En Barcelona últimamente todo está del revés. Hasta los semáforos. Mientras el Ayuntamiento elimina carriles de forma improvisada, pinta calles sin criterio o coloca terrazas a pie de coche, el mobiliario de la ciudad se va degradando poco a poco.

A la alcaldesa le gusta innovar, que se vea su acción de gobierno. Mantener y cuidar las calles es una tarea demasiado aburrida para los comunes. Y sino que se lo digan a uno de los semáforos peatonales de Gran Via con Roger de Llúria, que lleva varios días torcido. Una buena metáfora de cómo va Barcelona: del revés. 

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