Los barrios más peligrosos de la gran Barcelona
La inseguridad, el consumo de droga y los problemas de convivencia se disparan en la Mina, el Raval, Sant Cosme y Sant Roc
1 marzo, 2020 00:00Noticias relacionadas
Los 60' fueron los años del desarrollismo en España. Y del desarrollismo urbano en Barcelona, con José María de Porcioles como alcalde (1957-1973). Fueron tiempos de grandes cambios y transformaciones. De nuevas infraestructuras y un crecimiento desigual en la ciudad, con muchos barrios populares sin los servicios básicos y donde se vivía en condiciones infrahumanas. Los conflictos se multiplicaron en las poblaciones limítrofes y algunos focos de tensión persisten en 2020. En Barcelona y su área metropolitana, los Mossos d’Esquadra tienen identificados cuatro barrios de alto riesgo: La Mina, el Raval, Sant Cosme y Sant Roc. En los cuatro, las mafias del Este y los pakistaníes controlan el mercado de la droga.
En la Mina (10.372 habitantes) se trafica y se consume más droga que en toda Barcelona (1,6 millones de habitantes). La sala de venopunción de este barrio de sant Adrià del Besòs reparte cada día una cuarta parte de las jeringuillas oficiales que se distribuyen en toda Cataluña. El pasado verano, la Mina vivió una situación límite y el alcalde de Sant Adrià, el socialista Joan Callau, expresó su preocupación por los elevados índices de pobreza y drogadicción. La Mina reventó y hoy, medio año después, las tensiones se han calmado un poco.
EL BLOQUE VENUS
“La Mina necesita un plan de choque”, recalca Callau. Una de las prioridades a medio plazo del alcalde de Sant Adrià del Besòs pasa por derribar el bloque Venus, donde viven 240 familias de perfiles distintos, circunstancia que dificulta el realojamiento. Este edificio simboliza el deterioro y la degradación de un barrio de rápida creación y abandono inmediato que activó Barcelona para erradicar algunos focos de extrema pobreza (barraquismo) del Camp de la Bota y la Perona, entre otros barrios. Actualmente, el 67% de los toxicómanos atendidos en la Mina son de Barcelona.
“La Mina es el vertedero de Barcelona. Recogemos todo lo que estorba en la gran ciudad”, lamenta un vecino. “Barcelona tiene una deuda histórica con Sant Adrià, pero tengo que ir detrás de su alcaldesa para que se implique”, lamenta Callau. El alcalde y las asociaciones de vecinos ponen el foco en la presión policial y en la educación. Por primera vez, todos los alumnos de sexto de primera del Institut Escola de La Mina accedieron a primero de ESO. El absentismo, no obstante, alcanza el 70% en la enseñanza secundaria. El fracaso escolar sigue siendo muy elevado.
ANALFABETISMO Y HUELGAS VECINALES
En los años 70, los más duros, el 18% de sus habitantes eran analfabeto y las condiciones del barrio, muy precarias: calles sin asfaltar, sin luz ni agua y sin una atención médica decente. A finales de la década comenzaron las huelgas vecinales. Hartos de las administraciones, los vecinos recurrían a los clanes, estructurados por familias de etnia gitana, para resolver los problemas según sus leyes y principios. Paralelamente, el consumo de droga se disparó y en 1983 se registró el primer fallecimiento por culpa de la heroína.
El respeto a los patriarcas de las familias gitanas ha menguado en los últimos años. Han cambiado las prioridades y algunos códigos se diluyen. La llegada de jóvenes procedentes del Este de Europa y de pakistaníes también ha modificado la morfología de un barrio que lucha contra los estigmas del pasado y algunos conflictos eternamente enquistados.
EL BARRIO MÁS POBRE DE BADALONA
Bastante cerca de la Mina está Sant Roc (13.167 habitantes), el barrio más pobre y polémico de Badalona que también creció en los años 60 para acoger a barraquistas de Montjuïc y el Somorrostro, muchos de etnia gitana. Con la Mina comparte elevados índices de analfabetismo (en el pasado), desempleo y consumo de drogas. Otro problema añadido fue la construcción masiva de viviendas de reducidas dimensiones con aluminosis.
Sant Roc, el barrio maldito de Badalona, apareció dos veces en la crónica de sucesos durante 2019. El 29 de noviembre, 700 agentes de los Mossos practicaron 28 detenciones y desmantelaron una organización de narcotraficantes que vendió cocaína y marihuana durante 40 años. Diez meses antes, el 5 de enero, tres personas fallecieron a causa de un incendio en la avenida Marqués de Mont-Roig, número 248. El motivo, una sobrecarga eléctrica causada por los pinchazos a la red de la luz por parte de okupas.
