Cuando se habla de vigilancia aérea en Catalunya, muchos piensan en helicópteros, sirenas y grandes cabinas de control. Pero hay un equipo discreto, casi invisible, que ha cambiado la forma de mirar la ciudad desde el cielo: la Unidad de Drones (UDRON) de los Mossos d’Esquadra.
Son los ojos de otras unidades, el servicio central que da soporte a todo tipo de operativos, y lo hacen con aparatos que caben en una pequeña maleta y con una movilidad que ningún helicóptero podría igualar.
Un agente de los Mossos d'Esquadra pilotando un dron / MOSSOS
Se mueven por los tejados, ligeros, rápidos, preparados para responder a cualquier petición de sus superiores, y no necesitan más que unas cuantas baterías, un sistema de transmisión de vídeo y mucha precisión.
El dron que lo ve todo
Bajo el mando del sotsinspector Josep Sánchez, la tecnología de los drones permite enviar imágenes en tiempo real a centros de mando para que las decisiones se tomen con toda la información disponible, y pueden montar luces, paracaídas o cámaras térmicas según lo que requiera la operación.
Los drones pequeños son ideales cuando se necesita discreción, cuando el objetivo es observar sin ser vistos, pero cuando hace viento o se requiere mayor carga, recurren a aparatos más grandes.
Estos soportan mejor las inclemencias del tiempo y pueden transportar cámaras de alta resolución, focos o incluso dos cámaras simultáneamente: una con zoom impresionante y otra nocturna que convierte la oscuridad en luz.
Cada operación es un simulacro
Todo depende del servicio y de lo que la unidad con la que trabajan necesite: a veces buscan que el dron ilumine y sea visible, otras veces que pase desapercibido mientras graba cada movimiento.
La coordinación es impecable, con baterías que se cambian al vuelo en segundos, sin perder continuidad en la transmisión, un proceso que los integrantes de la unidad comparan con los pit stops de la Fórmula 1.
Más allá de los tejados
No solo sobrevuelan exteriores; también se adentran en interiores, en metros, edificios o salas complicadas, siempre con sistemas que les permiten ver en primera persona o transmitir la imagen a tablets y móviles para que los equipos en tierra sepan exactamente qué se van a encontrar. Ensayan y perfeccionan cada maniobra: en simulacros revisan que los drones resistan golpes contra paredes o barandillas, ajustan materiales y protecciones para evitar daños y aseguran que los sistemas electrónicos sigan operando incluso en condiciones complicadas.
Tecnología al límite
El alcance de estos aparatos también sorprende: algunos pueden volar legalmente hasta 500 metros, mientras que los de ala fija alcanzan varios kilómetros si la normativa lo permite y se gestiona correctamente el espacio aéreo.
Un agente con un dron
Además, incorporan detectores que reconocen otros drones en la zona, miden altitud, posición y origen de la señal, e incluso permiten inhibir vuelos no autorizados.
De esta forma, la unidad controla no solo lo que ve, sino quién puede sobrevolar ciertos espacios, asegurando la seguridad en operaciones sensibles.
Ojos en primera persona
Cada aparato se adapta a la situación: cámaras de gran zoom, nocturnas, focos potentes o sistemas FPV que transmiten la visión exacta del piloto. Esto permite planificar entradas, búsquedas o vigilancia sin exponer al personal, evaluando riesgos antes de actuar.
“Si entra alguien, ya sabemos qué nos vamos a encontrar. Si no, nos evitamos sorpresas”, explican a Metrópoli los agentes. Entre pruebas y prácticas, perfeccionan materiales, protecciones y técnicas para que cada dron sea un aliado confiable, ligero, seguro y versátil.
