¿Se acuerdan de Rosa Klebb, ex-coronela del SMERSH, el departamento de contraespionaje de la Unión Soviética formado para proteger al Ejército Rojo de obreros y campesinos, y para arrestar a los “traidores, desertores, espías y elementos criminales”? ¿Recuerdan que intentó matar a James Bond utilizando cuchillos envenenados ocultos en sus zapatos en la misión de 007 Desde Rusia con amor?  Su propio creador, el novelista Ian Fleming, la retrata como “mujer repulsiva parecida a un sapo”, sin sentido del humor, fría, de carácter bastante masculino, de apariencia asexual, roza el lesbianismo y viste camisón cuando intenta seducir a Tatiana, la bella espía que arrastra al lecho al machista Bond. Corría 1963 y su papel la convirtió en una de las más grandes malvadas de la historia del cine.

Es un personaje que regresa a la memoria por una extraña asociación de ideas ahora que Ada Colau malgastará otro dineral público para espiar a alcaldes y alcaldesas del Área Metropolitana de Barcelona. Su objetivo es controlar con quién se reúnen las/os ediles /as y cotejar sus agendas con el “género” y la “adscripción política” de las autoridades locales de los 35 municipios de la AMB. Lo justifica en aras de una transparencia que ella nunca practica cuando le conviene. De paso, comienza a organizar su comunismo de bata de boatiné creando esta especie de KGB. La primera agente es una desertora del periodismo y dueña de un negocio femenino dedicado a acumular y propagar datos. La avala y le abona 9.000 euros la presidenta de una Agencia de Transparencia que premia proyectos como esta escuadra de cazadoras de brujas al servicio su nada graciosa majestad, Ada Colau.

Gracias a estas progresistas mortadelas y filemonas, las damas, damiselas, amigas y cortesanas de Colau dispondrán de un cúmulo de chismorreos y cotilleos. Son de vital importancia metropolitana para cotillear en sus tertulias de mesa camilla mientras visionan y critican el machismo de programas como Sálvame de luxe. También podrán “conocer con quién se reúnen los responsables públicos locales de los municipios de la AMB y con qué fin”, porque “alcaldes y alcaldesas interactúan produciendo diferentes impactos a escala política que pueden condicionar las decisiones políticas”. Pero como la mayoría de munícipas y munícipes ya le han visto el plumero y sus aviesas intenciones, acusan a Colau de “deslealtad” de la AMB con sus gobiernos locales, que ven “intervenidos” y “espiados”.

Con esta original iniciativa, aprendida de las no democracias cubana, venezolana y nicaragüense, Colau se gana las antipatías de las poblaciones que no son de su cuerda. Además de las de nueve ciudades de la segunda corona metropolitana (Mataró, Martorell, Vilafranca del Penedès, Mollet, Granollers, Vilanova i la Geltrú, Rubí, Sabadell y Terrassa) que, con casi tres millones de habitantes, han creado otra entidad “para dejar de ser el patio trasero de una Barcelona excesivamente centralista”. Pero cuando pase a la acción la brigadilla político social de Colau, van a purgar todas las fealdades y maleficios que ella les envíe desde Barcelona sin amor.