La ex concejala verde, Immaculada Mayol, está imputada por presuntos delitos medioambientales y malversación de fondos en empresas de aguas. Pero no dimite de su cargo a dedo de Colau. Su colega Manuel Hernández, ex director del ACA y alto cargo de los ecopijos en el tripartito de Montilla, ha sido condenado a dos años de prisión y ocho de inhabilitación por adjudicaciones a dedo. Otros condenados son Joan Lluís Quer, expresidente de Infraestructuras de la Generalitat con Artur Mas, y Gabriel Borràs, vinculado a ICV y ERC.
Mayol fue la concejala de izquierda caviar más detestada por Ada. Vestida de abeja, interrumpía los mítines de la edil amueblada en Gonzalo Comella. Con bolsos de marca alta, los obreros la abucheaban. Derrotada y humillada en las elecciones municipales, culpó a los desagradecidos barceloneses y huyó a su Mallorca natal. Famosa por sus inventos estrafalarios y sus muchas ridiculeces, regresó por la puerta giratoria que le abrió Colau. Misterio inescrutable, ya que Mayol pertenecía a la élite de la casta y costra del tripartito. Y cuando chilló “yo también soy okupa” unos bromistas simularon ocupar el jardín de su chalet en la Costa Brava hasta que llegaron los mossos.
La protegía su pareja, el consejero de interior Joan Saura, quien con Rafael Ribó desarticularon el eurocomunismo catalán del PSUC. Mayol nadó en aguas más turbias que turbulentas. Como el consejero que traficaba con buques cisterna de agua contaminada y colocó a dos parientas de primer grado en la Generalitat. Pero el diablo pasa factura y ahora le toca el turno a Mayol y a sus malas compañías, que de dimitir y de ética, nada de nada.