PINCHAZOS EN LA RED ELÉCTRICA
La ocupación de pisos se ha incrementado en los últimos años. Desde la plataforma Sant Roc-Som Badalona señalan que la mayoría de casos son familias necesitadas. En algunos pisos, se planta marihuana, un fenómeno que también ha aumentado, así como los pinchazos en la red eléctrica para alimentarlas. La sensación de inseguridad también es mayor ahora que hace unos años. “Hay más robos de vehículos, más atracos, más hurtos y más quema de contendedores”, denuncia Xavier García Albiol (PP), alcalde de Badalona entre 2011 y 2015. Durante su mandato activó una unidad de agentes antidisturbios de la Guardia Urbana, ahora inoperativos.
Para Enrique Lara, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Sant Roc, el tráfico de drogas no desaparecerá mientras exista la adicción y el negocio en un barrio muy castigado por la crisis económica y con altos índices de paro. “Es una cuestión de pobreza. Mucha gente colabora un poco porque es su sustento. Pueden sacarse 450 euros por plantar unas cuantas plantas”, comenta. Carles Sagués, miembro de Sant Roc-Som Badalona, describe un barrio que convive con la droga “sin apenas enterarse”. “No se vive un conflicto. La gran mayoría de vecinos ni trafica ni consume. Solo intenta vivir con muchas dificultades”, añade.
Enrique Lara, vicepresidente de la entidad vecinal, apunta a una “cultura de la okupación” para entender el alto número de okupaciones en Sant Roc, una de las tasas más altas de España. “Culturalmente, mucha gente cree que el único acceso que tendrán a una vivienda será a través de la patada”, sostiene. Lara no cree que la macrorredada de noviembre suponga un punto y aparte en la circulación de drogas. “Es como tener abierto el Día y el Caprabo. Si te quitan el Día, los otros supermercados se verán beneficiados”, ilustra este vecino sobre el movimiento de la droga.
IMÁGENES DANTESCAS EN EL RAVAL
Barcelona tampoco escapa a situaciones de alta conflictividad. El Raval (47.129 habitantes) explotó en 2018 y el primer semestre de 2019, con Gala Pin como concejal responsable de Ciutat Vella. La proliferación de narcopisos y el aumento de los delitos se cebaron con este popular barrio de Ciutat Vella, el más castigado por la inseguridad de Barcelona. En sus estrechas y deterioradas calles se registraron imágenes dantescas: peleas con machetes, navajas, puñales, catanas. “Y batallas con armas de fuego, como si fuera el Bronx”, lamenta Manel García, secretario general del SAPOL, sindicato de la Guardia Urbana.
“En el primer mandato de Colau, la seguridad nunca fue una prioridad hasta que estalló el Raval. No hubo apoyo del Ayuntamiento a la Guardia Urbana y el barrio degeneró durante cuatro años”, recalca García, quien recuerda que en 1992 había 3.800 agentes de la policía local de Barcelona. Unos 800 más que ahora.
EL GUETO DE REINA AMALIA
El secretario general del SAPOL asegura que algunas calles, como Reina Amàlia, se han convertido “en una especie de gueto”. “Incluso de día la gente tiene miedo”, incide García, esperanzado con la gestión de Albert Batlle como nuevo responsable de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona. Con su antecesor, Amadeu Recasens, las relaciones eran mucho más tensas.
“Ahora hay menos delincuencia, pero todavía hay muchos más delitos de lo que debería haber”, insiste García, satisfecho con los últimos golpes policiales contra las mafias del Este de Europa tras una operación conjunta entre la Guardia Urbana y los Mossos. Otras fuentes policiales explican a este medio que “los pakistaníes, que antes se limitaban a vender mojitos y latas, tienen ahora el control de la droga y la prostitución”. “Han evolucionado y se han sofisticado. Ahora no se ve tanta gente tirada en la calle y la droga se consume en los pisos. Las denuncias de los vecinos, ya sea por coacciones o por favores a cambio, se han estancado”, añaden las mismas fuentes.
