Cecilia exalumna y ahora trabajadora de Mescladis

Cecilia exalumna y ahora trabajadora de Mescladis SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

El pulso de la ciudad

Cecilia, de compartir piso con 12 personas a gestionar un restaurante en Barcelona: "Quiero regularizarme para contribuir"

La mujer, que llegó con su hijo de 13 años desde Perú, trabaja desde que llegó a la capital catalana y se ha formado durante años con Mescladís: ahora, está luchando para conseguir los papeles 

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Cecilia se levantaba temprano. Antes de que la ciudad despertara, ya estaba lista para cuidar a un matrimonio dependiente. Luego, tomaba el camino hacia la formación de cocina. Todos los mediodías comía sentada en un banco del metro, mientras pensaba en el futuro que quería construir en Barcelona. 

La mujer, nacida y criada en Perú, llegó a Barcelona hace casi tres años con su hijo de 13 años. Dejó atrás a su país por sus dificultades económicas y la inseguridad. "Allí no podíamos vivir bien", asegura.

Al principio, la acogieron familiares, pero pronto la realidad se impuso: encontrar un piso sin documentación era casi imposible.

Pisos con hasta 12 personas 

Terminó en habitaciones compartidas, en pisos de hasta 12 compañeros, turnándose para usar cocina y baño. "Yo sabía que esto iba a ser algo temporal y tenía que hacer lo que fuera para salir de ahí", dice. 

Mientras tanto, buscaba oportunidades para formarse y trabajar legalmente. "Fue un proceso muy duro y muy largo, pero si no te mueves y preguntas, nadie te va a dar nada", comenta Cecilia a Metrópoli. 

Aprendizaje y comunidad

Casi por casualidad, un día buscando entre organizaciones y proyectos dio con Mescladís y ahí encontró algo más que un restaurante: formación, seguimiento y un entorno donde podía empezar a reconstruir su vida profesional.

Sus compañeros, con situaciones similares a la suya, pasaron de ser compañeros a ser su zona de confort. "Aquí pude encontrar un círculo, un sitio donde me sentía segura", confiesa con una sonrisa. 

Restaurante de Mescladis en la calle Comte Borrell

Restaurante de Mescladis en la calle Comte Borrell SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Indagando por la página web, descubrió que desde la fundación se promovían cursos de camarera y de cocina y vio ahí una oportunidad de crecer y de adentrarse en un mundo que hasta ahora había sido completamente desconocido. "Yo nunca había cocinado, solo conocía comida de mi país, pero no lo dude ni un momento, tenía que estudiar con ellos", cuenta. 

Aprender desde cero técnicas culinarias, adaptarse a ritmos desconocidos, asumir responsabilidades: todo parecía un desafío imposible, y, sin embargo, paso a paso, Cecilia fue encontrando algo más que una formación o un trabajo, encontró una vocación. 

Las prácticas la conectaron con la realidad del sector y le dieron confianza. Allí comprendió que formación y comunidad podían ir de la mano.

Regularización: abrir puertas cerradas

Mientras estudiaba, Cecilia inició el proceso para regularizar su situación. Sin documentación no podía alquilar un piso formal ni garantizar que su hijo accediera a la educación pública completa. "Lo que más necesitaba era que mi hijo estudiara en la pública, yo no podía pagar el precio de una privada", comenta.

Y es que, desde su llegada a España, debido a la dificultad para obtener la documentación, tuvo que optar por matricular a su hijo en una escuela concertada hasta bachiller.

Ahora, sin todavía la documentación en regla del menor, depende de becas del propio centro para que su hijo pueda cursar bachiller hasta que su situación se regularice. "Mi prioridad ahora es que mi hijo pueda estudiar en una escuela pública, pero necesito regularizar su situación y es complicado", cuenta.

Restaurante de Mescladis en la calle Comte Borrell

Restaurante de Mescladis en la calle Comte Borrell SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

El acompañamiento de Empleadís, programa interno de Mescladís y las trabajadoras sociales fue clave. La guiaban, resolvían dudas y hacían seguimiento constante, "en ningún momento te sientes abandonada, siempre hay alguien dispuesto a ayudarte", asegura Cecilia. 

De alumna a gestora

Tras finalizar las formaciones, Cecilia fue invitada a participar, junto a una compañera, en un restaurante gestionado por Mescladís. Allí no solo cocinaba y servía: asumió responsabilidades de gestión junto a otra compañera.

Las jornadas eran intensas: preparar platos, atender clientes, coordinar al equipo. Cada saludo de los compañeros, cada sonrisa, reforzaba la sensación de pertenencia en un espacio que ofrecía estabilidad en medio de un mundo a menudo hostil.

Restaurante de la fundación Mescladis

Restaurante de la fundación Mescladis SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

El restaurante, con sus colores vivos y luz cálida, se convirtió en un refugio entre la rutina y el esfuerzo. Cecilia recordaba los meses de precariedad, los madrugones y la comida rápida en el metro, y veía cómo su constancia empezaba a dar frutos: "Mucho aprendizaje, autonomía y reconocimiento".

Hoy comparte piso con otra familia y sueña con alquilar una vivienda propia para ella y su hijo. Cecilia sabe que la vida migrante exige esfuerzo constante, pero también que la combinación de formación, acompañamiento y solidaridad puede transformar la precariedad en oportunidades reales.