El cercano golpeteo del martillo interrumpe la voz de Amparo. La mujer, de 86 años, yace en la cama tapada con una manta, con una estufa cerca. El crudo invierno aún no ha llegado, pero en la casa ya hace frío. Su hijo, Miguel, se levanta de la silla donde se encuentra, al lado de la cama de su madre, para encender la luz de las escaleras. El interruptor no funciona. "No es la primera vez. Entre eso y las obras de al lado, se hace difícil vivir aquí", comenta la familia a Metrópoli.

Amparo García nació en María, un pequeño pueblo de Almería y en el 1967 se instaló con su marido en una de las Cases del Pou del barrio histórico de Dalt la Vila, en Badalona. "Cuando llegamos, no había ni lavabo ni agua corriente", rememora la anciana. "Yo recuerdo bañarme de pequeño en un barreño. La cloaca y el cuarto de baño lo construyeron mis padres", comenta su hijo Miguel. Madre e hijo aseguran que la mayoría de cambios de la vivienda corrieron a cargo de ellos. La propietaria de la casa, por aquel entonces Finques Nadal, no pagó nada.

Entrada a las 'Cases del Pou' por Quintana Alta / GOOGLE MAPS

BIEN CULTURAL DE INTERÉS NACIONAL

Restos de la antigua ciudad romana de Baetulo permanecen en los cimientos del barrio de Dalt la Vila. De hecho, las calles de esta zona, un pequeño oasis en el centro de Badalona, son un testigo vivo de la evolución del municipio. 

Las Cases del Pou, ubicadas en la calle Quintana Alta, forman parte de este histórico pasado. Llamadas así porque conservan el único pozo de toda la ciudad, estas casitas se levantan junto a la antigua muralla. Una vez atravesada la verja de entrada, se accede a un pequeño patio con una zona ajardinada declarada zona de verde privado protegido. De hecho, todo el conjunto ha sido declarado bien cultural de interés nacional por la Generalitat. De esta condición se deriva la dificultad en hacer cualquier obra o cambio en la propiedad.

La 'plaça de la Constitució' de Dalt la Vila / MUSEU DE BADALONA

CAMBIO INESPERADO DE PROPIETARIO

En el 2019, Amparo y Miguel fueron a quejarse por un corte de luz a la empresa propietaria de la casa. Fue entonces cuando se enteraron del cambio: las casitas ya no pertenecían a Finques Nadal, pero nadie les había comunicado nada. A partir de ese momento, los hermanos Leiva, dueños de Grupo Meseda y MK Premium, pasaron a ser los propietarios de las viviendas.

Llegados a este punto, los nuevos propietarios anunciaron su proyecto: la reforma y reconversión de las Cases del Pou. Un proyecto que, años después, sigue en marcha. De hecho, el camino lo tienen bastante libre, solo hay un obstáculo: Amparo. El resto de vecinos se fueron hace mucho y solo queda ella. Aquí empieza la odisea de la última vecina que se resiste a abandonar su casa.

GOTERAS, ARREGLOS RÁPIDOS Y "CHAPUZAS" 

A pesar de ser un bien protegido, las casitas se encuentran en un estado muy avanzado de decadencia. Así lo confirma Amparo: "Estuve un año entero con goteras y pidiendo una tubería para tener agua fría y caliente porque no tenía". Cuando, finalmente, los propietarios "arreglaron" estos desperfectos, las consecuencias fueron más destrozos. "La tubería que nos instalaron reventó y provocó una fuga de agua. Parte de la cocina se inundó y nos estropeó un mueble. Pero como lo que salió malparado de esto estaba dentro de la vivienda, ellos no se hicieron cargo", explica Miguel. El hijo de Amparo asegura que todas las intervenciones de la empresa propietaria han sido "arreglos rápidos" y "chapuzas".

Lo último con lo que le ha tocado convivir a esta mujer de 86 años es con el nuevo inquilino de la casa contigua a la suya. El hombre que ocupa la vivienda, en teoría temporalmente, es el jefe de obra del proyecto que los hermanos Leiva llevan años tratando de sacar adelante. También es el encargado, según ellos, de vigilar y cuidar de la finca. "Como estas casas ya no tienen cédula de habitabilidad, el hombre vivía sin agua corriente ni luz. Vino a preguntarnos si podía usar la de mi madre y, sin esperar respuesta, le pinchó el agua", comenta Miguel. A pesar de ello, en vez de denunciar, la familia llegó a un acuerdo con el constructor para pagar la factura.

La tubería que la empresa propietaria instaló en la casa / CEDIDA

"REGATEOS ECONÓMICOS"

Desde el cambio de titularidad, los propietarios han intentado diversas estrategias con Amparo. En un primer momento le aseguraron que harían los "mínimos arreglos" en su casa para que ella pudiera obtener la cédula de habitabilidad y, a la vez, seguir pagando la renta antigua de 150 euros. Al cabo de un tiempo, le comunicaron que la reformarían entera y le subirían el alquiler. "Me pedían unos 800 o 900 euros que yo no puedo pagar", comenta Amparo. Otra de las alternativas que se estudiaba era la de darle 10.000 euros a la mujer para que abandonase la casa. "Incluso se ofrecieron a pagarnos el alquiler de un piso, para que mi madre se trasladase. Pero claro, pretendían darnos 300 euros, que es lo que cuesta una habitación. Los precios reales de la zona les parecían exagerados", explica el hijo.

Miguel asegura que están hartos de este "regateo económico". "También estamos cansados de esperar unas obras que nunca llegan". De hecho, el único cambio estructural que madre e hijo han vivido ha sido la construcción de un muro adicional para evitar okupaciones. Sin embargo, MK Premium no contaba con licencia para ello y el Ayuntamiento de Badalona paralizó las obras.

INSEGURIDAD Y DEJADEZ

Amparo reconoce algunos episodios de delincuencia. "Me desmantelaron el baño, que lo tengo en el patio y también intentaron entrar en la casa", comenta la anciana. De hecho, los intentos de robo han sido varios. "Tampoco es seguro caminar por aquí porque está lleno de materiales de obra", apunta Miguel.

Madre e hijo aseguran sentirse decepcionados también por la administración. "Los políticos de aquí dicen que esto es el buque insignia de Dalt la Vila, pero no hacen nada por protegerlo". Aún así, Miguel espera que con el cambio de gobierno la situación se desencalle.

Estado del lavabo de la casa después de un episodio de robo / CEDIDA

UN APEGO INFINITO

Amparo es reacia a abandonar la casa donde ha vivido y criado a sus dos hijos desde hace más de 50 años. La mujer, además, es muy querida en el barrio y sus vecinos se preocupan por ella. De hecho, la Asociación de Vecinos hizo público un comunicado este mismo verano en el que denunciaba el "mobbing", o acoso, que Amparo sufre por parte de MK Premium.

"Quieren que me vaya de aquí y me hacen la vida imposible", sentencia Amparo, llena de incertidumbre por el devenir de los acontecimientos. Aún así, su hijo lo dice claro: "Tú le tienes apego a esta casa, pero la casa ya no te lo tiene a ti". 

Amparo y su hijo Miguel, los entrevistados, en el patio de la casa de ella / CEDIDA

Noticias relacionadas