PROBLEMA DE CONVIVENCIA
Igual o más crítico se muestra Eugenio Zambrano, secretario de organización de la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF). “En Barcelona y sobre todo en el Raval hay una problema muy serio de convivencia en el espacio público, con peleas con arma blanca y de fuego, y un alto índice de mendicidad. Barcelona es una ciudad sin ley”, denuncia el portavoz del sindicato mayoritario de la Guardia Urbana. Ernesto, un vecino de la calle Reina Amàlia, sentencia: “Aquí vale todo. En el Ayuntamiento tienen constancia del deterioro y las vejaciones que padecemos, pero no hacen nada. No les importamos”.
El Raval siempre ha sido un punto caliente de Barcelona. Las tensiones se pacificaron en los años 90, tras los Juegos Olímpicos, y en la primera década del siglo XXI. La población actual es mucho más heterogénea que hace tres décadas y los inmigrantes censados ya suponen más de la mitad de los habitantes del Raval.
EL ‘SUPERMERCADO DE LA DROGA’
En el Prat también hay un territorio oscuro: Sant Cosme (7.200 habitantes). Muchos vecinos de esta población del Baix Llobregat esquivan sus calles y califican el barrio como “el gueto” y “el supermercado de la droga”. “Sant Cosme es otro mundo”, recalca un jubilado, quien recuerda que hubo una importante presión vecinal para separar Sant Cosme de El Prat. El eterno alcalde, Lluís Tejedor (El Prat en Comú), se opuso tajantemente.
Sant Cosme empezó a construirse en 1964 y, como la Mina y Sant Roc, tuvo un importante déficit de escuelas y centros de salud en los primeros años de vida. Las viviendas, además, se construyeron con materiales de mala calidad y sus primeros vecinos, mayoritariamente, procedían de Andalucía y Extremadura. Eran personas con muy pocos recursos.
REMODELACIÓN TOTAL DEL BARRIO
Alejandro Herrera y Ana Fernández, presidenta y secretaria de la asociación de vecinos de este barrio del Prat de Llobregat, recuerdan las primeras casas, precarias y con techo de uralita, que años más tarde acabaron con la remodelación total del barrio.
“Se derribaba una isla de casas y se construía una nueva”, comenta Fernández. El proceso empezó en 1978 y culminó en 2005. Sant Cosme es el único barrio de España, presume la líder vecinal, en reconstruirse integralmente. Representantes de ciudades españoles e incluso de Holanda se han acercado para conocer la remodelación llevada a cabo en siete fases. Los servicios, como el autobús, se conquistaron con los cortes de autopista que provocaban grandes colapsos en dirección al aeropuerto, por entonces con un único acceso.
EL BOOM DE LA HEROÍNA
El boom de la heroína de los 80 golpeó con dureza a Sant Cosme. Hoy, la situación ha mejorado. El derribo de las polémicas 801 viviendas y el aterrizaje de la sede de la Fundació Catalana de l’Esplai dinamizó el barrio. Sin embargo, el tráfico de drogas, sobre todo de marihuana, sigue activo en una zona del barrio. “Siempre ha habido problemas de convivencia en una zona concreta, como en el resto de municipios”, señala Fernández. “Que actúe la justicia, nosotros estamos para mejorar la convivencia”, sigue. “Que les caiga todo el peso de la ley si hace falta”, añade Herrera.
El 19 de junio de 2019, seis personas eran detenidas tras una operación de Mossos d’Esquadra, Policía Nacional y Guardia Civil de 300 agentes en el que descubrieron grandes plantaciones de marihuana. También se incautaron armas blancas y de fuego. La macrorredada desveló que el tráfico de drogas sigue latente en Sant Cosme y que la comisaria de Mossos y de policía local, ubicada a apenas unos metros del foco de conflicto, no ha conseguido ahuyentar este punto de trapicheo.
BELLVITGE Y SANT ILDEFONS
La Mina, Sant Roc, el Raval y Sant Cosme y Sant Roc viven tiempos difíciles. De gran conflictividad. En otros barrios, como la Verneda y Ciutat Meridiana, la convivencia se ha deteriorado en los últimos años y las tensiones han regresado con mucha virulencia. La inseguridad es la gran amenaza para sus vecinos, hartos de la pasividad del Ayuntamiento de Barcelona. En otras poblaciones, como Bellvitge (L’Hospitalet) y Sant Ildefons (Cornellà), sí han encontrado la fórmula para regenerar sus barrios más duros. “En Bellvitge viven los hijos de quienes compraron sus casas en los años 60. La penetración de personas de otros países ha sido muy inferior a otros barrios de l’Hospitalet y existe un sentimiento de pertenencia muy arraigado”, explican fuentes del Ayuntamiento. Bellvitge, por fin, ha enterrado su pasado quinqui.