La nueva tarifa plana en el transporte público de Barcelona y su área metropolitana ha vuelto a poner de relieve las protestas que perduran entre los trabajadores de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). La nueva incorporación de la T-Casual (antes T-10) se produce enmedio de las reivindicaciones de la plantilla que reclama al operador que atienda las necesidades pendientes.
Según publica Crónica Global, fuentes del cimoté de empresa señalan que las peticiones más urgentes, son las que relacionadas con la salud de los empleados que ven insuficientes las medidas para abordar la crisis del amianto, presente aún en los vagones. Los esfuerzos para atacar este problema se centran en minimizar las consecuencias y las responsabilidades públicas.
Un año después de que se conocieran los resultados de la inspección en las líneas –las más afectadas son la L1 y la L3– y tras unas elecciones municipales que han cambiado el color político de la cúpula de TMB, ahora controlado por el PSC, se mantienen los trabajos para retirar el amianto pero los trabajadores exigen un calendario concreto para abordar el problema.
TUBERÍAS DE PLOMO
Otra crisis que ha estallado recientemente también tiene relación con la saluda de la plantilla. A finales de noviembre se confirmó que las tuberías de agua potable de las instalaciones más viejas del Metro de Barcelona son de plomo, otro material nocivo que está prohibido por la Organización Mundial de la Salud por sus efectos sobre el ser humano.
El problema se concentra en gran medida en la L5, tal y como señalan los mismos interlocutores del comité de empresa. Recuerdan que en agosto de 2018 ya se denunció ante la cúpula de TMB el hecho y exigieron que se solucionase. Se reclamó sustituir las tuberías afectadas e instalar fuentes de agua potable para los empleados para evitar que se bebiera del grifo. La negativa de la cúpula llegó cinco meses más tarde y aún no se ha atendido.