escamilla, con la denuncia de las llamadas ‘dark kitchen”, que han causado polémica en algunos barrios, y que no son bien recibidas por los vecinos.
Pero hay más cuestiones, relacionadas con la “inmediatez, con la necesidad de ser en todo momento productivos”, y la ciudad debe poder ofrecer otras salidas personales. Esa es la propuesta de Escamilla, que deleitó a los asistentes, en Casa Seat, con una puesta en escena digna de un cantante de Pop.
Fue Ernest Folch quien abogó por un modo de entender la ciudad algo más calmado, y se agarró a “los años noventa”, porque en ese momento, aunque ya en una ciudad moderna, tras los Juegos Olímpicos de 1992, los teléfonos inteligentes todavía no existían “y se podía quedar con alguien sin estar pendiente de correos electrónicos o de mensajes”.
Escamilla se refirió a la necesidad de ofrecer “discurso optimista”, frente a las nuevas tecnologías y ante la posibilidad de que se pierdan muchos puestos de trabajo con la irrupción de la inteligencia artificial. Pero, ¿es ingenuo o puede ser efectivo ese discurso? En su libro traza conversaciones posibles con personalidades como Byron o Cioran. De éste último, cuando el periodista le pregunta –en una entrevista inventada—si se considera pesimista, Cioran le responde que más bien es “violento”. Y se trata de cuestionar esa actitud. “El pesimista puede ser violento, porque está contrariado, no tiene empatía y se maneja con cierta agresividad”, señaló Manel Manchón, director adjunto de Metrópoli, con la defensa siempre de un talente más optimista.
De lo que se trata es de ofrecer oportunidades para colectivos que no puedan seguir con esa celeridad todo lo que ofrecen las nuevas tecnologías o la inteligencia artificial. Lo explicó el publicista Josep Maria Batalla, responsable creativo y socio fundador del Grupo La Casa de Carlota & Friends. Es un estudio de comunicación que contrata a artistas con y sin discapacidad intelectual, para crear diseños o marcas relevantes y competitivas, con propósitos más humanos. “Los resultados demuestran que se puede hacer, que lo que le falta a una persona, la tiene la otra y que lo importante es ese diálogo”, señaló, en la presentación del libro de Escamilla el pasado jueves.
Para el periodista Víctor Amela, de lo que se trata es de asumir lo que nos sucede, con un talente positivo, sin pecar de ingenuo, pero tampoco pensando que todo será negro y que no podremos salir de una espiral marcada por la tecnología.