Vecinos de Vallcarca exigen una gestión “sin ideologías” en el antiguo consulado de Dinamarca
Los residentes temen que en este equipamiento se repita un caso como el de Can Carol, un casal que, en el mandato pasado, cayó en manos de una federación afín a los comunes
8 mayo, 2024 23:30Noticias relacionadas
El antiguo consulado de Dinamarca en Barcelona está, cada vez más cerca, de convertirse en un nuevo equipamiento para Vallcarca. La Casa Canals i Junyer, que la Diputació de Barcelona cedió al Ayuntamiento para que el espacio se dedicara a la dinamización cultural del barrio, se convirtió en un proyecto detenido durante años hasta que, en 2022, el consistorio inició su proceso de reforma.
En primera instancia, la administración barcelonesa ejecutó los trabajos de derribo de elementos adyacentes y de las compartimentaciones interiores de este palacete. Tras estas obras llegó la recuperación de los jardines de la finca, a falta de contar con la gestión del propio equipamiento.
Esta última cuestión preocupa a los vecinos del barrio. Con el precedente de lo sucedido con el casal de Can Carol, cuya gestión recayó en asociaciones afines a los comunes durante el pasado mandato, los residentes reclaman que una “entidad profesional” sea la encargada del día a día del equipamiento para garantizar una neutralidad ideológica.
Polémica por Can Carol
Hace cuatro años, Vallcarca vivió un conflicto por la gestión del casal de Can Carol, una nueva instalación resultante de la restauración de una masía del barrio. Colectivos vecinales advirtieron entonces a Metrópoli que el concurso para asignar la actividad del equipamiento estaba diseñado para “favorecer a asociaciones okupas muy afines a los comunes”, unas sospechas que posteriormente se confirmaron.
La Federació d'Entitats Amigues de Can Carol i Consolat (FEACC), formada por el Ateneu Popular de Vallcarca, el Observatori Actiu de Vallcarca, la Associació Ecos-Antic Forn de Vallcarca, la Associació Veïnal de Vallcarca Som Barri y la AFA Montseny, se hizo entonces con la adjudicación municipal. La agrupación prorrogó su gestión en el casal, que continúa ostentando este año.
Fuentes vecinales temen ahora que la voluntad de este colectivo para hacerse con la gestión del antiguo consulado de Dinamarca, explícita en su propia denominación, reciba el beneplácito municipal, con la carga ideológica para el equipamiento que ello conllevaría. “Estamos seguros de que se lo van a llevar ellos, aunque nos gustaría que lo llevase una entidad profesional y sin ideologías, que no tenga vinculación con el barrio”, explican.
Gestión del bar
Además de la organización del programa de actividades que se desarrollará en el futuro casal, el consistorio también adjudicará la gestión del bar que se ubicará en este histórico recinto. El expediente de este procedimiento, ya iniciado y para el que el Ayuntamiento ha estimado una partida de 142.000 euros, se encuentra en evaluación.
El contrato tendrá una duración de un año, en el que el restaurador podrá disponer de una terraza con hasta 12 mesas y 48 sillas en los jardines del palacete. La concesionaria deberá encargarse del mantenimiento y la vigilancia del espacio, así como garantizar una colaboración estrecha con el Ayuntamiento respecto a las actividades socioculturales que puedan desarrollarse en el equipamiento. Entre el 1 de noviembre y el 31 de marzo, el bar deberá abrir todos los fines de semana y festivos, mientras que el resto del año tendrá que ofrecer servicio a diario.
Dos particulares y una pyme aspiran a hacerse con el control del local de restauración. Esta última gestiona el restaurante Can Tresó, un local especializado en cocina de mercado ubicado en el corazón de la Vila de Gràcia.
Finca histórica
El palacete que acogió el consulado data de principios del siglo XX, y su uso original era residencial. Este edificio histórico de 472 metros cuadrados, cuyos primeros propietarios fueron el artista Josep Junyer y la pedagoga Dolors Canals, estaba compuesto de un cuerpo central de planta cuadrada y una galería adosada en la fachada sureste. A estos dos niveles se añadió una terraza. Las tres plantas se comunicaban gracias a una escalera de madera situada en el noroeste de la edificación.
En los años 70, la propiedad dejó la casa y ésta pasó a convertirse en la sede consular danesa, momento en el que se realizaron adaptaciones interiores para facilitar su nuevo uso.